Dibujo de la primitiva insignia de la ciudad de León (retocado parcialmente).
es un poema épico leones de Don Pedro de la Vezilla Castellanos. Editado por la casa Juan Fernández de SALAMANCA, en 1.586.
Esta obra solamente se ha editado en una ocasión, la inicial. Posteriormente, 1.982 la Diputación Provincial de León realizo un microfilmado de un original que se encuentra en la Biblioteca Nacional de España. La impesión no está en letra de impreta, es una imagen. Esta muestra un texto con palabras borrosas, dificultando su lectura. A parte de estar en castellano antiguo. Todo el contenido está compuesta de versos.
El subir a la red el texto completo ha supuesto un gran esfuerzo.
Folio 1
DE LO QUE LOS ROMANOS HICIERON CONTRA LA REBELIÓN Y MUDANZA DE LOS ESPAÑOLES, JUNTO CON LA DESTRUCCIÓN DE LA FAMOSA CIUDAD DE SUBLANCIA FLOR, Y LA ESPANTOSA VISIÓN QUE VIERON LOS QUE LA DESTRUYERON.
No fabulosas aventuras canto
Al disponer de ociosos pensamientos
Mas armas, rebelión, sangre, y espanto,
Grandes revueltas, graves movimientos,
Que, en el real León, con ruina y llanto
Causaron fieros Bárbaros sangrientos,
Y la fiel redención de las aquellas
Del fuero infame de las cien doncellas.
Folio 2
Diré también hazañas memorables, Y en muertos sacra fortaleza extraña, Varios sucesos, triunfos admirables, Fuerzas violentas con furor y saña, A los efectos, términos loables, Sin que rompa los límites de España; Que fue le ser manjar de la memoria Volver a recordar la antigua historia,
No pediré para ello el soplo ardiente De Delio, ni aquel don que darme puede, Con licor de la verdadera fuente, (Aunque al pie del laureado puede) Si vos me dais católico, y potente, Felipe Augusto el vuestro que le excede, Pues podéis lo difícil hacer llano, Solo en aquello sin mover la mano.
Que si el favor de esa cefalea del pecho Que ocupa, manda, y enriquece el suelo, Me favorece en este duro estrecho, Al cristalino, por el móvil cielo; Cual otro apoyo subiré derecho: Ni así vos no alentáis mi flaco vuelo, Por castigo podré quedar que asombre, Cual caro en el mar a quien dio nombre.
Y así (ínclito Señor) lo que merece Mi atrevimiento, le disculpe en parte La pura voluntad, con que se ofrece El antiguo León, desnudo de arte, Que ya se desencoge, sale, y crece Sin que al vulgo mordaz rinda el andante, Que desde lejos siente, calla, y mira Con respeto, y temor de quién me salpica.
Que, según el espíritu en mi pruebo, Ya me parece que el Real desciende, De la manera que el lumbroso folio Ilustra por donde pasa, y no ofende; Ni soy quien era, más un hombre nuevo Me hallo con el fuego que me enciende, Y arrebata la mano, a quien da carga La mucha variedad de la obra larga.
Después que al revolver del brazo airado Con gran industria y favorable suerte, Del romano poder, en campo armado No pudo resistir áfrica fuerte, Ni la española fuerza, que ha provocado Sus dos potencias, con sangrientas muertes, Vino a quedar España por la espada De superbos romanos ocupada.
Folio 3
Acabada esta guerra peligrosa De turbaciones y trabajos llena, Para los unos y otros tan costosa, Que de lo que pasó lo menos suena; Aterrada la Hesperia y congojosa Con daños, muertes, desventura y pena, Pasa algún tiempo con estrecho nudo, Sin levantar en su defensa escudo.
Más con gente belicosa y fiera Por no sufrir el trabajoso peso, Que los constriñe a levantar bandera, Y a jugar lanzas en momento espeso, A la ocasión incierta o verdadera Dejan solo en las armas el suceso, Y así con odio antiguo, en cruda guerra La paz cambiaba, se removía la tierra.
Pues como refuerza esta mudanza Con una rebelión, y otra más grave, Turbase a los romanos la esperanza, Que de empresas famosas es la llave, Y recelando la enemiga lanza, El último remedio que se sabe, Fue, dar aviso del furor Hispano Al gran Trajano Emperador romano.
Más antes de esto, ya de aquella la arma Que ardiendo va con ímpetu furioso Se rabia cargado la ligera forma Pasando presta el más tempestuoso, Y en el senado ínclito se inflama Dando rienda al curso presuroso De sus cien lenguas, que la mueve juntas Por graves casos de aceradas puntas.
Dice, y no acaba, que los Turdetanos No estiman el poder de sus imperios, Ni los determinados Carpetanos, Con los ya sus rendidos Celtibéricos, Antes Vacceos, Focenses, SUBLANCIANOS, Tartésicos, y otros ásperos Hesperios, Rompen su yugo, y con semblante bello; Levantan libres el gallardo cuello.
Bate las alas, y volando parte Esto diciendo, fin que más aguarde, Y por la Tusca tierra se reparte Con gran zumbido, y bullicioso alarde En tanto el fiero e iracundo Marte A ira incita, y en los pechos arde, Y la hidrópica sed de la codicia Buscando más venganza, que justicia.
Folio 4
Representase allí cuando ha costado, (Si bien hacer la cuenta se podía) La belicosa España a aquel senado Que tantas veces expugnada había, Miran, juzgan, y temen el turbado Casa, y que, si el remedio se debía, Póliza con españoles ver perdido Su claro honor, y crédito adquirido.
Y entienden juntamente, el fundamento De la razón que a guerra los provoca Ser propicio clima de su nacimiento, Pues con su fuego y ánimo les toca Un a di luz de libre pensamiento Que señorío y libertad lituos a, Y no la objeción, que los estrecha En la fragosa sierra agrestes hecha.
Poco tiempo después de España llega La relación de lo que en ella pasa, Que en varias partes la obediencia, niega, Y en secreto, y en público se abrasa, Que procuraban con audacia ciega Sin huéspedes de su propia la casa En contra de esto, ordenan los romanos Busca los montes, y encuentran los llanos.
Usaban españoles en lo alto Tener, y edificar sus poblaciones En aquel siglo de sosiego falto Y lleno de rigor y sinrazones, Para esperar mejor, cuando de asalto Daban aquellas ásperas naciones; Esta costumbre en su defensa aceta Que se quebrante, en Roma se decreta,
Que puede de una vez la tierra llama Quieren, con fuerza de Roma gente, La cual castigue su esperanza vana, E inclina sin piedad su erguida frente, Revuelve se con furor ardiente I en toda Italia con furor ardiente No hay sino armas, bullicio, muestras fieras, Y al son de Marte, levantar banderas.
Y catorce legiones (que en su cuenta Casi noventa y cuatro mil guerreros) Bizarros van, con voluntad sangrienta Mostrando a España lucidos aceros: Y al que está exento, o libertarse intenta Lo siguen, cercan, y acometen fieros, Cuando reforman, cuando con insano Furor asolan la rebelde mano.
Folio 5
De memorables casos señalados Que en el discurso de esta guerra hicieron, De los lugares que, en las más peinados, Riscos, con su potencia deshicieron, De los que fueron en el llano alzados A la mejor disposición tuvieron, Solo uno tocare que me conviene, De la mi historia su principio tiene.
De las legiones, tres las más copiosas De armas, caballos, y animales ardientes, Soberbias, atrevidas, belicosas, Sueltas, asteras, diestras, y valientes, Pasan contra Sublancia presurosas, Hasta dentro quedar de las corrientes, De los ríos, que entorno la ceñían, Los cuales Ezla (Esla) y Porma se decían.
En un fragoso cerro levantado, Hacia septentrión fundada estaba, Que por el adelante dilatado Iba, y exenta en lo alto se mostraban Tenía el levante a Ezla celebrado Que por la tierra llana travesaba, Y a Porma de la banda del poniente Que segó pasa a ella su corriente.
La cual Trimegisto fue fundada Serpiente rey del término Egipciano, De un alto y ancho muro fabricado Con largo gasto e industriosa mano, Viniendo a ver, como era gobernada La tierra Hesperia y el lingo Hispano Por Osiris, el cual por su persona Tenía de este rey no la corona.
Era costumbre de este rey famoso, Con su prudencia y liberales artes (No sin trabajo y ánimo cuidoso) Fundar ciudades en diversas partes, Do del furor de Marte belicoso Se puedan defender sus estandartes, Y así SUBLANCIA FLOR como tan fuerte Largos tiempos gozo feliz fuerte.
Satisfecho de aquel distrito ameno Por tener de acá y de allá ribera, Y parécelo que de su terreno Fruto abundante y de sazón se espera; Y así el nuevo edificio dejó lleno De España la robusta gente u fiera, De otra parte, dejándola en concierto, Contento del valor que ha descubierto.
Folio 6
Más sin valer fortalecido muro, Ni el alto sitio, ni el vivir seguro, Ni ser de sabio rey autorizada Quedó subjeta al inoportuno y duro Yugo, que puso la romana espada; Que cuando la fortuna adversa corre, Ni vale esfuerzo, foso, ni alta torre.
Dejando dentro de ella los romanos Alguna guarnición de sus soldados, De ellos con desafueros inhumanos Fueron los ciudadanos mal tratados; Por lo cual se mezclaron a las manos Queriendo ser por ella rescatados Los de SUBLANCIA y con horrible estrago Dieron a los romanos justo pago.
Quedando armas y de esfuerzo llena, Rica con los despojos que ha adquirido, Altiva quiere rescatar la pena, Que se podía temer por lo ofendido, Y para el atrevido efecto ordena La que más asegure su partido, Con determinación que han de perderle Antes que no otra servidumbre verse.
Con este intento su furor creciendo, En terribles efectos la osadía La principiada novedad siguiendo, El fiero exento cada cual quería En mil partes las armas descogiendo La tierra sin respeto se corría, Y en testimonio de ello adquiere extraña Reputación, en la perdida España.
La espada en limpio, y con el ojo alerta Velan el fuerte, y van sobresaliendo, Que la preciada libertad despierta Nuevo vigor, con nuevos accidentes, Resucitada su esperanza muerta, Muestran industria, y términos prudentes, Tanto que la romana disciplina A españoles indómitos se inclina.
Notorio queda y claro según esto, Que fue de las ciudades reveladas Nuestra SUBLANCIA FLOR, echando el resto Con sus soberbias armas arboladas Más con terrible y bravo presupuesto Vienen en daño suyo conjuradas Las trasgueras legiones que he contado De odio llenas, y ademán airado.
Folio 7
Reconocidas desde lejos, fuera Alarma, alarma, que el contrario viene, Y con este rumor que el aire atruena, Cual venablo, y cual la espada tiene, Otro al escudo y a la guerra antena La mano echando, paso no detiene Coronado se apresta la muralla Sin salto temer, ni el dar batalla.
De tal atrevimiento despechados Los ínclitos romanos, sus pendones De la española sangre ya bañados Plantan en tierra, y hacen oraciones A los dioses que están más obligados; Y después con robustos corazones Dieron principio, a acometer la tierra Con ardides, y máquinas de guerra.
De dentro con braveza se aprende No solo defender, más oféndelos Que es tan justa razón, cada uno entiende Tañer las lanzas y el escudo en ellos, Anda el furor, la cólera se enciende, Y determinación de deshacerlos, Que a la victoria aspiran, aunque en vano Rompiendo a veces el tropel romano.
La brava y fuerte gente descosa De vencer, o morir honrosamente, Hizo la guerra más dificultosa Mostrando brazo fuerte y pecho ardiente Más la romana fuerza poderosa Sobre el muro se vio patentemente, Que por la banda hicieron de levante Para su arremeter lugar bastante.
No el corazón por ello desmayado En el peligro, y trabajoso efecto, Ante el fiero Marte fue igualado Las valerosas armas al efecto; Y al fin contra los nuestros declinando En los romanos la furiosa Alecito Medió, y el por su parte favorece Tanto, que el más sin nombre, honor merece.
Sube rompiendo el aire el alarido De unos y otros con ruido extraño, Sueña de España y Roma el apellido Que en la mora estaba el desengaño, Estuvo por siete horas suspendido El vencimiento, pero no el gran daño Que se recibe, con mortal pujanza De la ancha espada, y de la gruesa lanza.
Folio 8
Más la potencia de valor romano Acomete, resiste, sufre, y vuelve Con la fortuna que le da la mano, Que a ser madrastra nuestra se revuelve, Y así, la fuerza y el coraje infamo De nuestro bando en muerte lo resuelve, Pero con tanto brío y fortaleza Que no hay temor allí, ni hacer bajeza.
