Rebelión de Curieno con Roma

iglesia-san-marcelo-león-bernesga Iglesia de San Marcelo de León.


Folio 116

CANTO UNDÉCIMO.

Que declara lo que pasaron con el tribuno y presidente Deogiano, sucesor de Fortunato los tres valerosos caballeros de Cristo, Claudio, Lupercio, y Victorico hijos mayores de San MARCELO: y de la suerte que padecieron martirio por defender su católica fe. Refiere se así mismo el suceso que tuvo la bendita Santa Nona su madre, juntamente con una hija suya yendo a ver la muerte de sus hijos.

Que descienda la grave piedra dura Al centro oscuro de la fría tierra, Que suba el fuego a la mayor altura Con ligereza, el viento haciendo guerra, Que vaya con ruido el agua pura Corriendo el hondo mar a donde se encierra No es mucho, suceder esto con tino, Que van siguiendo el natural camino.

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Más lo que causaría extraño espanto, Si la piedra por si fuese volando, Como si el natural fuese buscando, Y el fuego vuelto hacia el terreno manto En sus frías entrañas abrazando Sus dos contrarios, estuviese ardiendo, Y el agua atrás el cuso recogiendo.

Solo en el ser que Dios al hombre ha dado, Siendo como es un ser tan excelente, Que salte la razón de que es dotado, Y sobre a cada paso el accidente, Aquí y allí ocupándose el cuidado, En aquel mar y el otro que consiente No hay quien repare ni se admire de ello, Más que si cosa justa fuese hacerlo.

Así no esta del bien la senda hollada Pues de ella casi rastro no parece, Y si llega de un justo a ser pisada Como una cosa rara resplandece La obra santamente ejecutada, Que ante los ojos de los hombres crece Con estampida, no de otra manera, Como si Dios por ellos no muriera.

O bien afortunado San MARCELO Santo glorioso, digno de memoria, Que en la caduca vida de este suelo Hallaste senda de la eterna gloria Por ella guiando con piadoso celo Tras nueve hijos, que cantó mi historia Para no errar por tan estrecha vía El imperio de la Hierarquía.

Para otros tres, a quien mi canto aplico De ti, y de santa Nona hijos primeros San Claudio, San Lupercio, y Victorico, Que en la orden de decir llevo postreros, Me da saber, y aliento te suplico, Que con violencia por ministros fieros Delante están del grave Deogiano, Por seguir la doctrina de tu mano.

El cual vino a León por presidente Y tribuno, después que Fortunato, Y con mayor poder contra la gente bautizada, a quien dio mortal arrebato, Que prendió Fortunato al excelente MARCELO, y no juzgo su desacato; Y este gran Deogiano ejecutaba Su furia, en los cristianos que hallaba.

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El cual como de hecho perseguía El católico, fiel y santo bando, Y a cosa más su furia, no atendía Que andar fue santa vida molestando, Ei furor descubriendo, que podía Cristianas ocasiones deseando, Y una que estima en mucho ha sucedido De los presos, que atrás he referido.

Y como de la presa codiciosa Viniese aquella turba alborotada, Daba voces, contenta y orgullosa No menos que atrevida y desmandada; Quieta el juez la gente escandalosa Con rostro grave, y con la voz templada, Y callaron, mostrando el gran contento Que goza de haber hecho el prendimiento.

Y luego al mismo punto el insolente Con mucha gravedad se aseguraba, Envuelta en un soberbio continente, Que a los santos con el amenazaba; Y ellos están con generosa frente A un turbión, y otro que pasaba Sufriendo y resistiendo con paciencia, Que estaba allí en sufrirse la excelencia.

En esto Deogiano des cogiendo La voz, que refrena ímpetu ardientes, El sesgo pecho no descomponiendo, Aunque se quiere abrir con accidentes, Por el silencio el tono va rompiendo, Atentos escuchando los presentes, Estas razones forma su garganta, En su favor contra la iglesia santa;

Obedeciendo, mozos atrevidos A nuestros dioses tanta y cuerda gente De innumerables rey nos entendidos, ¿Que lo dejéis vosotros vanamente? No sabéis, no tocó en vuestros oídos, Que en cuanto rige el humedecido tridente, Y en la tierra que cerca el claro cielo ¿Son celebrados con humilde celo?

Queréis vosotros ser más señalados, O por mejor decir de más juicio, Que los presentes y los ya pasados, ¿Que dieron a sus aras sacrificio? Sois caballeros mal aconsejados En dejar de los dioses el servicio; Por lo que no da honor ni da provecho, ¿Como entró tal error en vuestro pecho?

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Que los medos los sirven, y caldeos, Armenios, Persas, Lidios, Mauritanos, Cartagineses, Cafates, Preteos, Libios, Egipcios, Galatas, Hircanos, Numidios, Licios, Escitas y Sabeos, Labianos, Penices, Nigritanos, Argelinos, árabes, Celesirios, Partos, y Frigios, Tartaros y Asirios.

Y sin la variedad de estas naciones Adoran a los dioses los albanos, Griegos, Moreos, Valaquios, Macedones, Tracios, Polacos, Húngaros, Britanos, Moldavos, holandeses, Burgundiones, Hibernios, escoceses, lituanos, Hesperios, gallos irlandeses, Dacos, Lombardos, Estadianos y Tracios.

Que término es el vuestro tan perverso, ¿Que no hagáis a los dioses reverencia? Lo que guarda y profesa el universo, ¿Queréis contradecir con indolencia? En el próspero caso, y el adverso. Les dan gracias y piden su clemencia, Y vosotros dejáis de obedecerlos, ¿Y por padres y dioses, conocidos?

Diciendo estas razones, corrigiendo La cólera quedó, que le abrasaba, Con un mirar, que va yendo y viniendo, Que el secreto furor manifestaba,En razón de las cosas que han oído En su defensa así le han respondido:

Como no hay sin victoria la corona, Ni nadie sin contienda triunfo tiene, Ni a la contienda, tentación perdona, Ni tentación sin enemigo viene; Así la alta virtud, muy más se abona Poniendo el pecho al mal que la detiene; Y por eso permite Dios que sea Del justo el malo, toquen en que se vea.

Y así su providencia lo consiente, Por que más la virtud sea conocida, Que subas tu de punto locamente Una superstición aborrecida, Como lo es obedecer la gente En su nefasta oscuridad metida Los falsos dioses, y mentira vana, Que pierde el cielo, y el infierno gana.

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Y tu en su lazo cauteloso puesto Piensas que estás seguro de tormenta. No te confíes no, que podrás presto Caer a costa tuya en otra cuenta. Si dices, que es el mundo manifiesto El crudo edicto y fuerza violenta, Dime que honor, que gloria, que excelencia ¿Gozas de un mal peor que penitencia?

De la idolatría vana esta entendido, Fue trato, e invención de la criatura, Que igualarse con Dios ha pretendido, Por donde cayo de gloria en pena oscura. Y como no es el ser que ha recibido De partes hecho, la primer locura, Que intento ha de seguir con tino, Sin que retrogradar pueda el camino.

Y como del estrado resultante Quedó por su soberbia derribado, Donde no hay sino cruel crujir de diente, A pena sempiterna condenado, Busca, rodea, y mira diligente Con la porfía del primer pecado Quien le obedezca y ande en su servicio, Y le adore y ofrezca sacrificio.

Unos con negra sangre derramada Del grueso toro en el ara artificiosa Cumplen humildes, su intención hinchada Con muestras santa, y obra ponzoñosa. De otros con puro incienso es celebrada Su anatema, nefasta y mentirosa; Y estos y aquellos, el demonio lleva Sin entenderse, a tenebrosa cueva.

Y tan gran vanidad piensas Deogiano Que solo es de nosotros entendida, Sabe que el imperio soberano A donde hay y goza, contento, y siempre vida Y verdad y pureza y triunfo ufano, Y hay gracia inmensa y gloria esclarecida, Abominan de tales desatinos La multitud de espíritus divinos,

Que en lo interior del cóncavo encumbrado Les es del cielo empíreo la morada, Que sobre su convexo está asentado Cristo, y su humanidad sacra adorada Por el bando seráfico abrasado Del inestable amor, con el ala echada, Y por los querubines, cuyos senos De sapiencia divina están muy llenos.

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Y aquellos claros tronos real asiento Del sumo Dios eterno y poderoso; Y las dominaciones, cuyo aliento Sirve para infundir lo provechoso; Y aquellas potestades, que sin cuento Quitan impedimentos, y el lustroso Coro de los seguros principados, Que así en con el príncipe en sus grados.

Volverá Dios, confiesa lo enemigo,Que es sol resplandeciente de justicia; Espera su clemencia, y no el castigo, Vence por fe, repudia la malicia. Que en él solo hallarás perpetuo abrigo Que el bien, y el mal, la paz, y la malicia Su virtud reconoce sacrosanto, Que lo mortal, a lo inmortal levanta.

Que a nosotros anima, y nos consuela De su misericordia la esperanza, Sin que sintamos del temor la espuela, Que causa Roma, y el poder que alcanza, Aunque de perseguirnos no se duela Con todo el revolver de su pujanza, Que qué firme está en Dios, como le debe, Es un monte zón, que no se mueve.

Así le van diciendo, y Deogiano Con ceño horrible a su despecho oyendo Y del osado hablar y fervor cristiano Sumo valor y fuerzas conociendo Contra sus dioses, y el poder romano Y en su presencia, por quien van rompiendo Sin respeto y sin orden; y así luego, Les respondió, soplando la ira el fuego.

No hay que hacer caso, no hay que detenerme, Locos, en reprehender vuestra locura, Mía es la culpa vuestro el ofenderme Que hallaste al decir plaza segura. Más no será razón quiera abstenerme Con quien contra los dioses se conjura Y a los césares niega su tributo Con pecho libre y trato disoluto.

Bien sé, ya la memoria, se me ofrece, Que tenéis los cristianos por victoria Que más merece aquel que más padece, Y que en esto adquirís grados de gloria. Y sea, o no sea justo me parece Abreviar vuestra oscura y fea historia Dando castigo breve, y cual contiene A quien por triunfo, los tormentos tiene.

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No aguarda más, y con airado pecho A degollar al punto los condena, No desmayando en aquel duro estrecho Los santos, que el amor vivo encadena. Y así lo muestran, y que más provecho Les será cuanto fuere la pena; Y si volver por Cristo allí les toca La fe del corazón dice la boca.

Y por esta razón arrebatados Fueron del tribunal, donde los juzgaron, Y con recio tumulto encadenados Al crudo sacrificio los llevaron, Yendo por todas partes rodeados De fiera gente armada, que encontraron, Llevando tal rumor y vocerío Que esto da la real ciudad hundía.

Ser gente principal, y bien nacida Y, antiguos ciudadanos, generosos, La virtud de sus padres conocida, Y la de estos mancebos valerosos Dejaba extraña compasión movida En los pechos de hombres poderosos, Deseando aplicar (si era posible) Aquel furioso ímpetu terrible.

Más este pensamiento dehesaba Ver que por ser cristianos se ejecutaba La justicia, que a voces pregonaba El pregonero con garganta enjuta. Y así el más sano intento se ocultaba Contra aquella sentencia resulta, Cuya nueva dura el oído Materno, y corazón triste ha partido.

Dame licencia por que a tí mí pluma Volver, glorioso Santa Nona, quiero; Que aún que es gran osadía, en breve suma, Favor para decir tu muerte espero, Por que el tiempo del todo no consuma El rastro que quedó, del verdadero Valor, por tantas partes descubierto Cuantas te dio ocasión el cielo.

Y así olvidarme un poco determino De los que hallaron dulce el duro caso, Pues con ufanos, siguen el destino De eterna luz que esperan al ocaso Que ya me entregó, y voy por el camino Que vas pisando, con prolijo paso Y el de una tierna hija, que ha quedado, Sola contigo en tan amargo estado.

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Aquel, ya van sus hijos a la muerte, Una vez y otra, oyendo Santa Nona Por el aflictivo seno y pecho vierte Un dolor que el cabello no perdona; Y comprendiendo más la acerba fuerte Con grave ansia su congojosa entona Puesta la mente en el ya muerto padre Siente los hijos, como tierna madre.

¡Oh cuan dichosa! y bien afortunada Llamarse puede (dice muchas veces) La que llevas o muerte arrebatada, Sin ver las muertes que viviendo ofreces, Vida caduca, mísera y cansada, Que tastos golpes ásperos padeces Quien te desea, quien te busca y llama, Quiere trabajo, y sus tormentos arma.

Quien me vio a mi y quien me de ahora Con doce hijos, y esta hija al lado, Unos diciendo madre, otros señora De mi colgados, y del padre armados ¡Oh casa triste!, un tiempo poseedora De tanto bien, o miserable estrado, O paredes, testigos de mi pena Como a mi llanto todo no resuena.

No veis vuestro tesoro ya perdido, Y en todo vuelto todo mi contento En Tingitania muerto mi marido Deseando dulce en mi mayor tormento, Y el bando de sus hijos esparcido Y tres que ponéis el patrio asiento Hoy su belleza ( hay Dios) en amarillo Color convertirá el fatal cuchillo;

Triste de mi, donde buscaré consuelo, Que pueda en tantos tu ves consolaron Amarga suerte, riguroso cielo Que queráis tan acerba pena deprime, Guardando a mi vejez tal deseo mi vida Cuando debía ser con razón pagarme, Conforme a la esperanza que tema ¿De algún descanso, en esta edad tardía?

Que es esto donde, donde estoy, quien me remarca El sentido, y la lengua, vana mentó ¿Hablando en contra de lo que se debe? La frágil carne es, y sangre herviente Que esta desorden, su pasión la muestre Mi bien mi luz, mi Dios omnipotente, Estas razones simples me perdona Por tus clavos, sudor, cruz y corona.

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Que no ha sido esta no la disciplina Santa, que el San MARCELO daba. Cuando con voz tocada de divina Gracia, tu ley al mundo promulgaba, Sino que, aquel que así su pecho inclina Por sangre y por trabajos te hallaba, Pues salen del morir, triunfos de gloria Desatino es llorar se tal victoria.

En este error caí, yo lo confieso, Al primer movimiento que vino Más como respiro de mi exceso Perdón (si es digno de, tal desatino) Seguid hijos, seguid el buen suceso, Que al claustro divinal lleva el camino, Y abre la puerta y muestra los umbrales, Por donde se entra a los chorros celestiales.

No os embarace, o hijos el cuidado De perder presto, aquella ufana vida, Ni os pese de dejar aquel colmado Fruto con que la edad vuestra convida, Ni temáis ese bando desmandado Donde la horrible furia está escondida, Ni el ir atraídos de esta suerte, Que os llevan para vida os da por muerte.

Dice, y salió de casa, al mismo punto Sin mirar como va (siendo quien era) Sola, y el rostro de color difunto Sin cubrir con el mando la ansia fiera, Movida de dolor, y de amor junto La jijas la llame, y ella la espera, Que con gritos el cielo está rompiendo Y a paso desigual la va siguiendo.

Sale de la ciudad, y va aguijando A la parte donde vuelve su corriente Nuestro raudo Bernesga y a mirando Del gran Torío la espumosa frentes Y cuando vio la gente, coronando El término y lugar, donde el inocente Y propio sacrificio se hacía, El ose la sangre que tenía.