En este peligroso punto estando, Un español valiente se descubre, Que solo manda en el deshecho bando Las fuertes armas, que el tropel no encubre, En alto la cabeza levantada Que una abollada capellina cubre Mirando el daño de los suyos gime, Y horror terrible con la vista imprime.
Era de grande cuerpo bien fornido, De ancha espalda, y pecho revelado De suma fortaleza el mayor nido Que en gran parte de España fue hallado, Alentado, robusto y atrevido, En palabras y encuentros respetado, Y si diestro español entonces hubo Entre otras muchas, esta gracia tuvo.
Vestido de la piel de un guedejudo León, estaba con semblante fiero, en el brazo siniestro el fuerte escudo Casi despedazado el grueso cuero, Y al siniestro lugar cuchillo agudo, Y en la derecha mano un gran madero Hecho rollizo a forma de una maza Con que iba abriendo sanguinaria plaza.
Cual brava fiera en torno coronada De astutos cazadores oprimida, Que entre voces y armas sepultada Mira y remira por salvar la vida, Y cierta de morir, arrebatada De un tesón fuerte, y rabia embravecida Por las agudas lanzas arremete, Y por aquellas y estas se entremete.
Tal fue en su aprieto aquel varón famoso, Que ya cantado de mostrar camino Por gente y armas al bastón nudoso, Que va contradiciendo su destino, Con nueva fuerza, y corazón brioso, Y acelerado y crudo destino Vuelve a envestir, haciendo a su albedrío De negra sangre un espumoso río.
Folio 9
Revuelve al punto en la razón amarga La mejorada suerte a su enemigo, Forzándole a tomar la fiera carga Fuera del muro, a procurar abrigo; Según de muertos fue la senda larga No apareció defensa, más castigo, Del cielo inmenso, pues en mil pedazos Hizo ternillas, muchos hombros, brazos,
Más como quien en parte descubierta Se halla sin pensar en duro trance, Y con vergüenza del calor cubierta De que ventaja su contrario alcance Que la pasada afréntale despierta A recobrar el ya perdido lance, Tal fue el romano, puesto en aquel punto, Contra el fiero español volviendo al punto.
Van con el grueso aliento, en nube espesa, jugando lanzas y blandiendo espadas, Otros con dagas cierran con la presa Que le son en el cuerpo sepultadas, Y tras esta situación ruciada otra más gruesa Sobreviene con fuerzas reforzadas De fuerte que en el muro andaba suelto El desigual combate en rabia envuelto.
Al fin armas y carne deshaciendo, Muerto ha quedado, pero no vencido, Mil muertos a la suya precediendo; Antes que el sueño llegue del olvido, Su nombre allá con él se fue huyendo, De no aballe al cazado, aunque he querido No me pienso afligir, (si me es posible) Pues es vano el dolor en lo imposible.
Robos, insultos, crueldades, llanto A mano llena, luego recrecieron, Y mujeres y niños con espanto A la abatida sujeción se dieron, Y después la ciudad de canto a canto Con tal atrocidad, la destruyeron Que el Trimegisto muro, y edificios Batieron por la tierra, hasta los quicios.
Conclusas estas cosas, los romanos Lo primero que hacerse les ofrece, Fue, dar al fuego con piadosas manos, Los que la muerte pálida escurece; En altas cubres y en tendidos llanos Las llamas las consume, y en ella crece, Quedando promontorios levantados, A donde sus cuerpos fueron abrasados.
Folio 10
Y pagada esta deuda, que es de vida En ley de guerra, al que la guerra acaba, Con exequias funestas fenecida La gente en sus cuarteles se alojaba, Y a sus deleites sin temor rendida, Cada cual de su suerte blasonaba, Los satisfechos cuerpos reclinando, Hasta que al dulce sueño fue cargado.
Y a los caballos negros presurosos Iban a la mitad de su jornada, Pasando por los astros luminoso De prodigios la sombra acompañada; Cuando a los vencedores orgullosos Se les turbó la suerte so llegada, Tanto, que allí temió, al que más se atreve, Perder la vida, y la victoria es breve;
Están seguros sin oírse el trueno, En sueños envueltos, y en tiniebla oscura, Por medio de la cual van reluciendo Los fuegos, de su sepultura, Y al humo dentro del aire sacudiendo, Que en vellón negro se conserva, y dura, Mirándolo del cielo, alto, estrellado, El carro, el norte y Orión amasado,
Turbase el blando tiempo, y al momento El cielo de nublados se maraña, Soplado le hacía el norte el recio viste Cierzo, que contra el ábrego se ensaña, Braman los dos, y al discurrir violento, Se esparce el fuego, y tiembla la montaña Sin estar choca, pabellón, ni tienda, Que no le lleve a fondo, esta contienda.
Y juntamente por la tenebrosa Sombra, que piedras y agua desgranados, Se apareció ondeando una espantosa Visión, que a todas partes blanqueaba, Y a los romanos con la voz furiosa De su profundo sueño recordaba, Dejando en ellos un temor cuajado, Así hasta todos con braveza hablado.
Imagináis soberbios codiciosos Meter el mundo en mi hambriento seno, Pensáis, que no se humilla los furiosos, Y que el tiempo estará siempre sereno No sabéis de los dioses poderosos, Que castigan el mal, premiando lo bueno, Cómo referiríais el furor vano, Queréis tomar el cielo con la mano.
Folio 11
Gloriosos estaréis, de haber vencido, Sangrientas furias de oscuro centro, ¿Que yerro había mi muro contenido, Para arrasar con tan duro encuentro? A caso entrar su gente ha pretendido Por vuestra comarca patria adentro. Para que, de su sangre con estrago, ¿Hacérseles tan triste tan ancho lago?
Hijos contra la madre rebelados, Que madre es una (sino pierde tino) España, por quien Roma levantados Tuvo sus muros con mejor destino, No estéis en vuestras armas confinados, Que al ganar el perder está vecino, Y no hay victoria tan segura y cierta.
Vuestra prosperidad yo no la niego, Y que ha de ser por años prolongada, Más entended, que a extraño furor negro Vendrá a remediarle la romana espada, Y con terrible rabia y vivo fuego Será de España con vergüenza echada, Y verse cumplida mi venganza, Siempre os valga el poder de espada y lanza.
Más que en mi SUBLANCIA destruida, Por ver que contrastaba vuestro edicto, Y su mucha nobleza consumida, A los desbastes el furor maldito, Fundad vuestra ciudad esclarecida En otro nuevo, y próspero distrito; Que de ella honor procederá fecundo, Aunque tumbe la máquina del mundo.
Esto les dijo, y un temblor haciendo, Que en sus ejes el cielo se estremece, La imagen Trimegista revolviendo El pálido color desapareces, Llévelo tras de sí el temor herido, (ce) Cual cuerpo, a sobra, que cuando el sol decrece Lo que más sucedió de este espeto Se esperará para el siguiente canto.
Folio 12
DE LA FUNDACIÓN DE LEON, DE LA REAL CIUDAD DE LEÓN POR LOS SOLDADOS ROMANOS, QUE DESTRUYERON LA ANTIGUA CIUDAD DE SUBLANCIA FLOR, CON ALGUNAS COSAS PARTICULARES, QUE EN ESTA FUNDACIÓN SUCEDIERON; Y DE LA SUERTE DE UN BRAVO ESPAÑOL LLAMADO CURIENO SE LEVANTÓ EN LAS MONTAÑAS DE LEÓN Y, COMENZÓ A ALTERARLAS, Y EN QUÉ TIEMPO.
ínclito rey, cuya potencia tiene Triunfaste a Europa, y a su memoria Cuyo sumo saber nos da y mantiene Rectísima justicia, y paz gozosa; Quien de España en los hechos detiene Alcanzará por cosa prodigiosa, Que desde sus principios ha tenido Al iracundo Marte por marido.
Y como más guerrero que curioso Las guerras, las empresas, las hazañas, Ganadas con su brazo victorioso, Contra naciones bárbaras y extrañas. Remitíosla al tiempo licencioso, Que las conserva dentro en sus entrañas, Y con la variedad del curso largo, No cual está obligado, da, el descargo.
Más no piensa tratar de lo que siente, De tal ingratitud, el pecho mío, Que siendo tan copiosa la corriente Le dé rienda, y la coja, a su albedrío, Sino volver a la soberbia gente, Que la visión turbó su ardiente brío, En cuyo pecho aliento cabe apenas, Según la sangre, helada está en las venas.
Los ojos cierras, hombre no se mueve, Tan cruda mente el fantasma espanta, Que no se puede hablar, aunque se pruebe, Que esta vez pegada a la garganta, Graves congojas, frío sudor es breve, Sin levantarse, ni fijar las plantas, Todo es mascar de la visión visiones, Crecer el miedo, helarse
Folio 13
Hasta que la luz nueva rodeado, La sombra huyendo se descubre el cielo, Que el aturdido bando fatigado Se alzó contento de la faz del suelo. Como los que en profundo mar hinchado Pasan tormentas, riesgo, y desconsuelo. Que, al despuntar del día, retirados Los vientos, son deshechos por los nublados.
Acuérdese, que luego en continente Partan de aquel lugar, busquen asiento Más fértil, apacible, y conveniente. Donde funden su nuevo alojamiento. Obedeciendo con humilde frente El riguroso y grave mandamiento, Del cual, como el secreto se escondiese, Pensaron, que algún dios secreto fuese.
Y no que el fundador Mercurio fuera, A quien de su ciudad el nuevo triste Se le dio, y lo sacó de la ribera, De eterna mente con Plutón asiste, Para intimarles la sentencia fiera, Que el tenebroso espíritu le invite. Y por qué viesen, que, en la humana vida, Fue siempre peligrosa la subida.
Una doble legión paso adelante, Que murió la tercera peleando Y deja a las espaldas el levante, Por su corriente a Porma atravesando. No sin trabajo y ánimo constante. Fueron hacia el poniente caminando, Desde SUBLANCIA, que (según alcanzo) Se llama hoy día el pico de SUBLANZO.
Y vienen a llegar de esta jornada, Qué principio de bienes mil ha sido, A donde por ellos fue León fundada, De católicos reyes sacó nido. Tiene al septentrión la celebrada Montaña, que su nombre ha recibido, Con gente presta y en las armas dura De clara sangre y de fortuna oscura.
Divídela de Asturias desusados Puertos de inexpugnable fortaleza, Y otros (aunque de nieve embarazados) Sirve de estrechos pasos su dureza. Profundos valles riscos desgajados, Soberbios montes llenos de aspereza Se van mirando de una y otra parte, Donde no basta ofender al fiero Marte.
Folio 14
Descienden de sus cumbres sendos valles De verdes faldas, y espaciosa vega, Que el cielo a una pareció igualarles En gente, sitio, y agua, que los riega, Van Torío y Bernesga, por sus calles, Y cuando a verse el uno al otro llega, Reciben la ciudad en un gran llano, Dándose más abajo algo la mano.
Mirando a Astorga tiene el occidente, Que antiguamente ASTIRIA se decía, Y al contrapuesto bando, de oriente Ancha tierra hacia Burgos descubría. Por otra parte, se le muestra en frente Valencia de Don Juan al medio día, Y esta del primer tronco bien medida Poco más de dos leguas dividía.
Visto pues por aquel romano bando El gentil puesto de árboles poblado, Y el suelo fertilísimo agradando, Es con largo discurso, contemplado, Las aguas y la tierra cotejando, El sutil aire y el cielo descombrado, Hallan allí un tesoro incomparable Para distrito de lugar durable.
Miran llenos los altos de espesura, Que soplada del viento tiernamente Ofrece con nativa compostura Verdes claros, y ubicaros juntamente; Miran el campo de esmeralda pura, Y de oro, y de rubíes llena la frente, Con perlas que descubren sin concierto De la naturaleza el seno abierto.
Contemplando con ánimo constante Aquí el fresno y el sauce, allí el aliso, Que van mostrando una obra semejante, A aquella del terreno paraíso, Estaban sin pasar más adelante, Cuando atronado el cielo de improviso Se abre, y por el aire un fuego enciende, Que hasta el centro de la tierra hiende,
No más, no más, a que aguardamos dice La doblada legión con voz ufana, El simulacro no nos contradice, Pues abre el cielo en su favor ventana. Aquí su ciudad manda, se eternice, Temamos su potencia, pues no es vana, Que, respetar los dioses, es indicio, De esperar de sus manos beneficio.