Fijando entrabas plantas en la tierra. La jija de la diestra mano asida Allí el osado caminar aterra El portento de ver perder las vidas En tal cruel y arrebatada guerra Tres lumbres de su ánima afligida Temió, y mostró con humildad flaqueza En aquel paso lleno de tristeza.

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Desfalleciendo pues, según yo creo, El corazón para sufrir tormento En el marturio, a que iba sin rodeo Y dar al termino de su sangre aliento, Privado el temor este deseo, Más no tener en Dios, el pensamiento Así su inmensa majestad se ofrece En aquel fiero trago, que padece.

Sumo señor de la inmortal morada, Legislador del pueblo bautizado, Escucha mi afligida voz cansada, Pues fe ni voluntad no me ha faltado, Más falta me la fuerza quebrantada Con los trabajos graves que he pasado De una y de otra y otra muerte triste Del fiel marido, e hijos que me diste.

Y ahora este espectáculo terrible, Que antes mis ojos y en el alma tengo, Siento de mi, que no será posible Sufrirlo, aunque por ti a la muerte vengo, ¡Oh rey de la paz!, ¡oh príncipe invencible! Aquí te ruego, donde me detengo Con llanto, angustia, lástima y tormento Que del cuerpo haga el alma apartamiento.

No olvidando esta hija y sola prenda De los hijos que tuve de su mano, De quien junto conmigo te hago ofrenda Con fe segura, y corazón cristiano; Antes que a estos cuerpos les ofenda La brava ira de este bando infamo Acuda tu favor a mi esperanza Pues más valor el corazón no alcanza.

Y hecha esta oración la fama cierta Dice, que sucedió la tierra abrirse, Y por la mueva y milagrosa puerta Ambas (sin más ser vistas) rebullirse; Donde quedó un hondo lago que despierta Memoria, que al olvido no hay rendirse Junto a la humilde a la humilde ermita allí fundada A honor de Santa Nona, celebrada.

En tanto que esto; en parte tan cercana De sus valientes hijos, sucedía Con des cogido hervor la gente vana En destruir sus vidas entendía; Más ver la espada relucir, tirana, Que en la mano el sayón fiero blandía, Ni el hinchado ademán, con que descarga, Turbo en sus almas la esperanza larga.

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Que esforzando San Claudio al animoso Lupercio, y con animoso brío A Victorico joven valeroso Salió de cada cuello un rojo río; Y partiendo las almas al reposo Perpetuo del feliz señorío, Los santos cuerpos con la sangre santa.

Y en el mismo lugar les fue otorgado Descanso a aquellos cuerpos destrozados, A donde después San Claudio fue fundado Monasterio de monjes venerados De San Benito, que con diestro hado, Y con casos adversos y alterados Se ha conservado, desde los primeros Godos que a nuestra España dieron fueros.

Pues con mi cuento ya cerrando, Digo que sus reliquias trasladaron Del sitio don de estaban reposando, Y en el altar mayor las colocaron Reinando en león el ínclito Fernando Segundo, de los reyes que ilustraron, De que este nombre la española silla Que en León fue plantada y en Castilla.

Que ya tiempo será de recogerme De este santo discurso sanguinoso, Y a un estruendo ímpetu ofreciere me, A donde me llama Marte belicoso Que no me da lugar a detenerme En la contemplación de este amoroso Efecto, que hizo el bando de MARCELO Sus vidas ofreciendo al rey del cielo.

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CANTO DUODÉCIMO.

De lo que hizo CURIENO el llegar al castillo que Arvas había quemado, y de la gente que contra él envió este el presidente Deogiano, contra la cual se señalaba un solo español valentísimamente, y quisiera, con un bravísimo re-encuentro que CURIENO y los suyos pasaron con los romanos, y un tierno coloquio que entre CANIOSECO y POLMA pasó, partiendo a socorrer a CURIENO.

Invicto rey (a donde se ve distinto, Con raras muestras de experiencia tanta El único de Carlos Quinto Que como esmalte en oro se levanta) Si dejo el campo de la sangre tinto De la cuadrilla de MARCELO Santo Y me paso al del crudo Marte fiero, Es porque sois católicos y guerrero.

Que vuestra heroica e invencible mano Tiene la lacio santa cruz alzada A despecho y pesar del Otomano, Que por ella su furia es refrenada Que lo divino defenderéis, y humano, Mostrando aquí la oliva, allí la espada, De suerte, que teniendo el paso quedo Cubrís el mundo de justicia y miedo.

Y pues las armas y el discurso de las Nativas son de vuestro real pecho Mirad aquellas mínimas centellas Que oscuras salen, salen de un fragoso estrecho, Pues temo antes de tiempo de perderles, Según el daño que el olvido ha hecho, Que bien será, que en tan remota parte Se entienda, anduvo suelto el fiero Marte.

Dije del fiero Arvas el sangriento Destrozo hecho, con cruel asalto Por el montañés bando, que violento Le mostró no vivir de valor falto, Y como CURIENO en un momento Hizo al llegar a CUNIOSECO, alto Para entender lo que le comenta Después de la victoria que tenía.

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Pues como allí las nuevas se le dieron DE la riscosa casa ya perdida, Donde los suyos peleando resistieron Valientemente, hasta quedar sin vida Y que a POLMA los pies libre hicieron Del fuego horrendo, y furia desmedida, Sintió un dolor, que la pasada gloria Se destempló, y barrió de la memoria,

Y aún que herido, y cansado se sentía Con los de más aprisa ha cambiado Hacia el castillo, donde el fuego ardía, Para ver si remedio le ha quedado, Cuando llegó, y miró que no le había, De un furibundo ímpetu llevado Tales palabras por el aire vierte, Forzado de un dolor peor que muerte.

Castillo mío de mi brazo altivo Amparo fuerte, cuando reposando En ti fui haciendo en los romanos vivo Estrago, cuanto más me iban buscando ¿Cuál mano osada y corazón esquivo Mi autoridad en poco respetando, Te convirtió en ceniza?, y mis arreos Derribando por tierra mis trofeos,

Por esta sangre juro, que derramo, Y por la fe de CANIOSECO amigo, Y por la nueva, de HERMIO, que en el ramo De mi amistad también sera testigo, Y por la tierra y cielo, a quién reclamo De esta maldad del pérfido enemigo Que en cuanto pueda resolver la diestra He de dar de esta afrenta al mundo muestra.

Para seguirme en esto, a quien no basta Ver lo que veo, que me turba el seso, Veis aquí el espaldar, veis de uña hasta Y resuelto en polvo, el liso peso, Ved la ceniza, que al amigo engasta La fea cabeza y atufado seso Y mil reliquias de este caso horrendo, Que el pecho y corazón me van rompiendo.

Esto dicho de allí se parte y busca Lugar, para los suyos conveniente,Con tal coraje que el sentido ofusca, según la rabia le dejo impaciente; Como ha de arruinar la nación Turca Es lo que en su memoria está presente, Y aquella pretensión (por más que arda) La oportuna ocasión y tiempo aguarda.

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Estuvo este gallardo y bravo hispano Sin el intento descubrir sanguíneo Hasta que el presidente Deogiano (Como está dicho), por tribuno vino Y así aunque procuró el furor romano Castigar su rebelde desatino Lo dejó entonces viendo no sonaba Que muerto, o fugitivo le juzgaba.

Al cabo alzó las armas encubiertas Y el castillo por Arvas abrasado; Revoca gentes, y descubre abiertas Anchas sendas, en término apretado, Y con braveza llega hasta, las puertas De León con rigor desenfrenado, Y altera, roba, mata, y con gran griterío La ya olvidada guerra resucita.

Siente el tribuno el desacato grande Del robusto español que se le atreve, Y que pujante y bravo se desmanda Y uno y otro reencuentro fiero prueve Y como el nombre de sus hechos ande Con tal crédito, presto cual se debe Encargó aquel negocio, de alto premio A Veriso, Rolando, y a Zuiquemio.

De quien no poca cuenta hizo la historia En la pasada fiesta celebrada Digna de perpetuarse con memoria, Por ser de San MARCELO, despreciada; Efecto claro de la eterna gloria Con que queda su fama eternizada Más que la que adquirió, con sus loores La ciega gente a sus emperadores.

También por otra parte al diestro Orsilla, Envió (varón en armas reputado) Con trescientos caballos de cuadrilla, Que el término asegure, rebelado, Y al tiempo que se inclina la amarilla Rueda, que el verde esmalte ha deslustrado, Partió y partieron con dos mil infantes Los tres gallardos mozos, dichos antes.

Yendo pues los romanos prosiguiendo Su vía por la más segura parte, Que era por donde Porma dividiendo Viene aquel valle, que lo toca en parte, Algunas caserías descubriendo, Infructuosas para el fiero Marte, Tocaron de la punta de vanguardia Arma furiosa, hasta retaguardia.

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La cual con la batalla alto hicieron Las belicosas armas aprestando, Y el ánimo al efecto dispusieron Con gran concierto y atención mirando. Y no este proceder interrumpieron, Dado caso que el arma va avivando, Salvo los que orden han salido A ver porque ocasión se ha removido,

Y fue que yendo Orsilla caminando Aun lado un español han descubierto Detrás un olmo, donde está acechando, Por desviarse del peligro cierto. Contra el cual los romanos aguijando Por donde vieron camino más abierto Le siguen, para del aprovecharse, Y de lo que pretenden, informarse.

Más el cuando los vio (que no quisiera En tal razón) por ellos descubrirse, A más su altivo corazón no espera, Que salta fuera, y da en apercibirse, Como cruel, y bramadora fiera Que espantar quiere, y mira por donde irse, Así este montañés la muestra hizo Con lanza corta, y dardo arrojadizo.

Y con pierna herbosa descubierta Y el pie cubierto de velloso cuero, Estaba la cerviz tostada y yerta, La barba negra, y el semblante fiero, Armado el cuerpo de una cuera abierta De un ante duro más que fino acero, Y de ello en la cabeza la celada Con cabellera larga, y mal peinada.

A mísero español, aguarda triste (Le dice uno) ¿donde vas sino a la muerte? No en la huida tu salud consiste Pues te puede alcanzar mi brazo fuerte. Infeliz hado en tal sazón tuviste Que te ha de hacer probar, acerba suerte, No tuerzas el camino: quien te engaña, Que no te ha de dar vida esa montaña.

Con gritadora voz esto decía, Y el astuto español no respondiendo Los no pesados pies para él volaba, al mismo tiempo el dardo despidiendo Que veloz mente dio en el que venia Tan venturoso y bravo efecto haciendo, Que en la parlera lengua, otra le toca Y con dos sin habla, quedo la boca.

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El cuerpo vino al suelo palpitando, Con prisa que le da la muerte cruda, Y en otro que tras el viene volando, De tal modo empleó, la lanza aguda Que la armada garganta atravesando Hallo por ella paso a tropos muda, Para despedazar con rabia fiera Del vital nudo la raíz postrera.

Y tras esto bravísimo se envuelve En el romano bando, y raudamente La dura lanza, con furor revuelve, Vertiendo a todas partes sangre herviente, Que todo es muerte, donde el brazo vuelve Hiere caballos, y derriba gente Con tal atrocidad, que en un momento Los rompió, sin valer preparamento.

No de otra suerte, que furiosa bala Acierta a dar en el escuadrón cerrado Que abre por donde pasa, y desiguala Con furia horrible, el orden concentrado. Ya este daño con el otro iguala Dejando, al diestro y al siniestro lado,Con presto vuelo cuerda temerosa De sangre, grita, y muerte dolorosa,

Tal el fuerte español embravecido Paso haciendo, sin hacer desvío Caballos, hombres, y armas con ruido, Hasta llegar al ya nombrado río Y allí traspasando el espumoso nido Su agudo regatón saltó con brío De la otra banda, y sube a la montaña, Con grandísimo honor de su alta hazaña.

Y dando brava grita al enemigo Lo recibió la montañosa cumbre, La cual (sin admitir humano abrigo) Atravesó cuando del sol la lumbre Desaparece, y queda por testigo De su vuelta la negra pesadumbre. Dejemos le que va con dios livianas, Que no hay dejar ahora los romanos.

`Pues viendo Orsilla el ofrecido caso, Y de aquel montañés el hecho esquivo, Y el término, escabroso, y largo paso Que lleva, consiguiendo su motivo, Y el rojo apoyo de su luz, es caso No alarga rienda, ni hay batir estribo, Ni afligir con la espuela, a su caballo, Que entiende es por demás el alcanzarlo.

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Y así ordena los suyos poco a poco Que de vergüenza y miedo están ceñidos De ver del español el furor loco, Que quince sin los muertos os deja heridos, Y otros muchos caballos, que no tocó Por ijares y pechos ofendidos, En esto la vanguardia que aguijaba Envuelta en polvo en su favor llegaba.

Platicase el suceso, y sospecharon, Que cerca están de lo que van buscando, Y aquella noche allí se acomodaron Hasta que vino el nuevo día mostrando Su viva luz, y entonces contrataron Que Orsilla, con el áspero Rolando Fuesen con los caballos al instante Y seis cientos infantes adelante.

Y con el resto de la gente queden El gallardo Zuiquemio y gran Veriso Para que el paso al enemigo venden, Si acaso en ellos diere de improviso Pues con facilidad, socorrer pueden A los fuertes amigos dando aviso Y así podrán cebarlos de manera Que cubriesen de muertos la ribera.

Y en cumplimiento de lo consultado Buscan al valentísimo CURIENO, A quién juzgaban por encastillado Pues no se muestra por el sitio ameno El cual no (como piensan) encerrado Estaba, ni ignorante, que esta lleno El campo de enemigos, que su gente No ha sido en darle aviso negligente.

Y porque a este comedio se hallaba Sin CANIOSECO, que pasado había Al valle de Boñar, el cual poblaba, Y osada mente el término entendía Por él al valeroso HERMIO enviaba Que juntarse con él le convenía HERMIO aquel español valiente y suelto Que a Orsilla y sus caballos ha revuelto.

Y al mismo punto con armada mano, Y doscientos amigos se ha inclinado Entre las peñas a un hermoso llano. Que mira su castillo levantado Donde estaba hecho, con consejo sano Un hondo y ancho foso, no mostrando Dejando el peligroso engaño abierto Con rama, y verdes céspedes cubierto.

Folio 133

Solo quedó una senda, por donde entra le Que es todo lo demás peligro y muerte; Y como en aquel término se hallase Deseando en romanos hacer fuerte, Y la acerada lanza en tierra hincase Dentro del cauteloso sitio fuerte Los suyos recogidos se tendían, No mostrando el cuidado que tenían.

En esto Orsilla desde lejos mira Y aquella gente reconoce junta Y como el puesto a su deseo aspira Viendo tal lance con placer, despunta Para donde están, con saña y mortal ira El brazo alzando y la en-astada punta Y va a la muerte que le está llamando, El engañoso paso, atravesando.

Arremete, rompiendo las ijadas Al caballo, y los suyos otro tanto Tan ligeros, que apenas las herraduras Manos señalan en el verde manto; Y vibrando las lanzas aceradas Con que piensan causar mortal espanto A la sazón que se rompió la guerra Comienza, aquí y allí a temblar la tierra,

Y a resonar y a descubrir su centro Con horrísono estruendo, y ronco ruido, Caballos y hombre encerrando dentro De sus entrañas con mortal gemido; Que unos revientan del cruel encuentro, Otros perniquebrados, sin sentido. Y otros con las cabezas en el suelo Las plantas muestran retemblando al cielo.

Otros por las espaldas son abiertos De lanza amiga que da muerte horrible; Otros quedan con céspedes cubiertos Que queriendo salir es imposible. Sepultan se los vivos con los muertos, La furia suena, y manotear terrible De los caballos, y otros aquel prado Dejan con negra sangre matizado.

Que suele espesa banda de inocentes Pájaros, dar en liga pegajosa Contra quien parten, nada negligentes Los que armaron la presa codiciosa; Cual por los pechos, o plumosas frentes Que por los pies en guerra trabajosa Las cogen tristes, resoplando en vano, Y aquí y allí de caza hinchen la mano.

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Tal sale a esta razón nuestra española Gente, cauta, robusta, y esforzada Alegre y presta en turbulenta ola Contra la banda, en lazos mil ligada. Cual rompe peto, y acerada gola Cual la flexible lanza y la extremada Espada prueba, y con vigor gallardo Despide bramador, y agudo dardo.

A todas bandas muerte se reparte, De cuerpos y de sangre el foso hinchiendo, Unos siguiendo su propicio Marte, Otros del todo su poder perdiendo. A este tiempo acude a aquella parte El valiente Rolando, el pie batiendo Atónito de ver es caso raro Que a sus romanos ha costado caro.

Con su venida aviva la batalla Con nuevo hervor y efecto riguroso, Y al fin Rolando, con trabajo halla Sobre los muertos paso peligroso, Hendiendo pechos, destrozando malla Con fuerza brava, y brazo poderoso Turbó de CURIENO el buen suceso, Que no siempre fortuna está en un peso.

Y dentro del cerrado término entra Solo con solo su valor por guía, Y al primer montañés a quien encuentra, El alma de las carnes despedía; Y al segundo, que un asta en él encuentra Con la nudosa lanza así le abría Que plantar pudo, con herida fuerte En lugar de la vida, acerba muerte.

Y creciendo el furor con el despecho, Y con el buen suceso el brío airado A otro montañés tal golpe ha hecho, Que entrambos las dos sienes le ha pasado; Y al tirar de la asta, ripió el pecho El espíritu, dentro de sí arraigado; Y esta fortuna irremediable alcanza A otros seis, y aquí rompió su lanza.

Tras esto la ancha espada reluciendo Con nuevas muertes, nuevas fuerzas muestra, No de otra suerte, por la gente hendiendo, Con favorable Marte, que le adiestra, Que el corvo segador, que va rompiendo Las rubias mi-eses, con presteza diestra, Lo que va con hervor bravo cortando.

Folio 135

Y a esta causa pueden sus soldados Seguirla por donde él pasa furioso, Y algunos quedan vivos sepultados Buscando entrada al cerco sanguinoso, Otros sobre las lanzas arrojadas Ligeros, dieron salto peligroso, Y allí miden con la fuerza demasiada Lanza con lanza, espada con espada.

Y así dando gran carga a los contrarios Crecen los golpes, crece el alarde, Crecen las muertes, y sucesos varios, Crece el furor, con el estupendo ruido, Menguando de ambas partes adversarios Dentro del fuerte campo defendido, A donde feneció la bizarría Del bravo Orsilla, y su caballería.

A este tiempo, con braveza extraña CURIENO los romanos destruia, Con cuya sangre mano y tierra baña, Y de muerte sin cuenta la cubría. Ensorda el aire, tiembla la montaña, Y en sus cimas los robles sacudía, A cada duro golpe que descarga Con que da muerte breve, y pena larga,

Volviendo pues a caso la cabeza A la contraria parte donde andaba, Pudo ver de los suyos la flaqueza, Y que Rolando con furor peleaba, Y a su amigable bando con braveza Cruelísimamente destrozaba Para el cual parte, y lo que más aviene Dejarlo por ahora me conviene.

Porque el gallego HERMIO me convida A dar de su jornada alguna cuenta Que sin tomar descanso en su corrida Moviendo va los pies, y el pecho alienta Por la callada noche oscurecida Sin que enemigo inconveniente sienta, Para dejar el curso violento, Y la ocasión que lleva de contento.

La afrenta y daño en los romanos hecho Su justo enojo lo aprobó por bueno, T como desea le hacer provecho Con su mucho cuidado a CURIENO A media noche, con ser largo el trecho, Llegó, de polvo, y de cansancio lleno Donde estaba CANIOSECO descuidado Y al sueño en brazos de su POLMA dado.

Folio 136

Entra, despierta, y dice su mensaje,Y la venida cierta de romanos, Junto con lo que hizo en su viaje Por libertar se de sus fieras manos. Y como muerte van a dar, y ultraje Por altas sierras y profundos llanos Al famoso CURIENO el cual le pide Que se junte con él ado rebelde.

No le turbaron al gallardo mozo Aquellas nuevas, ni las tiene en nada, Antes mostró en saberlo sumo gozo Y ser feliz de HERMIO la llegada. Y así al punto mandó con alborozo Que fuese allí su gente convocada, Que quiere, antes que rompa el nuevo día Partir a socorrer su compañía.

Y aún que esto dice, y ánimo mostraba, El corazón se encoje y se estremece Y la sangre en las venas se enfriaba Y un miedo no entendido se le ofrece; Más como siente que el valor turbaba Y enfrentado del caso, se embravece Y quiere enderezarlo, más no puede Sin que arraigado en sus entrañas quede.

Y en cuanto pasa esta aflicción consigo La bella POLMA, por su parte siente, Un no se qué que se mostró testigo De algún presagio de ásper accidente; Y con temor y pena echo al amigo Los brazos conyugales tierna mente, Con ojos de agua y la color difunta.

Quiso la boca descubrir la pena Que el corazón sintió, con golpe agudo, Más tal fue el sentimiento, y tal la vena De lágrimas que vierte, que no pudo; Que el alma de ansias, y congojas llena Causó en su seno, tan acerbo nudo, Que el dolor dobla, y el desencanto niega, Y entre tormentos el hablar se anega.

De ver tales los ojos de sus ojos. Y vida de su vida, y su contento, Le ofrece CANIOSECO los despojos Debidos al debido sentimiento; Y alzando los cabellos, que a manojos El rostro cubren, y el marmóreo asiento Los rubíes bellos de los labios toca Y aliento infunde en la divina boca.

Folio 137

Los suspiros que allí van despidiendo Por un coloquio tierno se pasaban Cuando los de esta banda iban corriendo A otra, y los de aquella esta ocupaban, Las almas tiernas, más enternecimiento Con el fiel testimonio que se daban Y reforzados vuelven a lanzarse Y una y otra y cien veces avocarse.

hasta que en sí la bella POLMA vuelve Y a levantar, y componer su gesto, Y aunque en su pecho el corazón revuelve Con un latir desconcertado y presto, El llanto lo imposible en si revuelve Con callar triste, y con mirar honesto, Y acabo CANIOSECO al sí decía, Que allí el dolor, a su valor vencía.

¿Qué esto dime dulce prenda amada?, ¿Cuál nuevo sentimiento te convida A querer darme pena desusada Sabiendo que sin tí no hay tener vida? No estés, contento mío, tan turbada Que es, entiende, ofensa conocida A verme ya, sin para que mostrado Amargo agüero, o infeliz hado.

Después del dulce son, que da a mi oído Tu delicada habla, cuando suena Después de nuestros hijos, bien cumplido Y el contemplar su rostro y luz serena ¿Cuál cosa has en el mundo conocido, Que deje más gozo mi alma llena Que ensangrentar mi espada en los romanos Con furia horrenda, y con crueles manos?

Ellos me van a mi elección buscando, ¿Y tú a mi deseo eres contraria? Ellos lo que es en mi favor tratando, ¿Y tu sola te muestras adversaria? Vienen me ellos, eterno honor armado, ¿Y tú del premio estás dudosa y varia? ¿Quién te lleva a tan grande desconcierto, Llorar el bien, cual mal seguro y cierto?

¿Que te queda de hacer cuanto así fuese, Que vieses palpitando mis heridas Y el alma sin remedio se partiese Violenta por las venas y a rotas, Sin que el cuerpo difunto se pudiese? ¿Honrar, con las exequias merecidas? No des al torpe miedo, tanta parte Cuando fortuna me provoca a Marte.

Folio 138

Más si es que a un corazón, que el fundamento Tiene en amar con fuerza verdadera, Le escoja natural el sentimiento Del mal que teme, o cualquier bien que espera, No es razón el culpar tu movimiento Y así, te pide por su fe sincera Que este licor que el pecho va ofreciendo Vuelvas al centro donde estoy viviendo.

Y que entre tanto que mi brazo aterra Mis enemigos, y a tus ojos vuelvo Te vayas con tus hijos a mi tierra, Y ahora en que allí atiendas me revuelvo; Que en la s mudanzas de la cruda guerra A quien las armas con furor renuevo, No quiero que te halles, sino en calma Hasta tomarte a ver bien de mi alma.

Esto diciendo, lágrimas bañaron Los graves ojos del marido fuerte, Cuyo valor, ni aviso no bastaron Algunas refrenar, de las que vierte, Que la vida de POLMA lastimaron No menos que la fiera y dura suerte Que teme, Y sus razones percibiendo la voz `por el dolor, fue así rompiendo;

¡Cuán poco dura un favorable estado!, ¡Qué poco hay que fiar en la ventura! Bien a mi costa ya se me ha mostrado En esta noche, CANIOSECO, escusa, ¡Oh dulce amor!, sino estuviera al lado Fortuna, que a mi paz de esa segura Que viendo lo que veo, no esté muerta, ¿Quién basta a tal razón cerrar la puerta?

¿Para qué son razones tan sabrosas, Que amargo acíbar viene envuelto en ellas? ¿Para qué es darme quejas amorosas, Pues no hay querer huir la causa de ellas? ¿Para qué sirven nuestras lastimosas, Pues ayuda el efecto a no creerlas, Sino para el tormento re-doblarme, Y con nuevo dolor atormentarme?.

¿Qué me aprovecha a mí, que victorioso Hayas en ocasiones mil salido Si a tu brazo gallardo y valeroso No está el movible hado sometido? Que muere el marinero en el furioso Mar, y en el coso el torero lucido Y a manos del león el leonero, Y en la guerra el que sigue a Marte fiero.

Folio 139

¿Por qué te vas ahora, dí, a ofrecerte A los que es sangre humana su alimento? ¡Oh si nunca llegara a conocerte! ¿Aunque otro nunca ha sido mi contento? ¿Por qué a tu POLMA ordenas cruda muerte Con tan forzoso y breve apartamiento? Ya estás acreditado, no te entregues Adonde la tierra con tu sangre riegues.

No lo hagas por mí, si te parece Que soy mujer que habla a su albedrío, Cumple lo por este hijo que padeces Si en tal edad le faltas, señor mío, Y por aquel que ya a correr se ofrece Mostrando tierno, tu bizarro brío, Cuando, como el debías de ejercitarte Y en arrojar dardillos ocuparte.

Que estoy fuera de mi contigo hablando, Dulcísimo marido; más ¿que digo? Dulcísima te llamo, no causando ¿Sino persecución de un enemigo? Que me vaya, me estás aconsejando A paz segura, y a sosiego amigo ¿Faltando tú, por quien mi vida vive? Antes rayo del cielo me derribe.

No pudo decir más, que en este acento último ha reclinado el pecho bello Estando se en la boca el instrumento, Las manos presas del gentil cabello, Sin sentido quedó, su sentimiento, Que no lo dio lugar para ofenderle Ni a mí el dolor, un tan acerbo llanto Permite, proseguir en este canto.

Folio 146 (140)

CANTO UNDÉCIMO.

Que se refiere la cruelísima celada en que dieron los valerosos montañeses, que iban en socorro de CURIENO, y el fin que tuvieron; y el reencuentro que él tenía con los que peleaba. Acaba se con el lastimoso lanto de POLMA hizo sobre el cuerpo de CANIOSECO, con lo que más sucedió

Cuan sin pensarlo se me había ofrecido Materia y ocasión, a donde pudiera, A no romper el orden prometido, Tener para tratar de amor carrera, Y en sus tiernos conceptos detenido Dejar atrás de Marte la bandera Llena de confusión, y horror terrible, Cuyo son, no es a todos apacible.

Más no ha sido mi fin ni lo pretendo Por esta vía autorizar mi historia; Bien se que voy lo más sabroso huyendo Que amor mueve y despierta la memoria Y quien de amor, o amor, no va escribiendo, De cuerpos brío, y de las almas gloria, No piense levantar más su escritura Que el que pinta sin sombras la pintura.

Y así aquel tiempo llanto, comenzado, Lleno de firme fe, y de sentimientos A donde hablar amor había enseñado Que allí el Cilenio Dios, no daba aliento, No será en esta parte dilatado Por ir siguiendo el principal intento, Y no es poco si de esto me descargo Que el tiempo faltará al camino largo

POLMA a los brazos del marido dando, Como se ha dicho, el cuerpo envuelto en lloro El líquido cristal va destilando, Que riega las sutiles hebras de oro; Y un tierno y lento espíritu exhalando Por entre perlas de oriental tesoro Estaba y era sin mover los ojos, Como el que da a la muerte sus despojos.

Folio 141

Pero mortal y más pasado estaba El gentil CANIOSECO sospechoso Si muerte solo el bulto le dejaba, Llevándole consigo su reposo; Y como esta congoja le estrechaba Y ver por otra parte el furioso Estruendo de armas, que tria su gente, Cuando este mal, y cuando el otro siente.

Y al fin reconociendo que está viva Dejó triste en el lecho a POLMA triste, Que el brío honroso y juvenil derriba Las fuerzas del amor, que allí resiste; Y con suma presteza, y muestra esquiva Se apercibe, y el fuerte arnés se viste, Y aquí y allí con discreción ordena

Juntó trescientos hombres, esforzados Diestros en guerra, en paz no muy quietos Valientes, atrevidos, y arriscados Para cualquier fortuna y riesgo de estos Y en casos importantes reportados Sin tener confusión, en los efectos; Y aprisa a pie con ellos caminaba Por donde el valiente HERMIO LOS GUIABA.

Siguiendo aquella parte donde había Con el valor ya dicho peleando, Que por cierto discurso se tenía A ver los enemigos caminando, Buscando a CANIOSECO, y que sería Darles por las espaldas, acertado; Y braveando, con altivos pechos Cual zorzales (corza-les) al lazo van derechos.

Que destreza, o valor, que fuerza o maña, Que saber, que poder, será bastante A hacer, que la fortuna, si se ensaña ¿No vuelva el rostro que mostró triunfante? Y cuan presto, a gran costa desengaña Con mal sangriento estando el bien delante Que no hay seguridad, en su bonanza; Y así debe tener quien más alcanza.

Van nuestros españoles animosos, Fiados en la tierra, y en su brío Y en haber sido a veces victoriosos, Rompiendo aquel romano poderío, De ganar presa y honra codiciosos, Más la suerte a su intento hizo desvío Con tal rigor, y vuelta apresurada, Que solo fue su bien gloria soñada.

Folio 142

Que llegando a pasar el río estrecho, Por donde el ligero HERMIO había pasado, Cuando el luciente sol deja deshecho, El aljófar que esmalta el verde prado Vio sin remedio el más heroico pecho La muerte horrible, con alfanje alzado, Y su esperanza derribada en tierra Con duro fin de su funesta guerra.