Folio 15
Esto diciendo la legión se asienta Por aquel sitio, y en la llana parte Trazado, mira al revolver atenta, De su nueva colonia se reparte, Buscando para la obra que se intenta Los famosos maestros de aquella arte, Y conforme al modelo que han sacado, Fueron rompiendo con el corvo arado.
Calles aquí y allí van repartiendo, Abren la tierra, sacase cimientos, Los unos con los otros respondiendo, Con anchos y profundos fundamentos, Los oficiales gran rumor haciendo, Continuamente en la labor atentos Sus acerados picos la fuerza Al mármol hallan de mayor dureza.
Otros se emplean y andan descombrando De crecidos alisos la ribera, Y por diversas partes derribando De toda suerte y forma de madera. Otros la arena con la cal mezclando, Otros cortando piedra en la cantera, Sacan columnas de monstruosa altura, Otros las labran, y hinchan de escultura.
Otros escuadran vigas, y vigones, Otros levantan firme tapiería, Otros aprisa forman paredones De nivelada y fuerte cantería, Otros con estandartes y pendones, Y tal solicitud que suspendía, Traen sobre los hombros a su estancia Los antiguos despojos de SUBLANCIA.
Que era ver el cuidado y diligencia En prevenirse de lo necesario, El no perder momento de asistencia, Creciendo al ojo el edificio vario, Sin que se gaste y turbe la paciencia, Mirando a cada cosa su contrario, Y si esté a plomo con el otro viene, Con el concierto y orden que conviene,
Y a las romanas casas se parecen Por la industriosa mano fabricadas, Y tanto las excelsas torres crecen, Que quedan de las nubes coronadas, Y a los muros fortísimos merecen Seguí de Babilonia las pisadas, Que siempre de oficiales están llenos Y en la ciudad los más ocultos senos.
Folio 16
Cada cual le porfía procurando A los otros vencer en la tarea, La obra heroica va perfeccionando, Como la envidia honrosa lo desea, Y endose aquí perdiendo, allí ganando, Se da prisa a la gente, que provea, Que va, cual hormigas en verano Cargadas a sus trojes con el grano.
Que de esta ciudad el fuerte muro De todas bandas a nivel cuadrado. Con mil columnas de alabastro duro, Y cuatro puertas de metal vaciado, Que lo de más en tiempo más seguro Fue por cristianos rey dilatado, Que quisieron con obras estimarla, Y por madre de ley es coronada.
Habiendo dado con feliz suceso Fin a sus largas obras los romanos, Cual hacer no bastará el rico Creso, Ni Mida con el oro de sus manos, Miran contentos con maduro seso Que sus designados no salieron vanos, Pues poco, visto como resplandece, El pesado trabajo les pertenece.
Y un León coronado se ha escogido Por el blasón de la ciudad ufana, Como otro que de bulto había traído, Cuando allí vino la legión Trajana; Siendo un terso mármol esculpido Tras varios casos de fortuna infama, Por donde con el tiempo largo rueda, Al fin por las armas de sus reyes queda.
Cuando a Trajano emperador famoso La cierta relación de esto se lleva, Quedó su ínclito ánimo gozoso De oir la fama de la ciudad nueva, Colegiando que el fuerte venturoso Sería su gloria, y del dios Marte prueba, Y así da lustre y honra a los soldados, Por quien fueron sus muros encumbrados.
El mismo proceder llevó Adriano, Y el sucesor Antonio Pío el Vero, Y Aurelio Pertinaz y Juliano Con todo aquel cesáreo bando entero, Hasta que el godo con soberbia mano Entró con pecho vigoroso y fiero, Y a los romanos expelió de España Con dura guerra, y con prolija saña.
Folio 17
Así León va siempre floreciendo Con hechos, que la fama hoy día despierta, Que para irse en ella recogiendo, Grandes tesoros tienen senda abierta, Y con ellos a Roma respondiendo Con suma cuenta, y con custodia cierta, Sola aumenta el erario, y lo enriquece De rentas, oro y plata, que le ofrecen.
Y así, creciendo en gloria fácilmente, Su gran reputación se acrecentaba, Que a diferentes partes del poniente Con sus fieros soldados gobernaba. Siendo de la imperial silla potente Cámara, que sus hijos consensuaban, Y madre que se ofrece en crudas guerras Hijos valientes a diversas tierras.
De que hubiese romanos habitado Desde el Regio León la tierra inculta, Testigo es fiel un mármol celebrado Para informar de esta verdad oculta, En ella de RUIFORCO trasladado, Cual su grabado seno lo consulta, Siendo no muchos años después hecho, Que el muro se fundó y cubrió el techo.
En la ilustre real e insigne casa De San Isidro nuestro valeroso Patrón hoy día tienen esta basa, Junto donde están los reyes en reposo, Cuyos pechos ardiendo en viva brasa De amor de Dios con ánimo cuidado Viviendo la ilustraron, y en la muerte Eligieron en ella humilde suerte.
A Marco Antonio Pío dedicada, Y con aplauso grande obedecida, La imagen, que fue entonces fabricada, Que con el tiempo largo es ya perdida, A donde en suma dice, que una armada Legión a su grandeza agradecida, Llamada Antonia pía venturosa, La ofrece a su imperial deidad gloriosa.
Bien se deja entender según que esto, Que se iban las montañas habitando, Y por los valles del fragoso puerto El término común aprovechando, Para ganados, y vivir dispuesto, Y por lo más remoto frecuentado, Hallaban montañeses que lo habitaban, Y en ligereza y fuerzas se habitan.
Folio 18
A quien las pieles de animales fieros Le era al cuerpo ornato, y armadura, Que acometían osados desafueros, Lanzándose al momento en la espesura, Más mejorados de armas los guerreros Siguen con más ventaja su aventura. Viendo lanzas cortas, y el flexible Dardo arrojado con poder terrible.
Con esto, y ser la gente belicosa, Fuerte, fiera, robusta, y corpulenta, De su opinión amiga, y cautelosa, Aunque robustamente se alimenta, Hizo tener con ellos trabajosa Guerra diversas veces tan sangrienta, Que dieron a su salvo por las manos Muerte brava, y cruel a los romanos.
Con quien, por la aspereza de la tierra, Y ser de condiciones indomables, Hallando por refugio la alta sierra, A ciertos casos sucedían notables, Que ya los más olvido los aterra, Por anegarse en partes intratables. Y la memoria de otros no perece, De los cuales tratar aquí se ofrece.
Cual se descubre en letras ya gastadas En VALDECESAR entre rocas ciertas, Por ciertos bandoleros encontradas Debajo de unas masas encubiertas, Y de aquel verde manto despojadas, Y algunas con puñal agudo abiertas De la viscosidad, que estaba en ellas, A trozos fue el sacarlas, y leerlas.
En aquel tiempo, cuando Diocleciano Tenía con Maximiliano en mixto imperio, Y persiguieron con soberbia mano El bando fiel en el distrito Hesperio, Y por autorizar su rito vano, Fueron contra el altísimo misterio De nuestra sacra fe, y con falso celo Dando a la tierra sangre, almas al cielo.
Siendo tribuno en la legión Trajana, Y presidente, el grave Fortunato, De toda la provincia Galiciana, Que sigue, cumple, y teme su mandato Por cuyo gran valor no menos gana, Que, por el cargo, y su severo trato. Vivía este en León según lo usaba, El que era allí tribuno y gobernaba.
Folio 19
Pues sucedió que, en la sazón que digo, Se levantó con pocos compañeros Un animoso montañés amigo, Secretamente haciendo asaltos fieros, Y, poco a poco, sin temer castigo, En público mostraba sus aceros, De manera que el nombre suyo cunde, Y su braveza gran temor infunde.Se Llama el fortísimo CURIENO, De feroz condición, hombre insolente, En cuyo bravo y furibundo seno No vio lugar el miedo eternamente, Ora corriese el tiempo malo o bueno, O se viese con mucha o poca gente, Su osado corazón y brazo fuerte No parecía temer fortuna o muerte.
Los robos, fuerzas, y revuelta guerra, Y tratos disolutos, y atrevidos Con que se va abrasando aquella tierra, Hirió de los romanos los dos hoy, Y como asalta, hiere, espanta, aterra Y mata, y deja aquí y allí ofendidos Cuantos encuentra, y aprueban su violencia Sin que haya ni proveche resistencia.
Cual suele por descuido levantarse De mínima centella una alta llama, Que pudiera con tiempo remediarse, Sin dar materia a la parlera fama, Que sin pensar comienza a reforzarse, Dejando sin remedio negra cama, Que cuando ya se se busca, y se previene, El daño principal hecho le tiene.
Tal fue el negocio en poco reputado En los principios, cuanto fue temido Después, que ya aquel fuego había cobrado Mayores fuerzas con mayor ruido, Que por no ser como debía atajado, Llegó este montañés embravecido A no temer romanos enemigos, Quedando de sus hechos por testigos,
Escucha lo que dicen, Fortunato Del español, que en fama se levanta, Y que en público sale a dar arrebato Con fortaleza y osadía que espanta, Y cuanto daño su obstinado trato, Deseando cortarle la garganta, A un centurión mando que vea; Quien remueve la tierra, y la espolea.
Folio 20
Con una espía al punto se concierta, Que con secreto lo encamine, y lleve Con cien caballos por la tierra incierta, Para que su poder CURIENO pruebe, Y así ha partido con el ojo alerta, Tanto que el aire, que las ramas mueve Le anima, le recata, y se le antoja Que esta el contrario tras la verde hoja.
Siete leguas y más se había emboscado Por tierra extrañamente monstruosa, Más ni señal, ni nuevas ha encontrado Del homicida, que turbase osa, Cuando junto a un peñasco levantado Hallo en una contienda peligrosa Dos montañeses, entre aquellos cerros, Jugando lanzas de acerados hierros.
Más casi al mismo tiempo uno de ellos Cayo en el duelo con funesta guerra, Bate los pies sin punto de tenerlos, El que venció, por la encumbrada sierra, Y al pensamiento, que vio tras ellos Dejó, cual plomo, o condensada tierra, Según la ligereza que llevaba, Tanto que mudo el centurión quedaba.
Llegándose, al que allí quedó tendido, Por ver si ha rematado su ventura, Viole estar en el negro humor teñido, Y del cubierta aquella tierra dura. Pregúntale quien es, y quien le ha herido, Y en cuanto le es posible, allí procura La sangre restañar, y el con agudo Dolor responde, lo mejor que pudo.
Detrás de aquellos ruscos levantados Vive una gente poco frecuentada, Que es (al común decir de los pasados) De antiguos españoles derivada, Que en las largas revueltas de los hados Nunca de todo ha sido destrozada, Y en pequeños lugares divididos Viven de sus ganados mantenidos,
De aquella gente sepultada en vida Cuitado soy, aunque carezco de ella, De la más noble sangre, y unas válida, Que en la sazón, que estamos, hay en ella, Más hay en este día es ofendida Su clara lumbre, sin quedar centella, Que la fortuna Derribó en un punto Cuanto honor, cuanto bien le ha dado justo.
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Mi padre celebra el casamiento Con sumo gozo, de una hermana mía, Y de un varón de gran merecimiento, Que el gentil CANIOSECO se decía, Mozo dispuesto, de alto pensamiento, Señalado en esfuerzo, y valentía, Tal en efecto, cual se procuraba, Pues a la bella POLMA se le daba.Habiéndose las tablas levantado Que estaban por el verde campo puestas, Y entre el más juvenil ardor trabado Varias, alegres, y solemnes fiestas, Quiso que fuesen el terrible hado, En el bien breves, y en el mal molestas, Pues se cambió el contento en desconsuelo, Y en oscuro nublado el claro cielo.
Porque acertó a llegar, a donde estaba La bella POLMA con su padre anciano El pérfido CURIENO, que pasaba Por aquel valle con armada mano. Nadie entendió el designio que llevaba, Aunque ya a nuestra costa queda llano La lanza arbola, y el sudado gesto Limpiando, en medio sin rumor se ha puesto.
Dice quién era y ofreciese luego Con larga voluntad y paz segura, Aunque de tal seguro yo reniego,Pues no admitirle fuera más cordura. Allí bebió y comió, por nuestro ruego, Que darle honra y contento se procura, Más cuando vio la junta sosegada, Rué (ay dolor) mi hermana de él robada.
Y aun solo grito doloroso y triste, Que más no dio, ni pudo dar con pena, El afligido padre de la inviste, Echando al cuello paternal cadena, Más poco, débil lazo le resiste, Que así nos lleva cual ligereza buena, O como el oso, que huye de los lazos Con los hijos en peso entre dos brazos.