Que los bravos romanos, que quedaron Guardando el paso a Orsilla y a Rolando, Con próspera fortuna se emboscaron En silencio las armas sepultando Y a su oportuno tiempo las mostraron Por tres bandas el crudo asalto dando, Con tal poder, estrago, y ruido horrendo Que el suelo van y el cielo estremeciendo.

Y aunque valientemente resistieron El no pensado caso riguroso Los bravos españoles, no pudieron Firmes sufrir el golpe poderoso, Que de tropel a fuerza los rompieron Sin que aproveche brazo valeroso Que en el trance cruel metió la mano, La parca con furor más que inhumano.

Andaba rebramando el fiero Marte, Que el horrorizar son el valle atruena Contra la fiera, y española parte, Que allí daba su vida por la ajena; Y con rabia mortal más que por arte Aun que la acerba muerte los condena Cual la lanza ensangrienta, y cual la espada, Y cual la vira, de ballesta enviada.

Así porfiando armas a jugarse, Estando el que las juega casi muerto, Este se esfuerza, y quiere aquel vengarse, Teniendo la cabeza, y pecho abierto. Y el otro ya tendido señalarse Haciendo en el contrario daño cierto, De suerte que en tal punto nadie puede Decir que sin venganza el muerto puede.

En tal turbado tiempo con herviente Furor va discurriendo el animoso, Y gentil CANIOSECO, y el valiente HERMIO a su lado, bravo, y orgulloso, Que animando a los suyos sabiamente Y haciendo crudo estrago sanguinoso, Se arrojan al peligro, y acometen Y libres de uno, en otros mil se meten.

Folio 143

Y con poder y fuerzas extremadas Rompiendo por la gente amontonada. De brazos y cabezas cercenadas Dejan la tierra con crueldad sembrada, Y donde quiera que fijan las pisadas Atrinchera de muertos levantada, Que la ocasión mortal que los estrecha De esfuerzo contra fuerzas se aprovecha.

Estaban de esta suerte contrastando En un peligro y otro, que acudía, Tan valerosos-mente peleando Que Marte allá en su esfera los temí, Cando el valiente HERMIO atravesando Siete lanzas, a tierra en fin venía, Adonde perdió la vida y la esperanza De hacer en los romanos más venganza.

Viendo la muerte de HERMIO en furia loca Quedaba CANIOSECO convertido, Tanto que el solo aquel tropel apoca En venganza del muerto allí tendidos Más ya largo tesón niega a la boca Aliento con que fuese sostenido Y el fatigado cuerpo hallaba tiernas Al afirmarse las robustas piernas.

Y así cansado se metió en el río Cual suele fiero jabalí llagado, Cuando de los monteros, con más brío Es, y bravos sabuesos acosado; Y allí cercado, sin hacer desvío, Le oprimen y fatigan, y el cuitado Anda y revuelve aquí y allí acudiendo, Los corcados colmillos rebatiendo.

Tal CANIOSECO en tan furioso estrecho Viendo se aprieta al enemigo bando, Sin que un punto el temor le ocupe el pecho A todas partes muerte ejecutando, Hasta que en tierra con feroz despecho Quedó en el agua y sangre el pie estampado Desde pies a cabeza todo herido, Rotas las armas, y el morrión perdido.

En tanto aquellos ásperos romanos Veriso, y Zuiquemio, discurrían Con las agudas lanzas en las manos, Que ser rayos del cielo parecían Muertes haciendo, y golpes inhumanos, Con que a los montañeses destruyan, Siguiendo fieros la feliz suerte, Derribando, hiriendo, y dando muerte.

Folio 144

Libres de pelear ya que no hallaban Con qien poderlo hacer, de lejos vieron La grita y el estruendo, que pasaban Los que el bravo CANIOSECO dieron; Y en ver su resistencia, fe admiración, Y con el tan gran odio concibieron, Que sin mirar a más se han arrojado Por aquel gran montón de armas cerrado.

Con cuya soberbiar llegada El desigual combate se ha partido Que a Zuiquemio le pasó la espada Del valiente español por un oído, Más Veriso la lanza en él clavada Le hizo dar el postrimer gemido, Con su POLMA en la boca, a quien llamaba Cuando el mortal reposo le cargaba.

Y en aquel crudo trance le parece Que allí le está pidiendo resistencia De que tan poco crédito merece, En lo que ha visto ya por experiencia, Y que le limpia el rostro, y se entristece Y como si la viera en su presencia Tiende los brazos por el aire vano Para abrazarla, o por tocar la mano.

Y estando entre tránsito espantable Dando los brazos, despidió la vida Quedando en tierra el cuerpo miserable, La carne, por cien partes ofendida. No se halló de este caso lamentable Lejos la hermosa POLMA que herida Viene de este mortal temor ardiendo El propio al del marido posponiendo.

Más antes de esto descargarme quiero Del diamantino e implacable Marte Que en que este rebato extraño y fiero Dio de sí en ambas partes, tanta parte Que a los romanos, a quien fue el agüero Más favorable, los trató de arte Que del combate horrible, que he contado Con nombre del vencer solo han quedado.

Pues que ciento en efecto no quedaron De mil y cuatro cientos de esta suerte, Y estos los más heridos escaparon De la sangrienta, y rigurosa muerte. Y en tanto que remadio procuraron Me vuelvo a la bata, la esquiva y fuerte Del valiente CURIENO con Rolando, Que me parece que me está aguardando.

Folio 145

Dije volvía con enhiesta frente El fiero montañés contra el romano, Que andaba entre los suyos tan potente Que le destroza el escuadrón hispano; Para el cual parte, atropellando gente La espada tinta en sangre hasta la mano, Que la va a todas partes revolviendo No menos daño, que rumor haciendo.

Oyendo aquel ruido, el corpulento Romano, sin mover los pies de tierra Miraba aquel soberbio movimiento, Con que llegaba a su elección la guerra. De coraje encendido, en un momento Hacía el tumulto levantado cierra, Y con vista arrogante lo pasea Y en un punto cien veces lo rodea.

L fama y lo que ve, causó en su seno Sin que nadie le lleve la embajada, Que el que venía bramando era CURIENO, Que a los suyos asombra con la espada. Más aún que le turbó, de furia lleno Con pecho inquieto, y con la voz osada Le habló de estas manera, no estorbando Su plática, el venir contra el bramando,

Cuan gallardo que vienes, y arrogante En pasadas victorias confiado, Pensando que por tú solo eres bastante A contrastar al ínclito senado Que ya no aura quien tus hazañas cante De hoy más, que este mi brazo aventajado Con tu muerte, tus hechos, y tus bríos Llevará, como el mar lleva los ríos.

CURIENO oyendo el razonar del bravo Rolando, más que tigre embravecido Del cuerpo le miró de cabo a cabo Los fuertes miembros y el arnés lucido. Y visto que arrancar pretende el clavo Que la fortuna próspera ha tenido Tales razones dice hundiendo el suelo, Y amenazando en su semblante al cielo.

Que soberbia te engaña, que castigo Los dioses te aparejan, ambicioso, ¿Honra piensa ganar hombre con migo? ¿Cal hombre podría haber tan valeroso? Ven, ven que tú seras de ello testigo Prueba (si puedes) a llevar furioso En tan débil sujeto tanta parte Como me dio de su potencia Marte.

Folio 146

Apenas acabó cuando llegaron Los dos fieros dragones a juntarse Con tan inmensas fuerzas que quedaron Por un espacio, sin más golpes darse; Y cuando de aquel sueño recordaron Con pisadas sierpes a buscarse Vuelven, ponzoña por la boca echando Las armas y las carnes destrozando.

Crece el hervor aumentarse el combate Apurado con rabia y viva fuerza Que allí el fogoso aliento aprisa late Y engruesa, cuanto más y más se esfuerza. Y aunque el uno y el otro se maltrate No hay verse, que el valor desmienta o tuerza, Que antes se muestra del, un fiel tras asunto Sin que le pierda del derecho un punto.

No quiero gastar tiempo, que sería Nunca acabar, si de contar hubiese Como este asalta, como el otro hería Y señala donde golpe no perdiese, Por que del gran Vulcano, en la herrería Dudo que tan horrible estruendo hubiese Cual el que sale de los fuertes brazos Con que de aquí, y de allí se hacen pedazos.

Que pues lo más o ingrato tiempo llevas, Y es lo poco que dejas indecible Que podré yo decir, de tantas pruebas ¿Y poder y furia tan terrible? Tres mil veces cobrando fuerzas nuevas, Haciendo en armas, casi lo imposible Sino es el crudo fin de este suceso Que estuvo por dos horas en un peso.

Por que Rolando, a quién la carga inquieta Del un peligro y otro que le estrecha, Cierra los dientes, y la espada aprieta Y el resto en ella de sus fuerzas echa Y a CURIENO, por por la diestra teta Hasta la cruz la atravesó derecha; Más él con todo el golpe, que le impide Ls cabeza hasta el pecho le divide.

El limitado término medía El cuerpo ya sin alma del romano, Y la espada dejo, que la tenía Atravesada, el orgulloso hispano, Que con ella hincada discurria Haciendo muertes, con furor insano; Que la pasión mortal lo lleva y esto Y con vivos efectos, yendo muerto.

Folio 147

Y antes que la victoria declarada Quede, los españoles van cubriendo. De los romanos muertos la estacada, y algunos se salieron de ella huyendo. En tanto la fatal hora llegada. Que se fue breve espacio suspendiendo, Dejó al bravo CURIENO allí tendido En el foso de muertos ya tupido.

De los mismos que andaban dando muerte Muertos con él también se sepultaron; Y así su valentía y buena suerte y soberbia y brío se acabaron; Y por memoria de este varón fuerte El valle donde tus huesos se olvidaron, Cubiertos del mortal y eterno sueño Se llama hoy día el valle de CURUEñO.

Los pocos pocos montañeses que ha dejado Vivos esta victoria sanguinosa Como su captan muerto han hallado Se acojan a la sierra montañosa. Las cosas que después de esto han pasado El tiempo las encubre, y la envidiosa fama los calla, y así doy la vuelta A donde dejé con llanto a POLMA envuelta,

La cual como se ha dicho, con despecho Quedó mortal, y con fatiga grave, Pasando cien definamos en el hecho, De donde con vueltas en el ni en sí no cave; Más ya seguro el inquieto pecho En tan dura pasión, que hacer no sabe, Sabiendo que el marido es ya partido A los casos de Marte embravecido.

En esto que a donde estaba, se llegaba De niños y mujeres muchedumbre, Vieron que a todas partes revolaba En torno de la casa, y por la cumbre Una nocturna ave que causarba Con el funesto vuelo, pesadumbre, Y con muy tristes quejas, y gemidos Tristeza, horror, y espanto en los sentidos.

Descoyuntares el agüero horrible Los delicados miembros, y al momento La bella POLMA con temor terrible Tales razones da en tributo el viento; Nobles mujeres, del incorregible Hado seguidas, con furor violento ¿A qué venís? ¿que hacéis, sin fin procuraros Salud, ¿si en tanto mal puede quedaros?

Folio 148

¿No veis el revolver de la fortuna, Que de enemigos va cubriendo el suelo? ¿No veis interpretarlo esta importuna Mensajera que muestra desconsuelo? En vano, nuestro grágil ser repugna Con los cursos del voluble cielo; ¡Huid ¿a qué esperáis?, pues ya no queda A quién mirar, que socorrer os pueda.

Dejad la casa no del todo armada, Y el término por suerte repartido, Que yo cuitada estoy determinada De seguir donde fuere a mi marido; Y a quien me está en amor más obligada Mis hijos encomiendo, que el zumbido Oigo, del enemigo que me llama A muerte cruda, o a perpetua fama.

Con razones tan tristes imprimiendo No poca pena, en la afligida gente Salto del lecho, el llanto despidiendo, Más no el vivo dolor, y amor ardiente. No fue el usado hábito vistiendo Que no era a su designio conveniente Que quién ha de intentar nueva ventura Busca conforme al caso vestidura.

De pieles de león el cuerpo bello En vez de rica ropa se vestía, Coronando las sienes, el cabello Con un morrión de tigre se cubría; Echo un acorazado escudo al terso cuello Y con cerdosa banda se ceñía Y el calzado es piel de un lobo pardo Apretando en la diestra agudo dardo.

Cuando ya el bando fuerte mil rendido Al miedo andaba acá y allá vagando, Dejando el nuevo por el viejo nido, Los hijos y hacienda retirando, La casta y bella POLMA, su sentido De todas estas cosas descargando Solo un deseo la llevaba ardiendo De ver si vive CANIOSECO, o está muriendo.

Sola quiero ir, que sola hallarse quiere, No pudiendo en ausencia, hallarse solo, A todo el mal, o bien que le viniere, Regida de su ímpetu amoroso, Vivir, si CANIOSECO le viviere Morir si muere, el que es su bien y esposa. Triunfar con él, si la victoria gana Y ayudarla a sentir, saliendo vana.

Folio 149

Al fin su hado adverso la llevaba Donde en tierra estaba CANIOSECO muerto, En cuyas crudas llagas se mostraba A sus tormentos un abismo abierto, La hervorosa sangre se le helaba Y rompe las entrañas el mal cierto, Sobre aquel cuerpo muerto muerta se echa.

Y viendo le así roto y destrozado, De aquí y de allí lo vuelve y lo mira En polvo en agua, y sangre, revolcado Gime, solloza, y sin hablar suspira; Y renovando el caso desastrado Limpia sus ojos, prueba si respira; Y viendo que le sale todo en vano Dio al llanto rienda, y al cabello mano.

¿qué te queda que hacer Marte furioso? ¿Qué me puedes quitar, fortuna triste? ¿Hay mas que derribar hado forzoso, Ni dar golpe mayor muerte que diste? ¡Oh agüero triste, amargo y tenebroso! ¡Cuán verdadero mi sospecha ha hiciste!. ¡Oh frágil condición humana Vida! ¿cual roca hay en el mar más combatida?

A mí sola está muerte debía darse, Pues es mi vida inútil, y pesada; En mí podía su alfanje descargarse, Que con morir quedará des-causada, Y este varón ilustre reservarse De airada lanza y vengadora espada; Más hay que en más fuerte y más bizarro Pasa sin orden tu funesto carro.

Más que di goces posible que derecho Está tu brío, y ánimo excelente, Y el bello rostro, y relevado pecho En la tierra abatido indignamente, Y la columna, que el dorado techo Sostenía partida acerba-mente Oh viuda pobre, hay desventura grave cuanta mudanza en tus contratos cabe?

Dime, cruel, por qué con amoroso Rostro, en mis brazos tanto bien me diste? Para ver el suceso lastimoso Que en pago de mi gloria produjiste? Quita-ras-me, en envidiosa, mi reposo Cuando al principio del lo interrumpiste Con el alboroza, sangre, fuego y muerte Si tal había de ser después mi suerte.

Folio 150

Que mal podré sufrir lo, aunque tuviera Pecho de bronce, y corazón de acero Y pues había de ser de esta manera ¿Quién me detuvo a no llegar primer? Para siquiera oír la voz postrera De todo mi descanso verdadero, Y en tan forzoso y duro apartamiento.

Más ya que todo esto me ha faltado Y el darle sepultura cual merece, El ser (si puede ser) por mi vengado Hasta la muerte el corazón se ofrece Suso a las manos, baste lo llorado Rabia y de esto de venganza crece Que menearan las armas que poseo, Y muera POLMA, donde el bien que veo.

Aquí se remató su amargo llanto, Y se levanta, con furor gallardo De sobre el cuerpo muerto, y dando espanto Para el río aguijo, no a paso tardo; Y a los romanos se ha acercado, cuanto Le pareció, que alcanzaría su dardo, Y con gran fuerza el brazo sacudiendo, Por el aire partió, con son horrendo.

A la sombra de un alto verde aliso Con grueso aliento, y corazón inquieto Se halló a esta sazón el gran Veriso, Quitado el espaldar y fuerte peto, Que una sangrienta llaga curar quiso Cuyo dolor, causó rabioso efecto; Y como vio de POLMA el movimiento Dejó, saliendo a ella aquel intento.

Que codiciando iba aquél tesoro Que su largo cabello descubría, Y el mármol blanco, que entre el fino oro Con el sangriento humor, resplandecía Al propicio tiempo, que cesando el lloro De POLMA, hacia ellos con hervor venía, El dardo, que arrojó quiso su suerte Que diese al gran Veriso cruda muerte.

Y apuntando en el pecho discurriendo Paso, dejando el corazón clavado, y el alto cuerpo, el suelo sacudiendo fue del vivir, y pretensión privado; Y su contrario hado, obedeciendo Un solo bien la muerte le ha dejado, Que fue la gloria, de perder la vida A las manos de POLMA embravecida.

Folio 151

De este caso extraño acerbo y duro De rabia, y dolor se imprime en los romanos En ver hacerse el golpe mal seguro Sin dar alas sangrientas armas manos; Porque en mirar de POLMA el furor puro Tiemblan, cual suelen a los vientos vanos Las hojas removerse, que mostraba La majestad del dios, que en ella estaba.

La cual abrió la boca ensangrentada De fría sangre del marido muerto, Y cuando fue decir su lastimada Pena, se halló con todo el cuerpo yerto. Más de ahí a poco con la vista airada, Las manos levantando al cielo abierto. Dijo, ¿qué es esto? ¿dónde estoy y? qué miro? No yo en mi propio espíritu respiro.

¿Cuál dios tan poderoso se ha investido Con sacra rabia, en lo interior del pecho, Y ocupa las entrañas, y el sentido Y su morada en mi pobreza ha hecho? Esto diciendo el cuerpo ha estremecido Un temblor que la puso en tal estrecho Que como tierna planta se estremece Contra quien Aguilón se ensombrece.

Y andando con este ímpetu rabioso áspera, sin hablar está mostrando Aquel hervor sañudo y espantoso, Con que sus pieles va despedazando; Y a la cabeza altiva, aquel hermoso Cabello, con furor remolinando De poco en poco, más el pecho ardiendo Anda, revuelve aquí y allí corriendo.

Como cuando en el alto Pin-dio airada La ministra de Baco va furiosa, De su vigor y espíritu llevada Para dar su respuesta licenciosa; Tal la exigida POLMA arrebatada Del divo Apolo estaba congojosa, Reventando por dar noticia al mundo De cosas graves, con saber profundo.

Y a un alentar comienza vehemente Y a descubrir más ser que no el primero Abrir la boca, y arrugar la frente Y a dar la voz con un semblante fiero, Guiada a la romana y busca gente Con fiel anuncio de su triste agüero Comenzó así a decir, atención dando Los hombres que alentaban clave-ando:

Folio 152

Oír romanos, nadie se divierta Ni piense en su victoria confiarse, Que hoy abre el hado una patente puerta, Por donde vuestro infortunio ha de demostrarse, Dirá se ahora la venida cierta, Que será cuando no hay a remediarse Dichoso tiempo, a donde de mi enemigo Bando recibiré justo castigo.

Que no hay razón, ni dios que tal consienta (Pues justo es de los dioses el gobierno) Que al arrogante no se tome cuenta Pues hay Elisio asiento, y negro, Vuestra ambición del límite revienta, Que puso, y quiere Júpiter eterno; Y así vuestro poder como ha subido Dará en el orbe un airoso estampido.

No el nombre vuestro, que la tierra atruena, No el mando y cetro, ni la imperial silla, No la soberbia de avaricia llena Que ocupa Atlante y la oriental orilla, Fortuna ha siempre de tener serena, Que Némesis airada, y su cuadrilla Feroz ha de turbar esta bonanza Metiendo-la a rigor de cruda lanza.

Y en cumplimiento de esto ya me veo De los montes Rifeños ir siguiendo Los fieros Hunos, que de mí desee Me irán a mi sabor satisfaciendo; Que por la Italia y Grecia con trofeo De el romano valor pasan rompiendo, Cruel mente asolando en cualquier parte Con fuego ardiente, y con soberbio Marte.

Que gente nueva se me representa Que ya dejando la áfrica expugnada, De su pasado daño no contenta Revuelven al libre la furiosa espada. Que entrada, que revuelta tan sangrienta Que furia justamente ejecutada Da saco, y la cerviz erguida doma De la soberbia, y opulenta Roma,

Herulo, y Toringos cruda guerra A Italia veo hacer con furia extraña. Que destrucciones veo por tierra ¿A quien la sangre de romanos baña? Esto (si puede) mi pesar destierra, Y a mi dolor atroz un poco engaña, Que para ser del todo satisfecha Ni este mal, ni el otro me aprovecha.

Folio 153

A donde me arrebatas sacro Apolo, ¿Hay más que ver en daño de esta gente? Que aunque me lleves de uno al otro polo Sin pena de ello iré seguramente Que pase el cano mar, y sufra a Eolo Y en la remota Libia el sol ardiente, Fija estarte mirando sin cansarme Estragos, donde quisiera ensangrentar-me.

Otra vez vuelvo a las australes partes Y el famoso Histro, Y sus riberas Me hallo, y mando entre-briosos martes De libre trato y condiciones fieras. Ya tocan cajas muestran estandartes, Y el viento está acorazando las banderas; Ya van moviendo en orden las peladas Dando a los hombros armas en halladas.

Ya por dos van las divididos todos Cubren la tierra, retumbando el mundo Aquellos son los ex-tremidos godos, De quién mentira un resplandor jocundo; Y estos los belicosos Visigodos Que tantas almas dieron al profundo, Cuando Roma se da a su cruda tema, Y el capitolio con fuego se quema.

Que francos dan a Galia nombre eterno. Y de ella expelen el furor romano. Que Burgundiones quitan su Gibierno, Y Scotos, y Anglos con valiente mano, Y que Suevio van dotan superen o Entran en Galicia con furor insano, Y otras naciones bravas, que en España Turban vuestra potencia, y rabia extraña.

Ya vuelvo a ver godos con pujante Ejercito, y vigor incorregible Por ella entrar, vencer, y con triunfante Pompa expugnada, con poder terrible, Sin que el valor romano sea bastante A contrastar su ímpetu invencible, Ni los fieros Suevos cuya espada Tenía gran parte de ella sujetada .

Sobre la excelsa cumbre, y duro asiento De polvoreada, el leve paso fijo Pues con lo que aquí veo doy aliento Al esquivo color con que me aflijo; Que ya sobre León, con violento Estruendo sin que valga el padre al hijo El bando de los godos llega y entra, A subjetivo metiendo cuanto encuentra.

Folio 154

Los mármoles altísimos aterra Y los sublimes arcos de escultura Artificiosa abate por la tierra, Y la memoria gótica asegura. Las romanas señales de esta guerra Quedaran con noticia tan oscura, Que apenas aura rastro ni memoria Del romano edificio, y vuestra gloria.

Bajad robustos, el soberbio techo Domad los toros de cerviz erguida, Ejercitamos en el común provecho,Dad al trabajo la insolente vida; Regad el prado, labre se el barbecho, Y esperad fruto en su sazón cumplida Que el ejercicio militar dejado, Ver la mano a darse al corvo arado.

Esto les va con gran furor diciendo La nueva profetisa, y recreando El ánimo, sus males comprendiendo Que el Delio dios le van manifestando, Cuando el veloz discurso procediendo Del efebo aliento que la está guiando, Se tuerce y muda en un proceso amargo Del cual en otro canto me descargo.

CANTO DECIMOCUARTO.

Donde se refiere la lamentable destrucción de España, con el lastimoso fin, que tuvo la profetisa POLMA a manos de los romanos que escuchándola estaba.

Ilustres damas en el mundo ha habido, Cuyo valor la fama ha reservado De las tinieblas del perverso olvido, Y a despecho del tiempo dilatado, Por mil varios caminos han tenido Muriendo nombre eterno y celebrado Que vive, y vivirá, de gente en gente En cuanto diere luz el sol ardiente.

Folio 155

Hermosas y santísimas doncellas Que el casto don perfección guardaron, Donde están reverberando las centellas Que de tan claros rayos resultaron: ¿Cual osara decir sin ofenderles Los blanquísimos lizos, que dejaron Sobre finísimo oro relevados, Y en el diamantes ricos engastado?

Otras han sido en armas belicosas, Tanto su sexo femenil alzando, Que en las crudas batallas rigurosas Fueron el varonil ser imitado; Otras causando llamas amorosas, Libres de amor, amor van despreciando; Otras de su firmeza el pecho lleno Solo tener lealtad, tienen por bueno.

Otras con largo llanto celebraron De los mandos las cenizas muertas; Otras en hombros flacos los libraron Dando se solas ellas libres puertas; Otras con ellos muertos se entregaron Vivas al fuego, de sus muertes ciertas; Otras con mano y pecho diamantino Hacían en su venganza ancho camino.

Entre este bando de inmortal corona Del siglo, honor, y de la fama gloria Pues del claro valor de la persona Dura perpetuo el triunfo de victorias Tenga lugar, celebro-lo Elicona De POLMA el nombre, con feliz memoria, Que fue señal que dio el tiempo pasado Del bien que estaba al nuestro destinado.

Levanta ufano, la cerúlea frente Bernesga nuestro caudaloso río, Y la tuya nos muestra refulgente De fauces coronada ancho Torío Que de uno y otro ciñe la corriente Rauda, fertilizando a su albedrío La vega, y sitio de León famoso, Regio, antiguo, leal, y poderoso.

Veréis dichosos la felices suerte Que os ha el benigno cielo concedido Y cuantas partes, cuanta virtud vierte (Entre otras que el suelo ha enriquecido) En las damas, que causan, vida y muerte Con un valor de pocos entendido, Y habitan la ciudad, a donde se encierra Loor del cielo, y lustre de la tierra.

Folio 156

Que si la belleza debe ser loada, Y en valor raro estimación ufana, Si honestidad y gracia celebrada Y trato esquivo, y presunción no vana. La suya eternamente en la estrellada Región tendrá su silla soberana, Y extremada opinión, con hado diestro Acá en la redondez del orbe nuestro.

Más pues a mí este cargo no me toca Aún que estoy de afición el más tocado, Y cuando me tocara, fuera poca Mi suficiencia, y mucho lo encargado; Sienta lo el corazón, calle la boca Que será en este saco lo acertado, Y trate se de POLMA el divo aliento Que la arrebata a grave sentimiento.

La cual aún que trabaja por callarse Y el caso horrible, que el sentido fuerza, La llega a congojar, y tras sudarse En vano por callar, y huir se esfuerza; Pues no hubo de este cargo descargarse, Que el divino furor más se refuerza Y afligiendo-la aquí, y acullá anda, Porque obedezca al que la informa y manda.

Sus labios le comprime, y lengua rige, Y por crueles términos la leva, Entre prodigios con que el pecho aflige Sobre todo su mal, con pena nueva; Hasta que ya del todo la corrige Sin que valga intentar contraria prueba, Y así la voz que humana no parece Recia por el ligero viento ofrece.

Salga del centro, dice, desdichado, A donde ningún contento se percibe, La historia amarga, y el infelices hado, Que mi informado espíritu concibe; Llore conmigo, frente mi cuidado No solo el que el humano ser recibe, Sino la tierra, planta, agua y viento Y las más duras peñas en su asiento.

No trataré de Troya destruida Que más le dio Virgilio, que ha perdido, No de Cartago, ni de la encendida Roma por Nerón, con cruel partido; No de los muros de Babel rendida, Que todo es sombra, es sueño, es no haber sido Y cuantos graves casos en la tierra Han sucedido de espantosa guerra.

Folio 157

Que en esta que a mis ojos se presenta El corazón se rompe, y las entrañas, Y el ánima en los límites revienta, Con sentimiento y furias más que extrañas. A quien no diera compasión y afrenta. Lástima con ella estas montañas; Que yo no le si acuda al daño mismo O si intimar de males un abismo.

En cuanto voy mirando, no hay por donde No haya robos, sangre, muerte y fuego; Dichoso quien de tal horror se esconde, Sin ser testigo del destrozo ciego. O como, con aquel este responde, Y aquel con este, en vano el pecho riego Con lágrimas sin fruto derramadas. Pues son donde no aprovechan escusadas.

Felices Godos, si felices se puede Llamarse aquel que ha sido afortunado, Aún que en miseria, y con trabajo puede A los forzosos hados entregado; A vuestro bien la desventura excede Y al gran sosiego, el mal acelerado. O manifiesto engaño cuanto yerra Quien en la paz se olvida de la guerra.

Tras tan alto valor y ánimo fuerte, Y victorias dignísimas de gloria, Y un contrastar fortuna, tiempo y muerte. Obrando las hazañas dignas de memoria, Que os condujese la mudable suerte Cargados de despojos con victoria A gozar sosegadamente de ellas Para reino y honor poder con ellas.

O como os veo centenarios de años Valientes Godos, con placer cumplido, A donde las armas, donde los fieros daños Con ellas hechos, y con gran ruido, Y aquel audaz vigor, que en los extraños Reinos mostraste y en el propio nido Con que perdiendo a veces es, y ganando ¿Fuiste el nombre vuestro eternizado?

Forjad aprisa de la fina espada La aguda reja, y azadón grosero; Del hierro de la lanza ya empleada En el contrario pecho altivo y fiero, Del peto y espaldar y alta celada Dad a seguros el templado acero. Que tras esta bonanza está segura A las espadas, la fortuna fiera.

Folio 158

Ya no mostréis al viento los pendones Que a él han tantas veces tremolado, Con cuatro repartidos cuarterones Las tres coronas de oro en colorado Campo, y blanco y rubio dos Leones, El uno contra el otro levantado, Y encima interpolando sus orillas Las siete bandas negras, y amarillas.

Ya no andáis cual la grúa vigilante, Que hace a su cuadrilla centinela; No os recatéis del cauto negociante, Que el mayor daño menos se os rebela; Pasad, pasad, vendidos adelante, Con vuestro ocio, que un dragón os vela, Que de esta sangre y carne su espacioso, Vientre hinchida con un roer furioso.

Que ya el gran I ove a vuestro Hesperio suelo No da semblante pío, y agradable; Saturno mira con odioso celo, Mercurio huye el rostro saludable; Marte campea por el quinto cielo Con aspecto feroz e incontratable; El intrínseco Orión se está mostrando Con el corva-do alfanje, rutilando.

Ya viene, ya se acerca, ya está cierto El tiempo hinchado de furores lleno Ya la traición enorme, desconcierto Y muertes siembra, con mortal veneno.¿Quién causó tanto mal en el campo abierto? ¿Quién removió la tierra y mar sereno? ¿Quién tan horribles hechos apareja? ¿Quién los fulmina? ¿quién los aconseja?