Yo fui el primero, que tal caso viendo, Con los gritos, que daba el padre viejo, A las más prestas armas acudiendo, Que el tiempo y el lugar nos dio aparejo, Con ira y con dolor de fui siguiendo Sin esperar socorro, ni consejo, Que a los de más confunde, y los detiene El desde allí va, veis lo acá viene.
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De suerte que yo solo lleve a vista El carnicero lobo fraudulento. Que sin hallar defensa, que resista, Privó a mi padre del caduco aliento, Y rematada esta cruel conquista, Va con la hermosa presa más contento, Y así arrimando a un monte in cultivado, Quedó de veinte amigos rodeado.Continuando el áspero camino, Que cual ligero corzo lo pasaba, Favoreciendo en todo su destino, Ni en una parte ni otra Tropezaba, Yo dando voces, fui con desatino, Hasta que en esta parte me esperaba, Y con mi POLMA los demás se fueron, De quien no se la suerte que tuvieron.
La mía fue, que aquí pensé vengarme, Y como bravo tigre le acometo, Más sin razón, ni fuerza aprovecharme Ni mi destreza, ni el cocido peto, Haciendo mi deber, vine a entregarme A su furor en mi postrero aprieto, Esto diciendo, el alma, que tenía, Por las sangrientas puertas se salia.
Como es posible el centurión alzando Lo ojos, dijo, o cielo, que así abrase La tierra este traidor, y que triunfando Con mil insultos y maldades pase, La patria, gente, y dioses afrentando, Y a su elección ajenos molestase Sin respetar, temer, ni darle cosa ¿Por la legión Trajana valerosa?
Tan grave mal no se como lo crea, Que en un puerto me estrecha, y desconsuela, Y tal coraje al corazón rodea, Que el dolor y pasión le enciende, y hiela. A donde este iracundo infame vea, Bravo dice a la espía, aguija, vuela, Aquí su furia por ahora quede, que presto se verá lo que sucede,
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QUE TRATA DE la suerte que el centurión, que fue contra los montañeses españoles, se perdió con sus cien caballos; y la dura batalla, que entre CANIOSECO Y CURIENO hubo, y el fin de ella, y la concordia de estos dos españoles; con otras cosas que sucedieron hasta la libertad de POLMA.
Muchos ganan renombre de esforzado, Que el iracundo Marte lo consiente Con insolentes ser, y desgarrados, amigos de aplica al mal la frente, Otros son justamente celebrados Por su valor y acometer prudente Los hazañeros hechos de la guerra En reino extraño, o en la propia tierra.
Que aquella es verdadera fortaleza, Que en actos de virtud es empleada, Y en guardar la razón muestra entereza, Dejando la soberbia quebrantada Que el ánimo, la fuerza, y la braveza En robos crudamente ejecutada, Aunque rompa murallas y escuadrones, No ilustra con sus obras los varones.
Si el fiero montañés no oscureciera Con el robo de POLMA su osadía, La fama hasta las nubes le subiera, Pues no menos su esfuerzo merecía Más por esta flaqueza no quisiera La ocasión, de escribir su valentía, Aunque para decir cual es, me veo Pobre de ingenio, y rico de deseo.
Del español la historia, y muerte cruda Por el romano centurión oída, De enojo lleno, con pasión aguda Ordena, (como he dicho) su partida, Por un bosque y por otro entrar no duda, Sin detenerle senda desabrida, Anda, y mostrando cansancio de cansados.
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Más ni este paso, ni otro peligros, Que ser prodigio de su mal pudiera, Ha conocido, el que es un codicioso De dar a CURIENO muerte fiera, Hasta que dio en el lazo cauteloso, Donde remedio ni salud se espera, Sino el mortal suceso, que le vino, Igual a su imprudencia, y desatino.
Por que la gente de CURIENO brava, Que a la hermosa POLMA había llevado, A su adalid fortísimo aguardaba Sobre un fragoso risco levantado, De donde un río, y valle se miraba, Sitio para caballos no aplicado, Y más abajo estaban emboscados Cuarenta montañeses arriscados.
Pues como los romanos descubrieron Aquellos, que miraban de lo alto, Por no volver atrás se dispusieron, A querer dar el temerario asalto, Y cuando ya a caballo no pudieron, El suyo el centurión diese un salto, Y tras el más de treinta se apearon En la sierra, y aprisa caminaron.
En tan buena ocasión con griterío los de la cumbre siembran lluvia espesa De los flexibles dardos a porfía, Que un largo espacio con furor no cesa. Cual con destreza hiere a puntería, Cual bulto, el caballo allí atraviesa, Y va tumbando por la peña dura, Causando al que va encima desventura.
Cual con ballesta la herbolada flecha Despide el aire hendiendo presurosa, Y del romano pecho el centro acecha. Mostrando al alma puerta peligrosa, Cual del tronco nudoso se aprovecha, Cual impele la piedra monstruosa; Y cual con golpe codicioso y cierto De lanza deja al enemigo muerto.
Anda pr todas partes alarido De varias voces, y continuo estruendo De arrojadizos tiros, y este herido Subiendo cae, entre el furor horrendo. El más bravo y de ánimo atrevido Queda sin ofender, sangre vertiendo, En fin no puede dar romana mano Golpea a español, que no le salga vano.
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Como el que en sueños su melancolía Le fantasea, y le figura, y lleva Donde de su enemigo se podía Venga, y crudo ejecutarlo prueba, Ni el golpe llega, ni su furia ceba, Que se anda con el viento acuchillando Durmiendo el cuerpo, el ánima velando.
Tales romanos despertaron Del sueño de su cólera engendrando, Que de sudor cubiertos se hallaron, Sin haberles su furia aprovechado, Más con todo esto tanto porfiaron, Que el centurión y algunos a su lado Fueron trepando por la sierra arriba, Ayudados con sus manos y con pies se estriba.
Saliendo al mismo tiempo la emboscada, Que estaba, (como dije), de cuarenta Feroces montañeses aprestada, De quien contrario alguno no hacía cuesta, Sin dejar lanza enhiesta, ni celada, Que no se rompa, y su braveza sienta; Así el que con temor ríge la la brida, Como el que a pie procura la subida.
Por la contraria falda más vecina A esta sazón CURIENO se mostraba, Y con viva pasión recio camina, Que por la bella POLMA se abrasaba. Cubre sus miembros una coralina, Que toda de oro tachonaba estaba, Que fue con su morrión romano arreo, Y del traído entonces por trofeo.
Como miró el concurso de la gente, Que da a los suyos guerra, agazapado Cual lobo hambriento sale cauta mente por entre espesas matas al ganado, Hasta que alzando el cuello, bate el diente En lo mejor, y más aparejado, Tal vino, y se mostró con furia extraña, El montañés que el suelo en sangre baña.
Pasa al primero por el hueco centro, De el corazón reside más seguro Tras este hiere a otro de un encuentro, Y envíale del golpe al reino oscuro. Lanzase luego al escuadrón adentro adentro, Y rompe al centurión el yelmo duro, Que en remover sobre él no ha sido tardo, Cual la cierta presa al león pardo.
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Más como a costa de sus carnes sienta Cuan gran locura ha sido el contrastado, Reconocido, que su fuerza aumenta, Y excede la obra, a lo que oyó loado, Aunque su espada la victoria intenta, Quisiera en su lugar allí el caballo, Para poder mostrar la herrada planta, Y asegurar huyendo su garganta.
Al cabo deja con desdén terrible Al centurión que herido se ha escapado, Y a los demás destroza con horrible De nuevo, en sangre humana encarnizado. Yendo de esta manera, el increíble. Rigor en un instante vio enfrenado, Cuando menos peso que humano pecho Turbar pudiera su hazañero hecho.
Que un valeroso joven bien dispuesto, Que armado de un manchado tigre estaba, Alto cuerpo, y de un hermoso gesto, Que el polvo y el sudor se lo afeaba, Con el escudo al cuello y brazo puesto Y lanza que su diestra blandeaba, Se lo puso delante, y le detiene El ímpetu ramoso con que viene.
Por que terciada la nervosa lanza Los pies firmados en aquel terreno Dice con la más alta voz, que alcanza. Hirviendo en ira el encendido seno, Si el sumo cielo cierta esperanza al agraviado ¡Oh pérfido CURRIENO! el Buen suceso me convida y llama A eternizar mi nombre con tu fama.
Dime, cruel, ingrato y atrevido Que por mi mal en ti todo esto es cierto ¿Qué ley o qué justicia ha permitido Que aquel que te hospedó dejaste muerto?. Robaste la esposa, fementido, Y por hacer mayor tu desconcierto Y mi tristeza y tu perverso cielo Bañaste en sangre de su hermano el suelo.
No pienses no que aunque tu fama crece Y va despuntando tu maldad la tierra Que los dioses, a quien todo obedece, No han de turbar tu abominable guerra Si su deidad a mi me favorece Con este brazo y lanza en esta tierra Serán las muertes de tus manos hechas Ya que no en todo en parte satisfechas.
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Así diciendo con firmeza esclava Los ojos al feroz contrario opuesto, Que con los suyos de ira amenazaba, No solo a él, pero del mundo al resto, Y a su pecho la lanza encaminaba Con son horrendo y movimiento presto, Pega en el morrión, y no prendiendo, Resurte al cielo, el aire va rompiendo.
Y declinando en su suprema altura, Vuelve a bajar de donde había subido, Y con armas hay suerte segura Dejó en la peña un español cosido, Que, siguiendo su prospera ventura, Un romano a sus pies tenía tendido, Y casi a un tiempo el victorioso prueba La negra vida, que el vencido lleva.
Cuando CURIENO vio del arrogante Mozo el decir osado, y la obra junta, Y el gran de nuevo, y el poder pujante, Con que sintió la resurtida punta, Sin reparar en quién tenía delante Su pretensión condena por difunta, Si de su brava furia no se esconde, Y partiendo para el así responde.
¡Oh loco (dice) sin discurso alguno De poca edad, y poco entendimiento Aunque Júpiter fueras, o Neptuno, Saliera en vano tu atrevido intento, El pago llevarás de tu importuno Término sin concierto y fundamento, Aunque Marte te infunda su potencia, Para lo dicho, y hecho, en mi presencia.
La juventud, y la experiencia poca, Y el dolor, que te rige, y desatino, Venir te hace cual navío a roca, Do pagarás con misero destino. Tu muerte es buena, mi valor se apoca En darte tal honor por por tal camino, Más has de ver mi fuerza que se entiende, Y el crudo estrago, que mi espada enciende.
Esto explicado, no más tiempo gasta, Y con robusto brazo y rabia airada Envió al contrario la enemiga asta Conforme al bravo término arrojada, El cual doblando el cuerpo lo que basta, Paso -al- fin ser en el ensangrentada A dar en la fragosa tierra inculta, Donde gran parte de ella se sepulta.
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No del famoso Socuola sentido Fue tanto el golpe ejecutado en vano,Cuando rindió severo el encendido Fuego, sin turbación la fuerte mano, Como de este español, viendo perdido El que ha arrojado con furor infamo, Y así furioso a la batalla llega, Que al brazo el corazón su rabia entrega.
Recibió lo con brío el enemigo, Dando de su valor terrible prenda. O musas favorables, a quien sigo Mi pluma en vuestras manos le encomienda Para escribir, sin merecer castigo Con estilo elegante esta contienda. Que la abundancia de años, que han pasado, Dejan lo mejor de ella sepultado.
Cual sendos ríos que al pasar furiosos, Se encuentran en un paso juntamente, Y raudos se revuelven presurosos Con los hinchados senos frente a frente, Que resuenan, y braman espumosos Hirviendo y reforzando la corriente, Cada cual, procurando en la revuelta, Llevar al otro con la rienda suelta.
Tales se envuelven en contienda cruda, Moviendo sus espadas, y encontrados Gimen, alientan, y se la frente suda Al recibir los golpes reforzados, Ambos porfían, nadie el paso muda, Aunque son gravemente atormentados, Que igualmente su fuerza los detiene, Y el valor de las armas se mantiene.
Con el terrible golpear primero No se dio más lugar, que a deshacerse El grueso tigre, y el templado acero, Y con esto la sangre aparecerse, Pero, pasando este coraje fiero, Y que pudo cada uno recogerle, Aunque el vigor no mengua, se procura Ayudar con destreza a la ventura.
Y si con suma fuerza el uno intenta Herir a su enemigo, altivo fuerte Presto le toma el otro estrena cuenta, Y roja sangre por e suelo vierte. Duró gran rato la mortal afrenta, Temiendo cada cual la acerba muerte. Aunque en CURIENO poco asiento hacía, Que antes muerte para el jamás creída.