En un tan grave caso, y de importancia Me informa Apolo con vedad segura, Que de amor se engendró de prima instancia A aquella nube, que amenaza oscura. De tan tierna, amorosa y dulce estancia Salió tan lamentable desventura. Si, por que donde hay trato deshonesto Esta siempre el cuchillo al cuello puede.

Tras amor voy, que aljama y arco lleva En el Citereo carro refulgente, Que cierto va intentar herida nueva, Pues pasa por mil casos velozmente. Quien es el rey, en quien su flecha ceba Dejando el pecho poderoso ardiente, Y en su casa real se está vagueando ¿El deseado medio no alcanzando?

Folio 159

Y que tiro contrario de aquel hace En el pecho genti de una doncella, Que al ruego de su rey no satisface Viendo que pierde el seso por quererla, Y con desmán honesto lo deshace ¿Por no rendirse al mal de su doncella? Que fuerza es la que veo, y que violencia ¿Contra honesta y flaca resistencia?

Que odio crudo, que venganza extraña ¿Nace de nuestra grave desventura? Que bravo fuego, que terrible saña, ¿Con engañosa muestra se procura? Que descubrirse, que apretar a España, Sin que aparte se pueda hallar segura Hasta quedar de negra sangre un lago ¿Donde se ve cual es del mundo el pago?

Dime cruel autor de tanto daño, Ministro de Megera venenosa, Que renombre ganaste del extraño ¿Mal que ha dejado a España tan llorosa? Que provecho sacaste del engaño, Y nefasta traición, y perniciosa, Donde aquel prelado de ánimo maligno ¿Se muestra en tus maldades fiel padrino?

Con pocos españoles un guerrero Bando descarga el término africano, Que gran codicia y despecho fiero Muestra a su tiempo con rebelde mano. Por la fértil Vandalia lo primero Y en la costa del reino Lusitano Entra robando el rico hesperio asiento Poniendo a sus designios fundamento.

Otro escuadrón de lobos más valiente, Te amenaza tras esto riguroso, Que la corva una, y el agudo diente Bate sin matar hambre sanguinoso.. Ya le sale el encuentro un excelente Ejercicio de Godos belicoso; Ya cierra, ya lo rompe en la batalla Aquella fiera y bárbara canalla.

de esta insigne victoria braveando Quedan los Moros, y el traidor con ellos Y los ínclitos Godos acechando, Que el aliento lugar no hallaba en ellos; Por que la antigua plática faltando Del uso militar que hacía temerlos Cuando el mundo pusieron en aprieto Causó no hacer su valeroso efecto.

Folio 160

Más hay triste de mí que esta es rujiada De la espantosa tempestad, que viene Por el Tirreno mar a vela hinchada Con el favor que de Prometeo tiene. Ya llevar ya hecha áncoras la armada Que la potencia de áfrica contiene; Ya dan a banda y faltan en la tierra A fuego y sangre pregonando guerra.

Ya veo aquel valiente y perezoso Caudillo, origen del atroz castigo, Como junta su bando valeroso, Tras cuyo flojo y lento paso sigo; Ya me toca al oído el espantoso Estruendo, y furor del enemigo, Que en los efectos claro se descubre Y el suelo bautizaba gente cubre.

Ya él, arma, arma verdadera suena Ya deja el polvo el aire ennegrecido; Ya cubre el sol su luz alma serena, Que rehuye el estrago en-cruel-decido; Ya el turbio cielo con clamor resuena, Y la tierra al juntarse da gemido Quedando en cualquier parte retemblando Y a punto de mostrar su centro estando.

Que horrendos casos, que furioso daño Pasa el bárbaro bando, y bautizado. Que bravas muertes, y furor extraño Veo, y de sangre el campo empapado. Que ocho días continuos, el tamaño Combate dura, con tesón porfiado, Dudando en todos ellos declararse A cual parte fortuna ha de inclinarse.

Y a ya faltar del carro triunfal veo Al infeliz godo, y despojada La ilustre insignia, y el real arreo, En un caballo entrar por la cansada Gente peleando, por ganar trofeo, Sin guardar su persona respetada, Y acometiendo, dando va esperanza Mostrando al más peligro más pujanza.

Y ya veo los suyos, que animados Con tal favor dan muerte miserable A los feroces Moros, que esforzados Van contrastando el hado incontrastable; Que espíritu de hombres despechados ¿Muestran con fuerza y ánimo implacable? Que declarar victoria de su parte ¿ cruel fortuna, con sangriento Marte?

Folio 161

¡Oh cuanta sangre ilustre y generosa! Miro con la de estirpe vil mezclada, ¡Oh cuantos cuerpos parca poderosa! Dejas sin almas en la tierra helada, Y tu agua Guadalete sanguinosa Veo hirviendo en muertos represada, Ciego romper la Toledana casa Prodigio del destrozo que te arrasa.

Está, sagrado Apolo, destinado, Que acabe de pasar este mal crudo, Y lo que siente el alma esté callado Tras no ver a español enhiesto escudo; Baste tener el término poblado De muertos el feroz cuchillo agudo Del bárbaro poder, y nuestro suelo De sangre lleno y de perpetuo duelo.

Pésame a aquella banda de la cumbre De los nublosos Alpes, aunque vea Daños terribles, grave grave pesadumbre Que tal escolta propia, no me sea. Más pues a mi dolor solo das lumbre, Con la cual el tormentoso me rodea En vano intento lo contrario de lo Pues me fuerzas llegar al fin del puesto.

Que azote veo del omnipotente Venir tras este nublo temeroso, Que esparcimiento y confusión de gente, Que gemidos y llanto doloroso, Que fuerzas, que insolencias, que impaciente ¿Furor rompe el camino lastimoso? Que pestilencia de armas atormenta A la corrida España con afrenta.

Huir quiero de aquí, que no hay paciencia En tantos males destrucción y pena, Como generalmente en mi presencia El sacro Apolo a cada paso ordena, Que a toda España cubre con violencia, Y aquí matan, y allí echan cadena, Y acullá roban, fuerzan, y destruyen, Y a atroces crueldades mil concluyen.

Más una señalada y no vencida Gente quiero volver, que va perdiendo, Pero clara católica y tenida En más que la demás que va huyendo, Que en la fuerte Cantabria con la vida Queda, y en las Asturias guareciendo, Y parte de ella acude por rodeos A los fragosos y altos Pirineos.

Folio 162

¡Oh que semblantes tristes y aflicciones! Tienen allá en el íntimo del pecho Sin armas en, las manos los varones Que mil heroicas pruebas habían hecho, O con cuanto dolor los corazones Mujeres asistís en tal estrecho, La leche a los hijuelas denegando Estáis el hado adverso lamentando.

Muchos príncipes veo entre estos daños Dejar de España el dulce señorío, Y van peregrinando a los extraños Reinos, no a la elección de su albedrío, Sino sujetos a cien mil engaños De la vana fortuna, y su desvío, Que en ellos descubrió, y en toda España Que quien más de es ella fía, más se engaña.

A donde van con este turbulento Tiempo, excepto de tiempos desdichados, Perdido el venerable movimiento, Huyendo a las montañas los prelados; Las cuales con su duro y alto asiento Siempre serán escudos reforzados En las guerras, trabajos, y miseria Que ha de venir sobre al antigua Hesperia.

Y que insignes reliquias celebradas Veo ocultas llevar a algunos de ellos, Que del bárbaro ímpetu, libradas Quedan por permisión de Dios por ellos; Otros por las regiones apartadas, Corriendo el hado mísero tras ellos, Van aportar a reinos extranjeros Siendo de su desdicha mensajeros.

¡Oh miserable España cual ruina! ¿Por todas bandas tu nobleza aterra? Y cuanto nombre antiguo se reclina Y entre mudanzas ásperas se entierra. ¿Cuan por la posta tanto bien camina Tras el cruel progreso de esta tierra? Con que el estruendo bárbaro la asola, ¿Y por ella crujiendo el furor vuela?

Ya la famosa Bética es perdida, Y su muy gran potencia derribada, La fuerte Lusitania está rendida, Y en negra sangre y muertes anegada, Y en toda Carpetania no hay salida, Que no la tenga el bárbaro ocupada, Y a donde quiera que los ojos vuelvo Por entre horrendos casos los revuelvo.

Folio 14 (163)

¿Qué villas que castillos veo rendirse? ¿Qué supremas ciudades allanarse? ¿Y qué sacos y presas repartirse? ¿Qué templos consagrados violarse? Y cuantos edificios abatirse ¿Y sus dorados mármoles quebrarse? Que llevar carros llenos de despojos Cerrando a cuyos son muerte los ojos.

Y entre la multitud que va asolando A que este aborrecible bando Moro, En Tordesillas alzan rutilando Sus banderas causando amargo lloro; En ávila, Segovia entran triunfando, Por Salamanca y por Zamora Toro Por otra parte Astorga veo perdida Granada a Rueda, y a Gijón rendida.

A tí León también te ocupó parte De esta violencia del furor horrible, Pues que te cercan con airado Marte, Y te castigan con poder terrible Ya resplandece dentro esfuerza y arte Contrastando con ánimo invencible, Más negase-me ver si te rendiste A espada fiera, o a fortuna triste.

En estas sierras llenas de aspereza, Y en estas selvas, valles, ríos, fuentes Toca con furia brava esta maleza, Probando crudas, y extranjera gente, Pues dime sacro Febo, en estreche-za Tanta, podrán contra estos accidentes Fuerzas humanas alcanzar pujanza, ¿Que pueda remediar esta mudanza?

Muestra me cosas que me den contento Si puede tras lo visto pretenderse No sea congoja todo, y descontento El mayor que ha podido comprenderse. No me ves zabullida en el tormento La sangre fría, y venas encogerse Mover la lengua sin vigor los brazos ¿Apretando el dolor sus duros lazos?

Duela-te, a cada paso, sumergirme Esta alma triste en el destrozo cierto, YA cuando pienso que se acaba, abrirme Nuevos estragos nuevo desconcierto. De que esto ha aprovechado el descubrirme De los romanos el turbado puente, Que han de tomarse sus laureadas sienes, ¿Y excelsas glorias y colmados bienes?

Folio 164

Acaba ya de deprimir la suerte, Que entre estos promontorios me maltrata Sácame de la sangre que se vierte Y de entre tantas muertes me arrebata. Gracias te doy, que en algo responderte Veo, con la pasión, que así me mata, Y a mi esperanza con razón incierta, Resucitara en la ceniza.

Que en dos partes de España no domadas Se encierran las reliquias generosas, En sus antiguas lenguas conservadas Con mil revueltas crudas y espantosas; La altísima Cantabria, y las nombradas Y ásperas Asturias montuosas, Donde del gran Tubal la descendencia Siempre se conservó, con resistencia.

Pues de estas dos indómitas naciones A la fuerte Cantabria es concedido, El salir de sus últimos rincones Quien ponga el pecho al hado embravecido, Enarbolando al cielo los pendones Que habían del turbulento mal salido, Y que fuese en Asturias donde primero Mostrando fuesen al contrario fiero.

Más como en saberlo ya me tardo Quien es el que en tal pasó así repugna Con brío ardiente, y ánimo gallardo Al proceder de la cruel fortuna; De cuya belicosa espada aguardo Tras la sangrienta suerte e inoportuna Que volverá a enfrentar el espantoso Furor que a España aterra, victoriosa.

En cuya augusta juventud se muestra Valor cristiano, y corazón guerrero, Y que tendrá en la guerra suerte diestra Con poca gente y milagroso agüero, Torciendo a fuerza de armas, la siniestra Fortuna que llevó al despeñadero Innumerable copia, de cristianos Por la lamentable furia, de africanos.

Más que prodigio es este y que extrañeza ¿En el súbitamente resplandece? ¿Qué fuego sobre su inclinada cabeza Blando sin dar lesión subiendo crece? Que claridad de rayos y que alteza De resplandor, en otros se parece, Rayando el cielo y alumbrando el suelo ¿Sin que los turbe negro y turbio velo?

Folio 71 (165)

No solamente en la región sangrienta De España, que el furor la desconcierta, Que en las extrañas esta lumbre alienta Dejando admiración la puerta abierta, Que a soberbias naciones alimenta Y a religión católica despierta. Más sobre los demás dan luz al mundo Tres claros rayos de esplendor jocundo.

Uno entra y derriba de Granada El bando infiel, que próspero la habita, Y en su tiniebla oscura es alumbrada La gente de la gracia ya prescrita. El segundo su llama dilatada Mete terror al poderoso Cita, Y en Germano imperio ha quebrantado Las fuerzas fieras del hereje alzado.

De que este rayo, que más propiamente Sol se podía llamar, según su efecto Sale el tercer rayo refulgente Que al malo asombra y es al bueno acierto A quien se rinde al huido tridente Y tiene la feroz Asia respeto Que hasta lo postrero de la tierra Su paz agrada y da temor su guerra.

Por que tan presto tal presagio huye Delante de mis ojos quieres darme Razón Apolo, de lo que en sí incluye, ¿Sin ya pasados males acordarme? No piensas decir más, ni declararme Los turbios rayos, los mostrabas Los otros, que de ardientes deslumbraban,

Así me he de quedar con el deseo En cosa por mi vista y no entendida, Que a truco de saberlo no hay rodeo Que me impidiese aventurar la vida. Eme de contentar con lo que veo De que esta sucesión esclarecida Del casto Joven único guerrero Y del Cántabro duque el heredero.

¡Oh lucida centella!, donde encendidas Al fuego tuyo, las cenizas miro, De la nobleza antigua procedidas Que el bárbaro aterró con feroz tiro, Por tú sumo valor son socorridas Antes que ofrezcan el postrer suspiro, Pues fuiste el fundamento a donde estribó Los que en tu reino y sucesión quedaron.

Folio 166

Como te veo ir menospreciando El torpe miedo y la fortuna avara Al asturiano término marchando con poco ornato, y esperanza rara. La suerte a tu poder necesitando, Que procures tener amistad cara Con quién a cada paso sin respeto Te muestra en contra el acerado peto.

Ya contra ti le veo conjurado La fe rompiendo con palabra vana, Y al esparcido pueblo bautizado Meter temor cuando esperanza gana. Ya miro el curso de Piona hinchado Hasta donde llegó la furia insana De los perros que van tras de ti corriendo Y de ellos libre el curso vas rompiendo.

Tras este gran peligro, coronada Tu real cabeza veo por la gente Que estaba por los llanos apiñada Y tu animaste valerosamente. Ya te veo partir a una jornada Para tus pretensiones conveniente, Y a la vuelta perderte en el camino Y encontrar con un viejo peregrino.

No puedo ya pasar más adelante, Que no me da licencia quien me guía; Por mi conozco que no soy bastante A proceder por donde discurría; Ya me veo tornar en un instante Donde se perdió mi bien y mi alegría; Ya reconozco el río y el valle abierto Donde fue mi amado CANIOSECO muerto.

¿Qué caminos que reinos he vagado? ¿ Por qué cosas pasé tan peregrinas? ¿Qué graves males he pronosticado?, ¿Qué a España harán poner negras cortinas? Y al cabo de todo esto esto me ha forzado El Apolíneo soplo, con divinas Fuerzas, a ver la causa de mi llanto, Donde afine el dolor, crezca el quebranto.

Esto diciendo de Febo aliento Al mismo punto fue desamparada, Quedado de aquel gran quebrantamiento En tierra sin espíritu postrada. Y cuando en si volvió con el intento Primero se hallo de ser vengada Del bando matador de su marido, Que atenta oreja a oír la había tenido.

Folio 73 (167)

Cierra con una espada, que tendida Estaba entre otras armas en el suelo, Y va a meterse Al río embravecida, Mostrando la briosa al alto cielo. Estando ya la planta zambullida Dentro del agua, rebramando el vuelo Una enemiga lanza caminaba Que el tierno y blanco pecho atravesaba.

Salió a la espada el hierro ensangrentado Que el rojo humor aprisa va tiñendo El duro fresno en mármol engastado, El cuerpo cae al agua estremeciendo. Por tres veces alzarse ha procurado Más con la fiera muerte no pudiendo, Llamando a CANIOSECO, a su amor paga, El alma dando por la cruda llaga.

¡Oh brazo fiero, que tal golpe hiciste! Cualquiera que hayas sido te maldigo, Pues la bella POLMA muerte diste. Ejemplo de valor, crudo enemigo. Sabe pues que su fama no abatiste Al postrer trance del funesto abrigo, Que en su memoria, el río presuroso De POLMA, Porma se dirá famoso.

En tanto los romanos, que huyendo Venían (según se dijo) de CURIENO, Llegaron a este tiempo suspendiendo Los pasos en aquel sangriento seno; La victoria oscurísima entendiendo Mirando el campo de los muertos lleno, Con decir breve cuentan afligidos Su larga desventura a los heridos.

Los cuales así mismo fatigados Con sus trabajos, y la historia oída, Los horrendos pronósticos pasadops Les cuentan de cuan cierta es su caída, Y así los unos y otros espantados Para León hicieron su partida, Sus pechos ocupando el miedo infamo Que aún se recela la española mano.

Llegado en este punto me parece Si fuere mi proceso y curso largo Como lo es que bien se compadece Dado que ha dicho POLMA por descargo: Pues la verdad sumariamente ofrece Que de explicarla Apolo tiene cargo, Pues sería no acabar si así no fuese Aunque mil lenguas de metal tuviese.

Folio 168

Que a mí juicio cosa impertinente Me parece entender la pluma en ello, Pues en que este tiempo sabiamente Ingenios más subidos traten de ello. Un Florian de Ocapo, hombre excelente, Que tanto tiempo le costó el hacerlo, Beuter, Yllescas, Garivay, Morales, Doctos en cualquier arte y generales.

Pineda, y otros mil, que han merecido Honor, por su trabajo provechoso Que los hechos de España han reducido A verdad pura, y término lustroso. Y si algunos que digo, referido No hubiesen, en tal caso, al que es curioso Respondo, que quien buca flores bellas No todas ha por fuerza de cogerlas.

Que unos las buscan por la fructuosa Costa del mar, donde hallan abundancia, Otros dentro en la tierra populosa La más notorias y de más sustancia. Y yo por parte estrecha, y montañosa, Donde la rusticidad tiene su estancia, Dando de hazañas nunca oídas cuenta Mi pobre estilo y pluma se alimenta.

Quizá satisfaga a más de un deseo. Con este orden, que seguir pretendo, Y así sin dar en ello más rodeo, Ni exordio muy prolijo proponiendo De las dos cosas, que apuntadas veo Por POLMA iré mi historia procediendo; Que no hay levantar lazos, pues locura Será, siendo tan larga la escritura.

La una es de PELAYO la jornada, Cuando al viejo encontró, de aquella vuelta, Que a su tiempo será por mi contada Y ahora me conviene quedar suelta. La otra la venida arrebatada, Llena de horror de armas y revuelta, De la cual mostró POLMA descontento, Por no anunciarla con su divo aliento.

Del cerco digo que a León pusieron La vencedora gente sarracena, A donde más brava resistencia vieron, Escudo aprovechar, y espada fina, Que en la española tierra que corrieron Con tanta brevedad, que desatina. Más para comenzar tan arduo hecho Mueve Apolo mi mano, alienta el pecho.

Folio 169

Que aunque no hallo en mi por donde sea Digno de este gran don, considerando Que a nuestra profetisa, que lo vea, Se le negó, el principio del tocando, Procurando aunque en vano piense y crea Que a mi el discurso de ello está aguardando De echar el belicoso juego en plaza Por más que mi juicio se embarca.

Quédense ya Deogiano y sus romanos. Pues lo que me convino he dicho de ellos, Que en otros hechos meteré las manos, Sin que se sienta falta, andar sin ellos; A quien no fueron sus prodigiosos vanos Que más que he escrito, sucedió por ellos Pues fueron sus soberbias atajadas,¿Y sus potentes fuerzas derribadas?

Y a los Godos valientes y esforzados Destruyeron después la turba fiera, Que son revueltas de los duros hados, Que van dando y quitando la bandera Del reinar, y mandar, bienes tasados De nuestra humanidad perecedera, Que fenecen, y pasan tan en breve Cual cera al fuego o cual al aire nieve.

Habiendo puesto los Moros victoriosos Lo más de ESPAñA y lo mejor ganado, Llegaron con su campo poderoso; Atener al real León sitiado. Con muestras bravas, y ánimos briosos Soberbios y arrogantes se han mostrado, Con voces, instrumentos, y pendones, Armando chozas, tiendas, pabellones.

Contando aquella fuerte por tan cierta, Cuanto las más ganadas en la tierra, Y aquella confianza desconcierta La orden importante de la guerra. Dentro de la ciudad estuvo muerta La esperanza, que el vil temor la tierra Lo que más sucedió, si alguien quisiere Saberlo, al sucesivo canto espere.

Folio 170

CANTO DECIMO QUINTO.

De las cosas que en León sucedieron cuando se tuvo por cierta la venida de los Moros; y del gran valor que un ciudadano de ella mostró animando la para que se defendiese; y de la suerte que estando la los enemigos sitiando salió a ellos. Y de las grandes cosas que de esta salida resultaron; señalándose admirablemente un bárbaro africano en las puertas de León, y dentro, y como fue echado de esta y se previno el último asalto.

Vemos cuan de ordinario, a mucha gente Ha Dios por solo un justo perdonado Volviendo el gran castigo en un clemente Rocío, de su gracia derramado; Y al contrario también severamente No solo castigar al que ha pecado, Más destruir con brazo justiciero Por el pecado de uno un reino entero.

Aquellas enfadadísimas ciudades Que a fuego sempiterno amenazaba A ruego de Abrahan, de sus maldades Por solo cinco justos perdonaba; Siembra por otra parte mortandades Con destrucción del reino, que preciaba Solo porque el real profeta había Numerado la gente que tenía.

Así que quiere el inescrutable seno (Que con sumo saber todo lo ordena, Sin el cual no da luz el sol sereno Ni el aire corre ni la quema suena), Que por no hallar para el perdón, un bueno Cual ha sido la culpa sea la pena, Y que por un pecado sin enmienda. Padezca un reino, y con razón se encienda.

Ejemplo claro y manifiesto queda De esta verdad, en nuestra lamentable Desolación de España, donde rueda Tanto tropel de muerte miserable, Que al cabo de tener su frente leda, Y al hado por amigo fiel y estable Por largos años sirve de testigo, Del gran rector del divinal castigo,

Folio 171

El cual sobre si está, que ya lo siente Oprimiendo León, con crudos daños, Que no te reservo el curso violento Que barrió a España, y la asola en dos años Antes con más estrago, y más sangriento Furor dará a tú costa en los extraños Reinos, de tú valor excelsas nuevas La fama hinchada con tus bravas pruebas.

Que de hoy resabiendo el daño ajeno Aunque propio decir se puede en esto Estas aflictivo y de temores lleno Esperando lloroso el fin funesto Los anales ciertos, no suceso bueno Turban y mudan tu gallardo gesto, Y con razón, pues tierra y cielo clama El su-bidón a que te inclina y llama.

Natural es del miedo hacer bajeza. Y no estimar, ni amar honroso estado, Mostrando aquí recelo, allí flaqueza, Y un huir, y esconderse afeminado Por el contrario, el donde fortaleza, Y propiedad de un ánimo esforzado, Y, esperar el fin, y es estar fuerte, En el peligro honroso hasta la muerte.

Y así se pareció cuando ligera Vino la fama a la ciudad famosa De las crueldades de la guerra fiera, Y furor de la gente victoriosa, Y que muy presto sobre si la espera Y viene envuelta en sombra polvorosa; Ya marcha prisa, ya va haciendo alto Ya y acierto es el temeroso asalto.

Creció el rumor, la alteración, la pena, La confusión, clamor, la grieta triste; Temiendo cada cuello la cadena, Que solo el vil temor es el que asiste; Unos huyendo de la casa llena Que el amor de ella ni el honor resiste; Otros de hijos y mujer rodeados Quedan antes de tiempo saqueados.

Usando pues temor, este medroso Efecto suyo, que iba atormentando Aquel sitio por siglos mil famoso Que estuvo el fiero Marte alimentando, Salió de entre el temor un valeroso Y noble ciudadano levantando La aguda espada al cielo reluciendo, Con rostro denodado así diciendo,

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Que ha sido de esta gente celebrada Un tiempo, en este infame y abatida. Oídme, donde vayáis, cual desmandada ¿Sin pastor la manada va en huida? ¿Qué enemigos os siguen? ¿cuál espada O lanza hizo en vuestro pecho herida? ¿Están ya vuestros muros por la tierra? ¿Huyáis sin entender, ni en paz ni en guerra?

Tened, tened vergüenza de este caso Que seseo de vida os inoportuna; Queréis dejar el propio nido raso ¿Como cobardes, sin razón alguna? Fijad firmes, fijad, el leve paso, Mostrad osado rostro a la fortuna; Cerremos la ciudad vele-se el muro Con pecho firme, y corazón seguro.

Que si ha de hallar freno la violencia Bárbara que aún no harta, da bramidos Donde mejor, que aquí habrá resistencia, ¿Para ser estos bárbaros vencidos? Pues mirad de este fuerte la excelencia, Y el terrapleno, y muros engreídos, Y cobrareis entera confianza De recobrar a España por lanza.

No estamos en León para guardarle ¿Aunque fortuna haga lo que ahora? Quien hay que intentar pueda así dejarle ¿Desocupado a la canalla Mora? Antes todos muramos, que entregarle, Pues no ha de ser esclava la señora. Que por la libertad, es gentileza Perder quien más la quiere la cabeza.

Dijo, y de tanta fuerza sus razones Fueron, que causan en el mismo punto En flacos pechos bravos corazones, Y en un vivo color el ya difunto; Vuelven en si recuerdan los varones, Volviendo el esparcido vulgo junto, Viendo que no consiste en la huida Tan torpe, su salud, rescate y vida.

No de otra suerte que suceda, cuando Sus secos nidos las artificiosas Abejas desamparan no curando De ya malear, más presurosas Con aquel son, que las está llamando Vuelven atentas a coger las rosas. Y andar gustando, con susurro largo Romeros verdes; y el tomillo amargo.

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Así la voz de aquel varón valiente Llamado Barcio de Minerva el fuerte, Hizo tomar a recoger la gente De su turbada y miserable suerte, Y al olvidado oficio diligente Volver, antes queriendo así la muerte, Que no la vida larga y trabajosa, Ganada con huida vergonzosa.

Después que el bravo Barcio tuvo hecho Tan buen principio, y brío provocado, Como está dicho en el turbado pecho, Que estaba con el miedo amilanado, Mostrase con valor, en tal estrecho Un bando de Gallegos, que había entrado En la ciudad, con ánimo constante De defendedla al bárbaro pujante.

Tocasen cajas, plantase banderas, Por el cuadrado muro repartidas Las manos están a las armas fieras, Que estuvieron poco antes encogidas; Y mostrando placer hacen hogueras Que no hay pesar, en salvar las vidas, Sino en como poder aventurar-las, Para perpetuamente eternizar-las.

Y mientra que los Moros entendiendo Llevan en cercar el fuerte muro, Este cuartel, y el otro repartiendo Con gran soberbia y término seguro, Su desconcierto Barcio conociendo, Determinó mostrar su esfuerzo puro, Saliendo contra ellos, entre tanto Que hirviendo ocupa aquel verde manto.

Toma un tropel de bien armada gente Si entonces bien armada estar podía Para el bando fiero de repente Dar un rebato honroso en aquel día; Y con prudencia al caso conveniente Hacia el septentrión la puerta habría, Por donde sale blandiendo con pujanza Una nervosa, gruesa, y fuerte lanza.

Más no de cuervos banda gritadora Así se abate a la carnaza muerta, Con a la presta y uña agarradora Y corvo pico, y hambre, que despierta; Cual los bárbaros cierran a la hora, Que abrir sintieron la barreada puerta Desconcertados en montón espeso Juzgando así ventura aquel suceso.

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Y con el raudo curso, que llevaba La desmandada y bárbara canalla, Revuelve para atrás, cuando pensaba Ganar la tierra sin saltar muralla, Que la leonesa gente la arrancaba Con recia, cruda y áspera batalla, Mostrando en su braveza y furia extraña, Mezclada fortaleza con saña.

Que van los ciudadanos codiciosos De enmendar el defecto en que han caído Y del encuentro que hacen poderosos Por tierra muchos Moros han tendido; Quedan los limpios hierros sanguinosos Y el escuadrón, por la mitad rompido, Desguarneciendo de las armas piezas, Rompen adargas, pechos, y cabezas.

Sin haber resistencia, que lo sea, Ofrecen las espaldas a la muerte Reservando los pechos de pelea Tan repentina, temerosa y fuerte; El valeroso Barcio que desea Honrosa fama, y memorable suerte Delante va de todos con su lanza Las obras igualando a la esperanza.

Quien bastará a decir lo que este día Obrando fue con ánimo invencible, Y las dificultades, que rmpía, Aquí volviendo, y a cuya terrible; En fin por venturoso se tenía. A quien no toca su potencia horrible Más este tiempo en la ciudad pasaba Arma, ruido, y furor, que la abrasaba.

Que cuando Barcio, y la leonesa gente Hizo, cual dije la feroz salida Acudió por un lado diligente Una banda de bárbaros lucida, Que va mirando la ciudad potente Pues no menos que el nombre era temida; Y viendo la ocasión que se ha ofrecido, Para ella fieros han arremetido.

Hall-ose entre ellos un mancebo fiero En condición, de fuerza aventajada, Robusto, osado, presto, y gran guerrero Con furia en los peligrosos reforzada, Cubierto el cuerpo de templado acero, Y de lo mismo la cabeza armada, Sobrepujaba el bando Sarraceno Como entre humildes ramas alto pino.

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Este con fuerte brazo sacudiendo Primero, que otro, un venablo agudo Por medio de las puertas, imprimiendo En el que las cerraba el hierro crudo, Que el nuevo estruendo, y lo que pasa viendo Se señaló en cerrarlas cuando pudo, Más la fiera arma en el pulmón metida Entre ellas lo dejó y quitó la vida.

Embarazando el cuerpo atravesado Las puertas, fue ocasión de no cerrarse Con tanta brevedad como han pensado, Comenzando de dentro a alborotarse; Y cuando el yerro en algo fue atajado Llegó el Moro a las puertas a ajustarse, Y con los hombros hizo cien pedazos Del gran cerrojo, los doblados lazos.

Y abiertas dan de golpe en los asientos Dejando aquel cimborrio retemblando Hasta los más seguros fundamentos, Para venir a fondo amenazando. Los gruesos bordes del humor sangrientos Quedan, y cien cabezas palpitando Más tras este cruel y bravo estruendo El relámpago ha entrado, y rayo horrendo.