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A quien a esta sazón el joven bello, No menos que él, valiente, y animoso, Echando el ya deshecho escudo al cuello, De un golpe le hirió tan riguroso, Que bien pensó partirlo, y deshacerle, Y fuera así, según cayo furioso, Si tuviera en aquel sangriento oficio Al diamantino Marte por propicio.
Por que por con bravo estruendo descendiendo Al crestado morrión la aguda espada Lo fue con la coraza dividiendo, Mostrando puerta, donde no fue dada, Y en soslayo los filos procediendo, Rué la malla del muslo destrozada, Y dando en tierra le dejó a CURIENO Desatinado, y de centellas lleno.
Más como aquel, que el rayo le ha tocado, Que la ropa del daño es buen testigo, Y del rudo grande atormentado Al suelo viene sin humano abrigo, El trueno, fuego, y humo,ya pasado. Hallado fue en su mal el cielo amigo, Y se levanta libre, aunque aturdido, Tal bravo español CURIENO ha sido.
Y con infernal rabia atento mira, A quien de aquella suerte le pusiera, Y de un ligero salto se retira, Viendo sobre el volver la espada fiera, Y con vergüenza y cólera suspira Que vivir por entonces no quisiera, O para vengarse de el caso nuevo, Hallar un capo armado, y no un mancebo,
Al cual hiriendo, gruesos seis dobleces, Cortó de aquella piel, que le cubría, De arriba abajo, y para tras tres veces Las rodillas fijar en tierra hacía, Decidme ruscos de este caso jueces Si el pecho la cruel espada habría, más no pudo ser mucho, pues que vivo Quedó del golpe, y se defiende altivo,
Dura el furor, y el irse martillando Más que leones fieros escondidos, Y el remediar, y andarse ejecutado Los golpes, que turbaban los sentidos, Cuando CURIENO, que anda blasfemando, De no quedar los suyos preferidos, Revuelve, frente, y ve, en breve punto Cubierto de armas todo monte junto,
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Que a este tiempo acuden escuadrones, De los que van por POLMA al pié batiendo, Exentos de corazas y morriones, Aunque llevan las manos reluciendo lanzas, espadas, dardos, y anzolares, Con que vienen horrendo son haciendo, Y como descubrieron los contrarios, Rompen en ellos con aullidos varios.
Dejan los de CONIERO a los romanos, Que ya el alcance andaba a su albedrío, A quien el hielo, y turbación insanos Los lleva confuso desvarío, Sin mirar la fortuna, que a las manos Vuelve la suerte, que les dio desvío, Más ya no hay conocimiento de esta mudanza, Que es el miedo, esclava la esperanza.
Y como reportados de repente Los bravos montañeses esparcidos Atienden al remedio libremente, Sin ser con el peligro confundidos; Por que mostrando corazón valiente Todos van a una banda recogidos Ganando lo primero la alta cumbre, Temiendo con razón la muchedumbre.
Los del gran CANIOSECO se han metido, Que en número doscientos se podría, Siguiendo por las faldas su partida, Aunque daño de lo alto recibían, Más como les tocase aquel ruido De los dos, que matarse pretendían, Llegan, conocen, y el furor cebados Cerraron con CURIENO amontonados.
El cual como aquel monte espeso viese, De armas y de estruendo venir lleno, Y honor perpetuo, y fama pretendiese, Dejando a CANIOSECO parte ajeno De que pena o temor le interrumpiese, Y con el rostro en tal sazón sereno Los acomete, rompe, y despedaza, Abriendo a diestro y a siniestro plaza.
Con esta furia ha levantado un muro de Muertos en la gente, que le ofende, Y ayuda por su parte con seguro Pecho, la que en la cumbre le defiende, Renovando el combate horrendo y duro, Suena el ruido, y por las nubes hiende, Andando acá, y allá, CURIENO abriendo Cuerpos terribles con inmenso estruendo.
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Visto por CANIOSECO el fiero brío, Con que el contrario entre armas se sepulta, No se queda confuso, tibio, y frío, A ver el fin del caso, en qué resulta, Antes pretende, y traza a su albedrío, Sin admitir al pecho más consulta, Echar sobre sus hombros el suceso De aquel negocio de importante peso.
A fuera (dice) amigos y parientes, No más, alzad las armas al momento, Mirad que vais en esto diferentes, De lo que debe un noble pensamiento, Notorio os es a todos los presentes Como solo CURIENO mi contento Robo, y lo tiene, y se ha con el alzado, Y a todos lastimando me ha afrentando.
Nadie le hiera, nadie en él la lanza Emplee por ahora, que esta espada Basta a quitar del mundo su pujanza En mi daño y afrenta ejecutada, Que ayudará razón a mi esperanza, Pues va en pura justicia sustentada, Cuando me falte, y falte la ventura, Podéis seguir la misma coyuntura.
Esto diciendo el joven orgulloso, Tanto toda la gente le respeta, Que da lugar el bando belicoso Con ancho corro, para que arremeta Dejando el hecho heroico, al poderoso CURIENO, que el partido luego acepta Alegre, como a quien en nublo oscuro La súbita bonanza da seguro.
Su espada inclina, atento está mirando, Sin mover de un lugar la fija planta Como el joven la tierra viene hollando Con paso igual, y bizarría tanta, Y la fiereza natural templando El gran CURIENO así la voz levanta Con rostro humano y pecho valeroso De ganar tal amigo deseoso.
Ya sabes (dice) que atu POLMA tengo, Más donde ella está, ni como, no se sabe, Contigo a una concordia justa vengo, Que en mi su afecto pocas veces cabe, Quiero darte la prenda que detengo, Que de tu amor ha sido y es la llave, Y por el cielo inmenso afirmo, y juro, Que mi trato será, y tu honor seguro.
Folio 32
Y solamente por rescate, quiero Perdón y tu amistad firme y segura, que yo juro de ser fiel compañero, hasta que el cuerpo de la sepultura. Mas tú lo mismo con el propio fuero Te conviene jurarme con la fe pura. No quiero de tu cuerpo haber victoria, sino vencer el alma, que es más gloria.
Los que en el duro sueño de la muerte, Injustamente dejo derribados, Dejemos, pues que su infeliz suerte Los tiene de nosotros apartados, Pero si en lo que más puede dolerte, Quieres, tener propicios a los hados, Y ver la dulce esposa en tu presencia, Usa si quieres bien de mi clemencia.
Esto diciendo, con de nuevo queda, Dando temor su excelso cuerpo armado, Estando CANIOSECO, sin que pueda, En su respuesta ser determinado, Que en un momento la memoria rueda Por el discurso triste, me ha pasado, Y en cosa del, razón mi causa halla, Para dejar suspendida la batalla.
Conoce la ventaja que le tiene. Ya que no por poco su brazo, en la más gente, Si venganza a seguirla le previene, Teme perder su POLMA, y esto siente, Esto le ablanda, y esto le detiene, Y obliga a ser el pacto conveniente, Y aunque el furor su corazón atice, A sus razones brevemente dice.
Y el viejo padre de mi POLMA amada, Y el fuerte hermano, que encontré sangriento Rendido a muerte por su aguda espada, No pasaba en silencio el escarmiento, Que pide tu sangre derramada, Hasta pagar tu criminoso intento. Mas la amistad, que das con pecho sano, Me obliga a recibir la diestra mano.
Así fué remataba aquella guerra, Que a mas dudosa suerte los convida, Descienden los que estaban en la sierra, Y entre todos la paz es concluida, Van a un castillo, que en aquella tierra CURIENO tiene, donde recogida A POLMA hallaron, que en su desconsuelo Vio, viendo allí a su esposo, abierto el cielo.
Folio 33
Allí, lloran las muertes sucedidas. Allí, se dan de todo la larga cuenta. Allí son remediadas las heridas. Allí el necesitado se alimenta. Allí fueron las armas recogidas, De los bravos romanos, que en sangrienta Muerte acabaron, siendo celebrada La fiesta conyugal ya comentada.
En tanto que esto pasa, la medrosa Gente que huye sin coger la rienda, La lleva la desorden vergonzosa Por duros riscos sin mostrarles senda, Y de una peña en otra más fragosa, Que el vil huye la vida se encomienda, En él la pierden, siendo despeñados Por los fieros caballos desmandados.
Otros a pie, perdidos los caballos, Y van a ca y allá tristes, vagando, Sin hallar los heridos do curarles, Con sed, hambre, y fatiga, suspirando. Entre diez, que fortuna reservada Pudo, librarse el centurión tumbando, Que tanto fue como soberbio, astuto. Pues no pagó a la muerte su tributo.
Aportando a León cuenta su daño Con relación del caso verdadero, y dice de CURIENO el sitio extraño, Que en VALDECESAR tiene, y la manera Del pelear, vivir y hacer engaño Con tal sagacidad, que no creyera, A no ver que en parte tal se halara Quien con tan alto efecto lo mostrara.
Cambien por otra parte ha referido De POLMA el robo, y de su padre anciano La muerte, que le dio aquel forajido Con cruda mano, y corazón villano; Y como por él mismo vio tendido Sin alma el cuerpo, del valiente hermano, Y aquella ligereza, que tomando La fiera, fue por ella aminando.
Espanta a FORTUNATO aquella nueva. En el alma sintiendo el afrentoso Suceso de los suyos, y la prueba Brava, que hizo el español famoso, Por otra parte, en murmurar se ceba,El que tiene el fingido pecho odioso, Más por no dar con este canto pena, En otro explicaré lo que se ordena.
Folio 34
De lo que ordenó FORTUNATO, contra el español CURIENO; Y como se juntaron las legiones de la provincia de GALIZIA, a celebrar la fiesta y nacimiento de sus emperadores, DIOCLECIANO y MAXIMILIANO; con los ejercicios que antes de este día hicieron los romanos. Y de las cosas que en ellos sucedieron.
El estimar en poco al enemigo A nadie pudo hacer jamas provecho, Y por esta razón llega el castigo. Contra el que tiene a hacerle más derecho, Presento a la soberbia por testigo De los extraños casos, que ha deshecho, Por no advertir como se debe el punto, Que tras el bien, el mal camina junto.
Que por hallarse un capitán airado No ha de probar sin ojos la ventura, Sino quiere perder, lo que ha ganado, La honra aventurando, y sangre pura. Bien es, ser el varón determinado, Cuando se ofrece al caso con cordura; Más arriesgar su fama por su culpa Es grave mal, de que no habrá disculpa Es grave mal, de que no habrá disculpa.
Si el vano centurión con grave seso, Y no con su arrogancia se midiera, Si el temer, y el osar, fuera con peso, Ni su opinión, ni crédito perdiera. Cuan presto se comete un fiero exceso, Que evitar fácilmente se pudiera; Y así se ve, que el ánimo más fuerte Donde hay desorden da peligro y muerte.
Culpaba-se, y no niego que tenía Lugar la culpa, bien considerado, A este fiero centurión, que había Los suyos sin concierto aventurado, Y al enemigo fuerte la osadía Con el suceso próspero aumentado, Y así al remedio se acudió al instante, Por que no pase el mal más adelante.
Folio 35
Tratan que no se busque en su guarida, Por ser tan transitable y peligrosa, Sino que esté la tierra guarnecida De brava gente, en armas belicosa, Hasta oprimir la cerviz furiosa, Que había sin respeto sacudido Contra el romano imperio y propio nido.
El ARVAS animoso con trescientos Soldados fieros y en las armas diestros Tuvo más que primeros movimientos De echar a fondo con crueldad los nuestros, Por otra parte va con cuatrocientos Soldados, sin temer hados siniestros, El crudo DALVA, a descubrir la tierra, Y a dar a CURIENO fiera guerrera.
El cual si por su parte aventajarse Con valeroso esfuerza deseaba, Y con el español bravo probaste, Que de inquietar la tierra se precisaba, No menos que el desea allí mostrarle ARVAS, que a grandes hechos aspiraba, Pero era insigne en fuerza, y corpulento, Diestro en batallas, y de grande aliento.
A los que van dejemos presupuestos Del centurión pasa murmurando, Que de él y los suyos victoriosos Estén los montañeses braveando, Que si parten triunfantes y orgullosos A la sorda tierra volteando, No les faltará el pago, que merecen, Y así vuelvo a otras cosas que se ofrecen.
Por que conviene, no pasarse en forma, Ni usar la brevedad en obra larga, Aunque se embote cabecee la pluma Con la abundancia, de la grave carga, Más será cuanto siga breve suma, Respecto de lo mucho a que se encarga Si mi deseo no se toma en cuenta, Que, cuando menos puedo, más me alienta.
Era costumbre antigua, y observada Con gran esfuerzo, y aparato extraño, Ser una imperial fiesta celebrada Por la gente de guerra cada un año A honor del nacimiento dedicada De sus emperadores, (ciego engaño) Que enciende a sus estatuas ofrecían, Y al pesado metal, por dios tenían.
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Era tan general la antigua fiesta, Cuanto, mirado bien, desvanecida, Pues gente en armas y razón compuesta Estaba al vano idolatrar tendida, Y a morir por su falso error tan puesto Como si fuera eternizar la vida, Y no lanzarse en el hinchado Averno Entre hielo perpetuo y fuego eterno.
Pues esta ocasión había banderas En toda la Asia y áfrica arboladas, Y en diferentes partes gentes fieras Devolvió las cabezas coronadas, Y entre las que en Europa las riberas Cubrieron en hileras concertadas Fue la que FORTUNATO apercibía, Y el término Gallego recibía.
A un espacioso sitio, y descombrado Se vienen las legiones recogiendo Con el orden y estilo acostumbrado A su tribuno cada cual siguiendo, Quien más soberbiamente acompañado Puede venir, costoso gasto haciendo, Con gran demostración lo va mostrando, Esta solemne fiesta celebrada.
Plantan por el tendido campo tiendas Riquísimas por orden repartidas, Y de mirarlas hacen mil contiendas Sobre el ser más bordadas y lucidas, Descubre el poder de sus haciendas, En el caballo triscado de bridas, Y gente en el mostrarse la gallarda gente Con bellas plumas em morrión luciente.
Más entre todas la legión Trajana Lleva abiertamente la ventaja, Que, a la que más se representa ufana, La deshace, oscurece, y la baraja, Como a la negra sombra la mañana, Tanto que al más gallardo pecho ataja, Que aficiona la vista y los deseos Con la primera labor de sus arreos.
En cuanto al punto festival se llega, Y del altar se acaba el aparato, Donde había de hacer aquella gente ciega Su ceremonia con humilde trato Mirando junta en la espaciosa vega La más granada y fuerte, FORTUNATO Hizo señal de hablar, y estando atenta Así la voz soltó, que el pecho alienta.
Folio 37
Ya es notorio ínclitos varones, Lo que en este lugar hacer solemnes, Bien es con humildes corazones Nuestros emperadores veneremos, Donde a sus augustos bulto justos donde es Con pura voluntad ofreceremos, Según suele ofrecernos todo el mundo Es tan imperio a la fiesta y día jocundo.
Pero del carro de Titan primero Huya dos veces la luciente aurora En tinieblas dejando es hemisferio Donde la contrapuesta gente mora, Antes de que este año el día postrero Llegue, para cumplirse, y así ahora Me parece, que es cosa que convenga Que el tiempo en ejercicio se entretenga.
Aquí la flor, la juventud, el brío, Valor, ánimo, esfuerzo, y valentía De Roma ocupa este distrito mío Con gran contento, y mucha bizarría, Una cosa se deja a mí albedrío, Que del ocio y descuido se desvía, Y es que unos con otros se ejerciten, Y en belicosos juegos se habiliten.
Se verá quien más término a la lanza Dará del fuerte brazo sacudida, Quien en la barra, más ventaja alcanza, Y se aligera, y vence en la corrida, Quien en la lucha tiene más pujanza, Y a caballo mejor rige la brida, Que el que fuere más que otro señalado Con digno premio quedará premiado.
Esto les dijo, con semblante ufano, Y fue con gran aplauso recibido, Rompe en señal de aceptación en vano Viento un confuso y popular ruido, Repartiesen palizas por el llano Como por FORTUNATO es elegido, Y el lugar que para esto les iguala, Conforme a cada prueba lo señala.
Entre las estacadas a una banda, Donde estaban cuatro robles encumbrados, Hacer un espacioso teatro manda, Cuando los precios sean manifestados, En tanto que esto ordena el rumor anda De los bizarros mozos esforzados, Que cada cual se apresta a aquel oficio Donde más honor espera en su ejercicio.
Folio 38
Fué la primer conquista señalada, A los que habían en lucha de de probarse, Y estando y a la gente sosegada, Y en su puesto acabada de sentarse, ZUIQUEMIO, un barón de señalada Fuerza quiso primero aventurase, Y sus ricos vestidos despojado, Quedó en camisa el cuerpo blanqueando.
Salta en el campo con gentil denuedo, No pensando vender su honor barato, Y en alta voz sin genero de miedo, Hizo una gran mesura a FORTUNATO; Diciéndole señor cabal es el ledo Premio, que al vencedor le será grato. Que ver, firmadas, quiero por mis ojos Si venzo de mí gloria los despojos.
El grave FORTUNATO, conociendo Aquel valiente lo ven arrogante, Que en su legión su crédito creciente En el cual que mas tiene, va adelante, Con sesgo pecho su razón oyendo, Le señaló un riquísimo turbante, Que va tiempo de africanos fue ganado, Y desde muy entonces estimado.
Diciendo con la joya alta en la diestra, Que de escucharle todo el choro gusta Si fortuna a ZUIQUEMIO no es siniestra, Y la enemiga espalda en tierra asusta, Y las sulas al cielo abierto muestra Libres de ofensa, que esta prenda justa Le espera; y si al contrario le sucede, Con talla el vencedor por suya puede.
Al largo prometer del don precioso,Que que inestimables piedras contenía Sobre oro con engaste artificioso, Que a cabeza de rey pertenecía, Salió un soldado de honra codicioso, Que por la amontonada gente hendía, Llamado el valentísimo ROLANDO noble sangre el romano bando.
A quien mejor que a mi le pertenece, ¿Dice soberbio, el don ilustre y raro? Ni quien más dignamente lo merece, ¿Aunque a ZUIQUEMIO le costase caro? Y si otra cosa a alguno le parece Salga también que presto verá claro, Que largo lica fuerza del THEBANO No sufrirá la mi mano a mano.
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Estas razones confirmar bastaba, La ostentación de su volumen en grueso, Y la altura, que más se señalaba, Que alguna otra de aquel gran confeso, Y con tal proporción le contemplaba, Que no había en parte de su cuerpo exceso, Y así estiman la espalda y loan el pecho, Y aunque robusto el gesto, por bién hecho.
Cuando ZUIQUEMIO vio representarse Tan potente enemigo en la estacada, La sangre por las venas sintió helarse, Más presto acude la vergüenza honrada Y el natural esfuerzo a recobrarse Dejando la flaqueza afeminada. El vil temor la altiva frente esconde, Y el enemigo bravo así responde.
Al generoso corazón no ofende Nervoso miembro, ni la voz horrenda, Que entonces el valor más de defiende Y en razón y fuerza se encomienda, Cuando soberbia y cólera pretende Que al pecho la pasión mortal encienda, Y así, aunque quieras, no serás bastante A quitar de estas manos el turbante.
Diciendo estas palabras con ardiente Vigor se arroja de un ligero salto, Y con gentil de nuevo, y continente Se ofrece bravo al peligroso asalto, Venía a este tiempo rebatiendo el diente Lleno de odio y de paciencia falto ROLANDO contra él, la tierra hundiendo, Y en ella firme el pie se va imprimiendo.
Doblan los cuerpos, y los brazos tienden, Con movimiento de compás seguro Andan, revuelven, miran, y pretenden Entrar y asirse, con esfuerzo puro, Cuando unos brazos van, otros descienden, Hasta cebarse en el oficio duro, Por los morcillos las valientes manos. Dando mil tientos, pero todos vanos.
Era ROLANDO en fuerza aventajado, ZUIQUEMIO en la destreza, sin segundo, Y así ambos dos se han conservado En igualdad con un valor profundo, Cuando el uno acomete al diestro lado, Y va en la ejecución más furibundo, El otro está aquel daño remediando, Y al contrario la treta ejecutando.
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El animoso brío se acababa, Y el engrosado aliento los encubría, A cada cual la fuerza le faltaba, Y de intentar la ofensa se temía. Ya por los hondos pechos resonaba Un ruido, y el ronco son se oye, Cuando ROLANDO en la pesada guerra, Tropezando tocó la espalda en tierra.
No de otra suerte que elevada torre. Que estriba en no seguro fundamento Contra la lluvia y tempestad que corre, Con uno y otro bravo movimiento, Cuando faltando del no se socorre, Queda en el suelo retumbando el viento, Tal ROLANDO cayo con fuerza extraña Midiendo el cuerpo la campaña.
Alzo-se, fuego por los ojos dando, Y blancos espumosos por la boca, Y en peso a ZUIQUEMIO levantando, De si lo despidió con furia loca; Los labios muerde, el suelo está mirando, Y contra sí el infierno horrible invoca, Como si aquella rabia desmedida, Le fuera algún remedio en su caída.
El vencedor demanda su turbante, Aunque cansadamente respiraba, Y con el que ha quedado tan triunfante, Que provechoso honor y aliento allana. En este Celio de ánimo arrogante Con fuerza acompañado lo miraba, Que del famoso hecho fue testigo Con envidiosos ojos de enemigo.
Y como está a la obra aparejado, No pretende en razones detenerse, Y más viendo un collar de oro labrado, Por premio de la lucha proponerse, Y habiéndose de aquí y de allí buscado, Para más firmemente acometerse, Llegan, cual bravos toros en dehesa, A pelear celosos por la presa.
Las manos diestras cada cual al cuello Del otro rigurosamente se echan, Y el desdichado Celio, sin quererlo Las suyas ocupó donde no pudo hacerlo, Según las fuertes del contrario estrechan, Que al mismo punto levantad en vuelo Le hizo a su pesar probar el suelo
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Tampoco en este tiempo se holgaba En el puesto a la barra concedido, Que concedido, Que por membrudos mozos se tiraba, Y el derecho a cada uno es mantenido, Que allí se juzga y premia al que graba, De mucha gente el término ceñido De los que aquel oficio se aficionan, Como otros que la lucha no perdonan.
Curcio solado de valiente prueba De tre barras tomando una mediana, Tiro con ella, y tal ventaja lleva, Que a más de veinte que han tirado gana, Y en la larga señal y raya nueva, Que a mil espanta, y a su dueño ufana, Quiso probar el brazo y su destino HERMIO español, que a ver las fiestas vino.
De los fornidos hombros derribando El manto, toma la más gruesa barra, Y a tiempo a media vuelta la arrojando, Lejos de allí gran terminó la es barra, Ocho pasos al tiro, y más, llevando De CURCIO, la mitad la tierra agarra, La otra en alto levantada queda, Por que más celebrarse el golpe pueda.
Y como si no hubiera hecho, Siendo premiado el cuerpo se ha cubierto, Y dejando aquel sitio, fue derecho Donde en su vigor la lucha ha descubierto; A tiempo que ceñidos pecho a pecho Andaban con terrible desconcierto Probando fuerzas con turbado aviso El gran ZUIQUEMIO y el gentil VERISO.
Que viendo a su contrario ganancioso De más de cinco precios, que ha ganado, Salió a turbarle el hado victorioso Con razón en su esfuerzo confiado. Temió ZUIQUEMIO al joven valeroso, Que en su propia legión se había criado, Y así en valor, esfuerzo, y con cortesía, Cual otro APOLO, y Marte parecía.
Mas no mostrando de flaqueza un punto, Con el a brazos se mantuvo tanto, Que de VERISO parecía el asunto En la destreza y en sufrir quebranto, Y echando entre ambos todo el resto junto De su poder con admirable espanto, Metió ZUIQUEMIO por la hierba diestra La diestra mano y la siniestra pierna.
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Quiere se levantar, y no ha podido, Que más valor VRISO y fuerza alcanza, Recio de la cabeza y cuello asido, Que al suelo inclina, y toda su esperanza; Como Acheloo al tiempo, que vencido De ALCIDES fue con ánimo y pujanza, Que siendo últimamente transformado En toro el cornucopia le ha dejado.
Notan a costa tuya te quisiera Poner tan mal parado mozo bello, Dice VERISO más la verdadera Fuerza, que tienes, causa ha sido de ello, Levanta el cuerpo, y mi suceso espera, Que el puesto en que sucedo, defender lo Pienso, pues que me ha dado el sumo cielo Victoria de ZUIQUEMIO en este suelo.