Porque el airado bárbaro pujante Convenza aquí y allí a abatir soldados, Que en confuso montón halló delante, De armas y temor embarazados, Con un curvado alfanje rutilante De muy poco antes nuevos filos dados, Que de esparcida sangre limpió estaba, Y en la nuestra de nuevo se enastaba.

Con tal poder, furor tal fuerzas y brío Que hizo en breve tiempo estrago largo Manando de la puerta un ancho río De negra sangre con dolor amargo; Teniendo aquella entrada a su albedrío, A su gobierno y a su solo cargo Con denuedo crecido, peleando Firme a los de su parte está esperando.

Que habiendo no como el arremetido Con tanta ligereza y feliz suerte Del fortísimo muro, defendido Les fue el llegar con resistencia fuerte, El cual de nuestra gente guarnecido Les daba sin cesar fatiga y muerte, Refrenando su próspero suceso Con graves usos de monstruoso peso.

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Quedasen unos y otros prosiguiendo Su intento, y van la entrada procurando, Ayudar todos juntos pretendiendo Al que la estaba por armas sustentando. Su mal cuatro leoneses conociendo Se fueron desde el muro descolgando, cuyos pechos les sirve de muralla Y los brazos detienen la canalla.

Estos terriblemente resistieron El pernicioso orgullo, que traían Con valiente Gallegos que acudieron, Que señalarse en esto pretendían. Ni por esto del muro suspendieron Las lanchas y saetas que llovían Sobre los Moros, cual turbio-sa nube Que dan muerte y la grita al cielo sube.

Fue de manera el peligroso caso Que muchedumbre bárbara en un punto Cubierta de armas ha cargado al paso, Donde andaba el furor y muerte junto En esto a Barcio, que en el campo raso Una de Marte dando un fiel trasunto Un español herido se le llega, Que así la voz del paladar despega,

El fuerte varón, da, da, la vuelta, Que de armas la ciudad esta cubierta Y la furiosa adoptó dentro suelta Con la cerviz de sierpes descubierta, Que va encendiendo fuego en la revuelta Y dando rabia en la paciencia muerta, Si ella se pierde y los que asisten dentro, En vano vas rompiendo este rencuentro.

Oye la voz, revuelve la cabeza La lanza alzando el brazo mal seguro; Mira y conoce y torna con braveza A dar socorro a su Trajano muro. Turbado del horror, y fortaleza, Con que pasaba el fiero asalto duro; Y como da el honor espuela al pecho Presto la voluntad se vió en el hecho.

Siguen los suyos esta misma suerte Dejando en sangre coloreando el llano Y hiere Barcio, y rompe dando muerte A aquel tumulto bárbaro africano, Que fue ocasión de respirar el fuerte León, y revolver la osada mano; De suerte, que por fuerza remediaron, Las puertas y con vigas las cerraron.

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Quedando dentro el bárbaro terrible Que del tropel de gente fue arrancado De donde su paso se mostró inamovible, Y el fuerte brazo en sangre encarnizado, Y de una sola de armas increíble Quedando a todas partes coronado, De ella se libra y de otra que le cubre, Que el camino su alfanje le descubre.

Más aunque ve turbada su fortuna Y de su buen principio aquel fin vario, No se turbó por ello cosa alguna, Ni le fue nuevo esfuerzo necesario; Que aunque si viera en la infernal laguna, Y aquel nefando imperio por contrario No le temiera, ni templara cosa, Su ardiente brío, y furia sanguinosa.

Aquí rompe, estropea, y bravo estrecha Al uno y otro que soberbio viene, Y acullá resistirse no aprovecha, Ni multitud de gente le detiene Antes huyendo del vuelve derecha Que le hace plaza el que más brío tiene, Cuando falseando escudos, cuando malla, Que no defensa que lo sea, halla.

Y sin cesar va puto el golpe fiero Vuelve y revuelve el brazo poderoso, Cuando afirmado, cuando más ligero, Que gamo, salta aquí y allí furioso, Crujiendo sobre el cuerpo el fino acero, Con el turbión que cae impetuoso De piedras y ladrillos arrojados, De puertas de ventanas y tejados,

Más cual peñón que se parece yerto Con levantado pecho y frente inculta En medio de la mar, de viento-le puerto, De quien el agua, que le da, realza, Y sube blanqueando al cielo abierto, Cuando con olas se aspereza abulta, Y a su batir, y sacudir violento, Queda, y se muestra con firmeza ejemplo.

Con tal vigor el denodado moro Preservando va en lo comenzado, Causando por las calles grita y lloro, Alboroto, pesar, muerte y cuidado, Como hace el bravo, y furibundo toro Que en el escoso sangriento esta cercado, De quien la tormentosa huyendo, El más seguro más te va temiendo.

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Oyendo pues el martillar continuo, Que iba la real ciudad turbando Florios, y valeroso Lorenciano, Varones reputados, y de mando; Guían a aquella parte su camino Y el caso así intensivo mirando, A los suyos por fuerza deteniendo Les fueron de esta suerte reprendiendo;

¿Qué ha sido esto, donde vais, que se pretende? Huis vosotros mismos la vitoria, Pudiendo la ganar ¿quién os ofende, Y quita de las manos esta gloria? Volved, volved, el rostro, que se enciende Con la vergüenza al mundo tan notoria, Que un bárbaro, tan clara y noble gente Intruso en vuestro muro así la ofende.

¿Donde esperáis salud? y donde la vida¿Entendéis libertad de esa manera? Que fuerte os queda, esta ciudad perdida ¿En qué plantar podéis una bandera? O gente de los godos producida Y española, que es ya cuanto, se espera. No os creáis de este yerro in-ominoso, Que ofende vuestro tronco generoso?

Con esto de vergüenza constreñidos El rostro vuelven y armas sin recelo Contra el que así los lleva de esparcidos, Cuyo nombre era el bravo Zurbatelo. Que ya aquella sazón, con recogidos Pasos desamparaba el leones suelo; Por que claro entendió, que de su parte No le andaba propicio el fiero Marte.

Y así va de la gente atropellado, Sufriendo y rebatiendo lluvia espesa De golpes, que le dan a cualquier lado Con turbulenta furia, que no cesa. Lo cual viendo y el mudable hado Que en su discurso revolvió con prisa, Al más cercano muro, con presteza Subió, y se defendió con gran destreza.

Yendo le dando caza el orgulloso Bando leones, con cruda arremetida, Como a lebrel de Irlanda generoso, Que en patria ajena y del no conocida, Gran caterva de perros con rabioso Ladrido, van turbando su salida, Y el caminando a tiempos y parando, A tiempos vuelve el diente regañando.

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Tal va las piezas del arnés luciente Deshebilladas saltan por tierra; Crece el tumulto de la airada gente, Aquí y allí por fenecer su guerra, Y Zurbatelo con tesón valiente De sí cuanto más puede la destierra; Más ya era todo trabajar en vano, Que el corvo alfanje se volvía en la mano

Con todo aquel aprieto en su congoja El natural vigor no se menguaba Aún que el aliento engruesa, y fuerza afloja Y el cuerpo un sudor negro lo bañaba; Mirando a la muralla, al fin se arroja De la otra banda, donde en la tierra daba Con tan gran pesadumbre y estampida Cual torre del cimiento desmentida.

Fue del dichoso bárbaro la suerte Caer donde estaba un promontorio hecho De la inmundicia y tierra, que se vierte Buena para engrosar despues barbecho; Allí cobró la vida, huyo la muerte A que venía, sin remisión derecho; Y aunque cansado, solo, y aturdido. Ufano a su real se ha recogido.

En esto andaba el general valiente De todo aquel ejercito formado Tarif Albenzaba, con furia ardiente Del recuento en su daño ejecutado Aquietando y retirando gente, Viendo al contrario en la ciudad entrado Que mil Moros dejó, que andaba sueltos Vacíos de almas, y en su sangre envueltos.

Y sin que nuevo impedimento hubiese Se acabó de plantar el campo, y luego Con la ira y saña en él ardiese, Que contra la ciudad le tría ciego, Y ganada por fuerza pretendiese, Para empezar el riguroso juego Mandó juntar, y si no estaban hechos,, Hacer diversos bélicos pertrechos.

Con suma diligencia proveyendo En esta prevención y la otra andaba, Mirando y remirando, y conociendo Por donde fragil la ciudad estaba Un fiero asalto a otro sucediendo, Aquel bando leones la sustentaba Con el poder del escuadrón Gallego, Que va sacando de las armas fuego.

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Y así siendo León el duro estambre De aquella grave y peligrosa tela, No la contaba el apiñado enjambre Del bárbaro furor, por más que vela, Ni le rinde trabajo y triste hambre, Que con bravo furor la desconsuela, Ni una arma ni otra que se da deshora Sin dar sosiego ni tomar una hora.

Más ni el valor leones, que los enciende A pelear, sufrir, y aventurarse, Ni aquellas claras muestras, donde se entiende Que no hay miseria humana que entregarse, Narrarlo aquí, por mí no se pretende, Que queda largo mar que atravesar-le; El lastimoso fin en que ha parado Solamente será por mí contado.

Viendo el soberbio general la dura Resistencia, que dentro se le hace Contra sus armas, y feliz ventura No sabe con su cólera que hacer; Y cuando ya prudencia le asegura, Y la ofuscada niebla se deshace Acuerda, que el negocio se remate En un soberbio y general combate.

Por cuatro partes señaladamente Se apercibió el asalto temeroso; A Zurbatelo, el puesto del poniente Se le encargó, como a hombre valeroso; La parte que señala al rojo oriente El fiero Abenzaba tomó orgulloso, Y la austral A Morquera se comete Y es la septentrional Zulman se mete.

Pues ya cuando Tritón al mundo envía La rubia aurora del celoso lecho, Por todas cuatro partes aparecía gente bizarra, y de animoso hecho, Que más que el mismo sol resplandecía, Cuando va hieriendo en el armado pecho, O en el puro cristal que se le ofrece, Donde con sus rayos reverbera y crece.

El son comienza a resonar de Marte, Y el campo se estremece y las riberas; Salen lozanas por cual quiera parte Al viento tremolando las banderas; También su furia en la ciudad reparte Con muestras de valor tan verdaderas, Que infunden brío, como los clamores Del ronco estruendo de los tambores.

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A cuyo son al alboroto y ruido, Y aquel salir, vagar y bullir gente, A cualquier parte del cercado nido Con veloz paso y animó valiente, No solamente al muro han acudido Los que les toca con hervor ardiente, ¿Qué de viejos ya de armas reservado? Y mujeres han sido acompañados.

Que cual deja la tela artificiosa, Y acude con el palo a la muralla; Que arroja la rueca embarazosa Y se acoge al varal mayor que halla; Cual de piedras carga y muy furiosa Piensa asistir primero a la batalla; Otras en oraciones ocupadas Entre esperanza y miedo están cercadas.

La septentrional parte se refuerza De gente belicosa encomendada A Lorencio y Florios cuya fuerza De Zurbatero la dejó ejemplada Y en el muro austral Castrio se esfuerza Con los gallegos a observar la entrada; Y la oriental y occidental partida Fue de bravos soldados proveída.

Y entre ellos anda sin coger aliento El valeroso Barcio de Minerva, Mirando a una y otra parte atento Que a todos solo su valor conserva; Y va su diestra un mozo de alto intento, A quien gran parte del mandar reserva Que mucho esfuerzo daba en ello grito Llamado el animoso Galbarito.

A este belicoso y fuerte hispano La parte encomiendo, que Zurbatelo Había de acometer con fiera mano, Causando heridas sangre muerte y duelo Y Barcio con valor más que de humano Encomendando a Dios el patrio suelo Al oriente quedó, por que ha entendido, Que allí bárbaros fieros han llovido.

Cual suele de la tierra y de sus venas Metidos en albergo cavernoso Zánganos saqueadores de colmenas Con batir de ala y susurrar penoso, Salir el pescador que tocó a penas Las puertas de asiento infructuoso, O como cuando en escuadrón dorado Cierran con el cestón de miel colmado.

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Tales la ciudad arremetieron Los zánganos, que a nuestra fe sagrada En tanto aprieto y confusión metieron Por nuestra culpa, y por la infiel espada; Con su alarido el viento, y el cielo abrieron; La tierra tiembla de los pies hollada, Y en la muralla dando su estampida Fue con no menos furia respondida.

¡Oh musas , moradoras del Parnaso! Asistid favorables a mi intento, Que sin vuestro favor en tan gran caso Iré como quien va sin luz a tientas; Más si me descubrís el cielo raso Y me tocáis con vuestro divo aliento Saldrá del negro seno del olvido Lo que el tiempo individuo-so ha detenido.

Con espantable estruendo comenzado El duro, fiero, e indecible asalto, Iban los bravos Moros procurando No suspender el paso hasta lo alto; Al muro mil escalas arrimando Y mantas, sin mostrarse nadie falto En procurar batalle, y arruinarlo, Y a su sola elección después mandarlo.

Con gran deseo el uno y otro intento Hacer bravezas con esfuerzo y artes Y nadie el cuello de la muerte exenta Hasta que muerte su intención reparte; Más la ciudad el fiero Marte alienta, Dando le de su fuerza tanta parte, Que aquí abaten escasas arrimadas Y allí las mantas quedan abrazadas.

Baja crudo alquitrán del muro ardiendo; Y tronco-nes que arrojan encendidos, Y cal viva, resina y pez hirviendo, Con que abrasan los Moros atrevidos; Vigas monstruosas, piedras van cayendo, Que los dejan por partes mil rompidos; Más no por esto pierden denodados De estar por la muralla arracimadas.

La ira crece, y el coraje aviva, El ímpetu se enciende, y nadie mira En que aquel muere, ni que el otro viva, Que a paso firme nadie se retira; Y la esperanza y pretensión estriba En la muerte, o vencer que es el que aspira Allí cobra vigor, y allí se ensañar El bárbaro apellido, y el de España.

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Al estruendo, que en esta parte suena De voces, armas alaridos, y muerte, Responde el otro que lo mismo atruena Y por entre el furioso se divierte; Ni el tienpo en los más puesto se serena Que por ellos el son retumba fuerte, De modo que no solo acá a la tierra Más al cielo amenaza aquella guerra.

Más ni la multitud de gente fiera Ni belicosos remedios, que procura, El que gran parte de la presa espera, Y la ciudad por suya ya asegura, Pudo en ella plantar una bandera, Que mucha parte de aquel día, oscura Fortuna estuvo, sin mostrar más parte Al español que al bárbaro estandarte.

Sin que de Abenzaba, la industria pueda Vencer, ni su potencia embravecida; Y el gran Morquera de esta fuerte rueda Aún que mil tientos daba a la subida; Pues al fiero Zulman, cosa no queda Deshacer por ganar honrosa vida Por otra parte el bravo Zurbatelo Andaba por subir al muro en vuelo.

Y al fin, con gran esfuerzo el mozo horrible Por medio de la furia raudamente Con presteza, y braveza no creíble Subió por una escala, prestamente Sin que lo impida el defender terrible. Con que resiste arriba nuestra gente. Lo que más le sucede, en la muralla Mi pluma hasta el siguiente canto calla.


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CONTINUAR, Cantos: XXVI-XXVII-XXVIII y XXIX

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VOLVER, Cantos: VI-VII-VIII y IX


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