Eesto Diciendo a FORTUNATO ruega Que el premio se le dé si lo merece Y tras el sosegadamente llega HERMIO a escuchar, y ver lo que le ofrece, El presidente su razón no niega, Y así un rico morrión, que resplandece Cual oro puro le entregó en la mano, Que fue de VIRIATO el Lusitano.
En tanto que lo mira y se contenta Del premio, que por cuyo fue lo estima, HERMIO entre sí de cólera revienta, Que el Portugués trofeo le lastima Viendo que a España le resulta afrenta Entre las que le da el adverso clima Que en juegos los despojos Lusitanos Se den por precio y burla a los romanos.
Más encubriendo el encendido fuego, Que no era tiempo aquel de declararlo, Dijo con ira, que le tiene ciego Lo visto, y el dolor de no mostrarlo. Tú VERISO has ganado en igual juego Este morrión, que debes estimarlo, Y yo esta cinta de oro recamada En tiro de barra conquistada.
Esta te lucho a la primera caída Con el morrión del bravo VIRIATO, Y por ahora quede suspendida La joya que ha de darnos FORTUNATO; Del gran VERISO su razón oída Viene fin más acuerdo en el contrato, Que le dio en rostro la española traza Mandando el presidente hacerles plaza.
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Y apunto estando como se desea, Y conviene, y merece la conquista, Por los robustos miembros se pasea Del uno y otro la agraviada vista, No fieros tigres vienen a pelea Que con tal furia cada cual invista, Como ellos, y los nudos que se dieron De yedra en muro iguales no se vieron.
Cada cual el vigor del otro prueba, Fundado en engaños y en destreza, Cuando este a aquel, y aquel a este lleva, Dando vuelta y revueltas con braveza, Que los estrecha, cuando más se ceba Descubriendo tan rara fortaleza, Que no puede haber más que detenerle Ni de fuerzas humanas que esperarse.
Pierden la primer presa, y anudados Con otros nuevos lazos se quedaron, Y los desnudos pechos afirmados Con cuidado los pies se retiraron. Cuantos remedios fueron intentados, ¿Cuando a tiempo la pierna enclavijaron? Y cuantas veces por su mal tiraba, El pie, que el enemigo pie burlaba.
Entran y salen con braveza extraña Aquí y allí los cuerpos fatigando, Que río de sudor negro los baña Aquel duro trabajo sustentado, No basta fuerza, ni aprovecha maña, Ni andar el pecho flaco retentando Para caer, pues no se determina A quien fortuna, de los dos se inclina.
La ejercitada fuerza se acababa, El vigor y el aliento fallecía, Cuando HERMIO en su cansancio declaraba Nuevo poder con nueva bizarría, Y a VERISO, que un pie le atravesaba Sobre él con tal presteza revolvía, Que le metió en el suelo el diestro lado Quedando el fiero HERMIO arrodillado.
Y de esta vez VERISO el el Lusitano Precio conmigo quedará forzoso, Presto desiste del trofeo ufano, Y ves adverso el hado venturoso, Quita del cuello la rebelde mano No de a tus ojos el mortal reposo No intentes más defensa, que es locura Probada contra HERMIO , Y su ventura.
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Dichas estas razones, con más fuerza De VERISO pretende apoderarse, Que en tanto estrecho bravo se, esfuerza De nuevo procurando mejorarse; El cual fiero responde, antes que tuerza Tu brazo el mío y pueda aventajarse, El premio dejarás, que arrodillado Quedaste, sin haberme derribado.
En tan dudoso punto los romanos Amigos de VERISO se llegaron A él, y con astucia y duras manos Des partiendo sobre HERMIO le arrojaron, Hirviendo gente, dando gritos vanos Al valiente español atropellaron; Que donde la pasión con fuerza ayuda La buena suerte, se trastoca y muda.
Entre la turba en uno conjurada Saltó en aquel punto un español valiente De algunos que a la fiesta celebrada Llegaron de la parte de poniente, Y con razón su cólera incitada Sin respetar lugar ni presidente Quiere morir por HERMIO en aquel punto, Y socorrerle contra el bando junto.
Y al que más cerca halló la mano echando, Con fuerza tan terrible le ha arrojado, Que por entre los otros fue rodeado, Abriendo plaza, en el montón cerrado; Entra, y con ambas manos arrebatando A otro envía turbado el verde prado, Y a otros tres que fueron más valientes Sangre escupiendo con algunos dientes.
Con tanto hervor, con tanta fortaleza Y arrebatada furia esto hacía, Que cual el pensamiento en ligereza Fiero de aquí y de allá se revolvía, Descubre, aparta, y libra, con braveza A HERMIO fuerte que con rabia ardía, Y con sañudo aspecto, alzo el torrente Así diciendo a los romanos gente.
Tal sin razón en tan segura parte Entre bárbara gente no se usara Que meterse a hacer daño el que departe Ha sido traición, y ofensa rara. No ha introducido esta costumbre Marte Entre la sangre de romanos clara Sino un descomedido atrevimiento Indigno de tan alto ayuntamiento.
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El desenvuelto acometer brioso, Y breve razonar soberbio y grave. De aquel barón de ánimo furioso En quien valor esfuerzo y valor cabe, Aquel bando cubrió con vergonzoso Velo, que hablar ni responder no sabe, Que es bien que confusión y afrenta pruebe, Quien sin respeto rompe lo que debe.
En esto airado FORTUNATO manda Con los demás tribunos desviarse De los romanos la atrevida banda Y al valiente español asegurarse; Y tal la información del caso anda, Que clara la pasión pudo mostrarse, Pues del juicio a HERMIO se despinta El morrión Lusitano y rica cinta.
El cual callando y de congoja llena El alma, encubre aquel notorio agravio. Donde quedó cociendo en sí la pena Sin desplegarse el espumoso labio, Pospuso la venganza en mala o buena Ocasión, que se ofrezca, y como sabio Se ausentó luego, y la intención que lleva. No la piensa mostrar hasta la prueba.
Los romanos del gozo recibido, De que a VERISO el premio se le diese, Van por el campo con alegre ruido Descubriendo lo que en alto, que se viese, A la sazón que el sol ha concedido A la sombra licencia que asistiese, as del descanto que Más del descanso que a ofrecerles viene Tomar alguna parte me conviene.
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En este Canto se acaban las comenzadas fiestas y regocijos, y se da principio (con particular contento de todos los romanos) a la solemnidad y culto con que celebraron y honraron sus emperadores DIOCLECIANO y MAXIMILIANO; Y de lo que sucedió antes que se acabase.
Pasión intensa, envidia infructuosa Casa de maldición de despecho, Más que la vil pobreza fastidiosa Si da de golpe en un hidalgo pecho, Afán que a la dolencia trabajosa Excede y pasa tu mortal estrecho Donde fatigas, al que vas voy yendo ¿El corazón, y el tuyo deshaciendo?
Por donde entraste dí, quien te ha engendrado, Que no hay lugar seguro de tu ira, Ni campo armado ni real estrado Donde tu maldito aliento no respira, Que cuando ves alguno estar medrado Allí tu carcomida rabia tira, Tanto del bien (en fin) eres ajena Cuanto es lo malo de la cosa buena.
Tu trazas que lo grande sea pequeño, Y lo que es poco salga de medida, Haces lo verdadero, que sea sueño, Y la verdad mentira conocida, En llena plaza, ni con rico dueño No estás contenta, ni andas entretenida, Vives sedienta, mueres fatigada, Y abrazas mucho sin que aprietes nada.
Tu perturbas paz y la justicia, Mueves a ejecutar cien mil castigos, Tuerces la vara, ayudas la malicia, Haces como interés falsos testigos, O abominable puerta de codicia Pues todo es vano amigos y enemigos, Quitas placeres sin tener contento Fuego del mundo y del infierno asiento.
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No has visto en lo que vienes a mostrarte Y hasta en lo que te ocupas de esta fiera, Pues fuiste contra HERMIO odiosa parte ¿Para turbarle el galardón espera? Que tanto que tanto tu ponzoña se reparte En los que miran la ocasión ligera Que lo juzgan conforme a tus antojos Con pechos duros, y turbados ojos.
Dejo los aunque alegres agraviados Si bien se mira la pasada suerte, Aquel fiero español, que destrozados Por él fueron con brazo duro y fuerte, Del cual no pretendieron ser vengados Ni el que cayó, ni el que sangre vierte, Que el premio por VERISO conseguido Fue paz segura en el vidrioso ruido.
Pues siendo por sus cursos ya pasada La quieta dora del trabajo humano Y del albergue de Titan alzada, La roja aurora con semblante ufano Anunciando de Efebo la llegada Que el mundo ilustra con dorada mano, Los romanos sus tiendas desocupan Y con cuidado el ancho campo ocupan.
Y estando ya la gente recogida En el puesto y lugar que convenía. Representaron para la corrida Treinta bizarros mozos, que a porfía Querían tomar primer la salida. Que el juvenil ardor aprisa ardía. Más fue les corregido con concierto El vano pretender con desconcierto.
Dada esta orden dice el presidente Nadie gallardos jóvenes (prometo) Me ha de quedar sin premio conveniente Midiendo el merecer con el efecto, Y sobre todos goce dignamente El que más agil fuere y más perfecto En ligereza con feliz agüero, Este dorado arnés de fino acero.
Diciendo estas palabras al momento Se da igual raya con cuidado presto Mostrando les el fin del movimiento Que esta rojeando en el contrario puesto, Apartase la turba con contento. Comenzase a correr, pero yo en esto No pienso referir los uno a uno Que van corriendo, y sería importuno.
Folio 41 (48)
Unos ganando precios, y perdiendo Otros, vino a acabarse la cuadrilla, En la plaza quedando presidiendo El ligero CONSTANCIO, y fiero ORSILLA, El uno contra el otro pretendiendo Mostrar quien más veloz el suelo trilla Con ellos a probarse salir quiso El diestro ZUIQUEMIO, y el gran VERISO.
Meten se en ala, sin ventaja alguna Y hoy da la señal van igualmente Con curso más veloz que el de la luna Los pies moviendo con turbada frente, Los ojos puestos donde donde a la fortuna Cada cual ruega piadosamente Que le deja llegar libre primero, Que el que pasa adelantado ligero.
Iba delante ORSILLA caminando Que no la planta en tierra señalaba Y al diestro lado le iba respirando VERISO, que más leve que el volaba, Y a CONSTANCIO ZUIQUEMIO, atrás dejando A todos los demás se aventajaba Cuando le impide su áspera ventura Lo que su ligereza aligera.
Había sido del aura riguroso Un grueso roble de raíz llevado Dejando el hueco engaste peligroso De tierra movediza embarazado, Yendo ZUIQUEMIO altivo y victorioso La vista al fin del puesto deseado, El diestro pie sin vello en el encaja, Y el duro suelo el gesto y cuerpo ultraja.
Iba detrás VERISO y jadeando Como aquel que su claro honor estima Y a caso tropezó no mirando En ZUIQUEMIO, y vuela por encima. Más con presteza el cuerpo levantado A ORSILLA, que pasaba el brazo arrima Con fuerza tal que lo detiene y pasa Dejándolo con furia que le abrasa.
Vuelve a seguir el pretendido intento Cobrando la esperanza ya perdida Y torna la a perder, que va cual viento El ligero CONSTANCIO en la corrida, Que reforzando el curso violento Donde su gloria estaba suspendida Llegó, tocando con la diestra mano La seña a voces retumbando el llano.
Folio 42 (49) Poco después VERISO llegó al puesto Y ORSILLA que con el ya va clavado Detrás venia, de tierra lleno el gesto, ZUIQUEMIO con furor desesperado, Más ha callado, con mirar molesto De negro y verde el pecho matizado, Lo que no hizo ORSILLA que procura Favorecer con voces su ventura.
Los ojos y las manos levantando Pídele den con alto tono premio, Quejas contra VERISO exagerando Con prolijo y gritador proemio, VERISO su defensa sustentando Sobre todo su mal culpa a ZUIQUEMIO, CONSTANCIO por su parte pide el precio De lo demás burlando con desprecio.
Escucha FORTUNATO atentamente Lo que dicen y acá y allá parece, Y aplacado el bullicio de la gente Dio el rico arnés a quien le pertenece, Que fue a a CONSTANCIO, el cual ufanamente Del victorioso don se favorece Y con por la vega campeaba, Y el amigable chero que ornaba.
A VERISO el segundo premio Por serlo en el mostrarse más ligero, Que fue un tazón de oro de oro fabricado, A con esculpido estaba a Marte fiero, Y el animoso ORSILLA se ha entregado Un rico alfanje precio del tercero, Con que templó la ira que tenía, Y el vivo fuego que en su pecho ardía.
Más a ZUIQUEMIO viendo suspirando Por la desgracia del pasado juego, Y las claras señales que mostrando Estaban su desdicha y correr ciego, Un escudo fortísimo tomando Con amoroso rostro y blando ruego Se lo engastó en el brazo sin quererlo, Echando le después la cinta al cuello.
Más poco satisface a un penacho honroso, Que la fortuna adversa le ha mentido En el acto que iba victorioso, Quedar con artificioso socorrido, Visto que ordena el hado riguroso Ser el que no pensaba preferido, Y que el más digno quede por su daño Sufriendo a su despecho el desengaño.
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Y así a ZUIQUEMIO no le fue consuelo El premio que llevó por cumplimiento, Más del suceso solo culpa al suelo Donde cayó, y nació su sentimiento, Y no al que le juzgó con recto celo Según lo mereció su poco tiento Y encubriendo el dolor con su templanza Se puso a ver el tiro de la lanza.
Que por robustos mozos comenzado Andaba con hervor y gallardía, Mostrando altivos con de nuevo airado, Que ganar premio cada cual quiera. ORPACIO joven de ánimo estrenado Contra el más ganancioso se oponía Echando fuera libre de embarazos Fornidos pechos, y valientes brazos.
De cuatro gruesas astas que en llano De un peso estaban y un nivel sacadas, A romper y herir del viento vano Por el herrado regatón hincadas, Cogió la una con la fuerte mano Y retirando atrás ciertas pisadas Las vuelve a encaminar para adelante Con gentil aire y poder pujante.
Que cual de la ballesta dispara La vira, sale la nervosa lanza Por la región del aire encomendada Con singular y altísimo pujanza Hasta quedar temblando en tierra hincada Donde había prometido la esperanza, Que siete largas astas se parece Del tiro que más largo se le ofrece.
Crece un rumor loando algún ORPACIO, Que a ORPACIO hasta las nubes levantaba, Y con la admiración un largo espacio El probarse aquel tiro se dudaba, Hasta que sale el animoso Dacio Que la vista de muchos ocupaba, Que conocen y saben su destreza Y su extremado brío y fortaleza.
Que con gallardo continente asiendo De la segunda lanza desde el puesto Y raya hecha, atento está midiendo El dilatado tiro contrapuesto Y atrás el brazo y pasos revolviendo Y cobre el hombro diestro sesgo el gesto Lo vuelve a componer los ojos dando Con el codicioso tiro va guiando.
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Por el aire diáfano volaba Sesga la lanza cual ligero viento, Más cuando al suelo se declinaba No fue cual se esperaba el movimiento, Que muy atrás el curso refrenaba Siendo más que la obra el pensamiento Y el vano prometer que le ofrecido El ganar poco, y mucho lo perdido.
Quedó de este suceso Dacio triste, Y alegre el fiero ORPACIO y confiado, Pero Mileno sosegado enviste Con la tercera lanza demudado, Que el odio oculto a su pesar resiste Del agravio contra HERMIO ejecutado,Este era el español gallardo y fuerte Que por librarse ofreció la muerte.
Estando atenta aquella imperial junta La vista puesta en el gentil mancebo A quién de barba un rojo vello a punta Primicia ufana de su fruto nuevo, Tocando en tierra la acerada punta La asta ha enderezado en un acero Y a su tiempo con presta arremetida Fue del potente brazo sacudida.
La cual con gran ruido dividiendo El aire entre dos aires va volando, Hasta que su vigor desfalleciendo Se hincó en la tierra, al viento tremolando, Y el tiro famosísimo midiendo Hallaron que al de ORPACIO está ganando Con más de siete astas que le lleva Para mayor, honor de su alta prueba.
Nadie la cuarta lanza se atreviera Alzar para tirar que era locura Si el valiente ROLANDO no saliera, Que aun el despecho de la lucha dura; Y con ostentación y muestra fiera La arrojó de su mano a la ventura Con tal braveza que la gente espanta Y ella crujiendo al cielo se levanta.
Dejando bella ira a ORPACIO frío La pujanza del tiro conociendo, Y en ver partir la lanza con tal brío Quedó MISENO el color perdiendo, Más a este tiempo con feroz desvío Vibrando se de punta a punta yendo No se cual dios, cual aire o cual destino Rompió la lanza al fin de su camino.
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Cual cohete de pólvora encendida A la región del aire levantado Que revienta con hórrida estampida Cuando más recio el fuego va inflamando, tal fue la lanza sin razón rota En el estruendo que dio cuando ha quedado Ocupando en tres partes el terreno Cerca del largo tiro de MISENO.
El miserable caso, el pecho tiene Del terrible ROLANDO congojoso, Y con con el perdido tiro se contiene Llegó no menos presto que furioso. Y como la esperanza no previene Al remedio que vio dificultoso, No son para mí burlas (dijo) cierto Sino armas y guerra en campo abierto.
Esto decía a voces atronando Los que escuchan y atienden su braveza, Con ásperas palabras despreciando El juego que no está fino en destreza. Más con todo esto algunos de su bando En su favor revuelven con firmeza, De manera que el tiro hecho pedazos Las hace a percibir los fuertes brazos.
Más FORTUNATO visita la contienda Que se fraguaba de pasión extraña, Mandó que nadie su opinión defienda Pues su razón no muestra sino saña, Que se contenten con que claro entienda ROLANDO su gran fuerza y poca maña, A la cual echa culpa de no darle El precio que pudiera adjudicarle.!
De oro, perlas y rubíes preciados Se dio a MISENO un Hércules pendiente, De quince ramos dobles enlazados De líquido cristal y oro luciente, Y tres muy ricos mantos recamados De oro sobre púrpura de oriente, Al áspero ROLANDO y bravo ORPACIO Y al tercero que fue el bizarro Dacio.
Con esto se paró la gente inquieta A probando por buena la sentencia, Y al punto el ronco son de la trompeta Les hizo en los oídos resistencia, Que avisa a cada cual se aparte y meta Donde pueda gozar de la excelencia De la romana compañía gallarda Que hacer la entrada de a caballo aguarda.
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Cuatro escuadrones vienen ornados De cada cien caballos escogidos Co ricas armas, yelmos relevados De plumajes hermosos proveídos Mozos apuestos, diestros esforzados Y en las cosas de veras preferidos. Y así con gran aplauso recibida Fue aquella ilustre juventud florida.
Después de haber en torno la estacada Con gentil postura paseando Cada cuadrilla al puesto retirada. Fue el claro son de arremeter tocado, De tres a tres la fiesta comenzada Con brío ardiente y ánimo estrenado Va poco a poco su furor creciendo Los unos a los otros socorriendo.
Por que estos cierran bravos con aquellos, Y aquellos vuelven fieros contra estos Haciendo trenzas y paseo entre ellos Con orden admirable en todos puestos; A unos rompen, otros no hay rompiendo, Aquí la espada y a cuya la lanza Con destreza valor
Hasta que finalmente se mezclaron De todas partes con furor terrible, Y no en escaramuza los juzgaron Sino en batalla áspera y horrible, Y tras la tempestad con que chocaron A dada su braveza incorregible, Y muchos en la silla vacilando Y las crines algunos abrazando.
Que ya sobre este, aquel se señala Con fuerte brazo e ímpetu furioso, Y a el otro de cansado le paraba Que recibir aliento le es forzado, Y a el ruido los oídos atronaba Y el inoportuno son era penoso, Y por cualquier parte el verde seno De las doradas piezas está lleno.
Y a los caballos de sudor bañados Y de sangre cubiertas las ijadas Dejan por donde pasan fatigados Del grueso aliento nubes congeladas, Cuando habiendo pasado señalados Hechos, y hecho presas extremadas, Se tocó la señal de recogerse Y a los primeros puestos componerse.
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Los cuales con esfuerzo y gentileza Al punto se recogen en efecto Mostrando en esto no menor destreza Que en el obedecer humilde afecto. Y en corregir su furia con presteza Fue el uso militar muy más acierto Eternizando la juvenil llama Con nombre eterno y con perpetúa fama.
Después de haber con ánimos ufanos Tratado del herir y retirarse Consulta FORTUNATO a todos los más sanos Juicios, sobre quien ha de premiarse, Y hallando entre los más cuatro romanos Que fue cosa notoria aventajarse Les dio doce caballos extremados De ricas guarniciones adornados.
Acabada esta fiesta acabó el día De aquella vez el curso acostumbrado, Y la gente a su estancia discurría Tratando del combate celebrado, Con nuevo hervor y espíritu querría Decir lo que pretendo y con cuidado, Que lo que pretendo y con cuidado, Que el fin del blanco donde voy guiando Ya me parece que se va acercando.
Cuando la aurora con rosado velo Rompiendo sale la tiniebla obscura Rayando de colores mil el cielo Y toda la terrestre compostura Se comenzó a cubrir el galio suelo Del vivo resplandor, suma postura De aquellos valentísimos soldados Para la imperial fiesta convocados.
Con ricas armas y penachos bellos Y laureadas sienes se mostraban, De suerte que se mira claro en ellos Su valor y el día que celebraban, Los diestros hombros y engolados cuellos De aquellos centuriones ilustraban Los riquísimos bálteos con colgadas Van al lado siniestro de espadas.
En una parte llana y conveniente Se vio patente un trono levantado, Que el oro que lo cubre no consiente A los rayos del sol ser comparado. A cuando estaban a la vista de la gente Dos estatuas de oro bien labrado, Mostrando en ellas la maestra mano, Al vivo DIOCLECIANO y MAXIMIANO.
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Para llegar a ellos se subí Por ricas gradas espaciosa Adornadas de plata y pedrería Con mil labores por extremo hermosa, Cuatro calles de mármoles había Por donde las legiones valerosas Entrar pudiesen sin interrumpirse Al pasar, ofrecer, y revolverse.
La columnas estaban esculpidas De la victoria habida de CARISO Las fuerzas egipcianas destruidas También descubre el bulto alabas trino Y las armas de Sármatas rotas Obedeciendo humildes su destino Godos perdiendo y Escitas sus aceros Con Persas, Carpos, y los Otos fieros.
Las últimas estaban declarando Aquél Soberbio día cuando entraron En Roma, con honor sumo triunfado Por el premio de los hechos que acabaron Carros, y vasos de oro relumbrando Delante llevan y armas que ganaron Y las mujeres y hijos de Persiano Rey, que oprimieron con valiente mano.
Con otras mil historias, que dieron Con valerosos pechos sin honra, Y así por entre mármoles subieron A hacer su oficio y rito pernicioso, Las rodillas primeras que se dieron Al rico trono, y manos que oloroso Incienso ofrecen, sin mostrar ornato, Son las del presidente FORTUNATO.
Yendo pues los tribunos coronados Por sus antigüedades ofreciendo, No con coronas cívica adornados Ni el mural de oro reluciendo Ni la castrense premios señalados, Al que uno no libertó, y entró rompiendo Primero en los reales con su espada, Ni la de oro en la naval ganada,
Ni aquella sobre todas de más fama Dada por libertad de mucha gente Obsidiana l de retorcida grama Que dejaba renombre eternamente,Ni la adquirida con ardiente llama Con que triunfando entraba digna mente Sino con la corona que llevaban Los hombres, que a los obres adoraban.
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O San Cristisimo Dios que es lo que cuento. Que a las estatuas de hombres del infierno Honrasen de tal suerte el nacimiento Mereciendo vivir en fuego eterno, O perversa invención, dañado intento Con bien parece que tenía el gobierno El tenebroso capitán, que reina Con afecto horrible sus culebras peina.
Pues ya que los tribunos acabaron Su ceremonia con humildes pechos, Cuando los centuriones comenzaron Pata el teatro a caminar derechos, Súbitamente todos se alteraron Casi con rabia y turbación deshechos, Por que uno de ellos dice que es cristiano Y en público reprueba el rito vano.
Esta gran novedad y atrevimiento De ellos como la muerte aborrecida Hizo parar el loco ofrecimiento Tan venerable mente perseguido, Crece el rumor, y va llevando el viento De un escuadrón en otro el sucedido Caso que espanta, y el canto aguardó Al otro canto por que en este tardó.
CONTINUAR. Cantos: VI-VII-VIII-IX y X
CONTINUAR. Cantos: XI-XII-XIII-XIV y XV
CONTINUAR. Cantos: XVI-XVII-XVIII-XIX y XX
CONTINUAR. Cantos: XXI-XXII-XXIII-XXIV y XXV
CONTINUAR. Cantos: XXVI-XXVII-XXVIII y XXIX